Un vecino observa la devastación en Chiva tras el paso de la tormenta. JL BORT IZQUIERDO

La tarde en que Chiva tuvo una bomba nuclear encima

La temperatura del aire que alimentó las tormentas del día de la dana era dos grados superior a lo normal y la humedad, un 13% superior a la habitual: liberó una energía similar a la de Hiroshima

Viernes, 21 de febrero 2025, 00:34

Eran cerca de las 15 horas de la tarde del 29 de octubre cuando el cielo sobre Chiva reventó. Había estado lloviendo con fuerza toda la mañana ... , pero después de comer las nubes descargaron con una virulencia que sorprendió a todos. Lo que ocurría a varios kilómetros sobre los tejados de esta localidad enclavada en la sierra era un intercambio de energía brutal, de la potencia de varias bombas nucleares, que liberó la humedad suficiente como para llenar el pantano de Benagéber, donde caben casi 230 millones de metros cúbicos de agua. Todo aquello se quedó estático sobre la cabecera del Poyo durante horas, así como sobre la sierra de Turís, y provocó la peor barrancada de la historia reciente.

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Lo ocurrido en la tarde más oscura de nuestras vidas es una serie de catastróficas desdichas, una concatenación de factores que provocaron trombas eternas causadas por tantos factores que pillaron a casi todos por sorpresa. Nos remontamos al día 25 de octubre, cuatro días antes de la dana. Entonces, una masa de aire comienza a viajar por el Mediterráneo desde el Egeo. Flota sobre masas de agua tremendamente cálidas, con anomalías climáticas de hasta dos grados. Ese calor, y la humedad del vapor de agua, cargan una masa de aire que, empujada por una borrasca situada en el golfo de Cádiz, se desliza por la troposfera hasta tocar tierra en la costa del sur de Valencia.

Es ahí donde se encuentra con inestabilidad y comienza a descargar. Hablamos, eso sí, de un aire dos grados más cálido y un 13% más húmedo de lo normal. En términos meteorológicos, se está formando un sistema convectivo a gran escala, una línea de tormentas parecida a aquella que en 2012 anegó el aeropuerto de Valencia y provocó tal temporal marítimo que tres grandes buques quedaron encallados frente a la costa del Saler. En términos llanos, la madre de todas las tormentas. Desde que amanece empieza a caer, sin que haya visos de parar. Se dan situaciones que pueden parecer curiosas, pero que son dramáticas. Mientras en Turís caían 770 litros por metro cuadrado y esa lluvia comenzaba a crear escorrentías en Horteta, Pelos o Saleta, a apenas 16 kilómetros, en el aeropuerto, cayeron 14 litros.

Antes, por la mañana, una línea de tormentas había descargado ya con fuerza sobre Turís o Chiva. Parecía mucha agua, unos 100 litros en dos horas, pero se quedó en nada con el paso del tiempo. Ese aire húmedo y caliente libera la energía de varias bombas nucleares cuando se condensa y va tan cargado de humedad, que se suma a la propia tormenta, que las cantidades son torrenciales. Las tormentas más adversas del día se forman poco después de las 14 horas. Son persistentes y tienen intensidad torrencial hasta las 20 horas, afectando a localidades de las comarcas de la Ribera Alta y la Hoya de Buñol. Durante ese periodo hay varias supercélulas tornádicas (se generan hasta 11 en la Ribera) y de alta precipitación. En Turís se acumulan 616.8 l/m2 entre las 15 y las 20 horas y 384.0 en Chiva entre las 15.30 y las 20.30.

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¿Por qué se quedan paradas las tormentas? Si venía viento del este y había una borrasca en Cádiz que las empujaba hacia el norte, ¿no? Pues precisamente por eso. Es lo que se conoce como sistemas convectivos regenerativos, que no es más que una tormenta que nunca deja de crecer. Es como si usted empujara una mesa en una dirección y otra persona en la contraria. No habría movimiento. Pues eso ocurrió entonces. El empuje de aire húmedo que venía del mar alimenta tanto a las tormentas que no se desplazan. La tragedia, por tanto, está servida: una tormenta enorme, de proporciones ciclópeas, que no deja de recibir alimento descarga una y otra vez en la cabecera de ramblas y barrancos que se convierten en monstruos que rugen hacia la pobladísima Horta Sud, que vive una tarde de martes desapacible, sí, con viento, sí, pero sin lluvia sin saber que se ciernen sobre ella millones de litros de agua y cañas.

Ese fue, además, el temor que cundió en la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) el 3 de noviembre, cuando se decreta otro aviso rojo. El miedo era que las tormentas que se iban a formar sobre l'Horta Sud y que tuvieron una rápida progresión se quedaran estáticas y descargaran con violencia sobre una zona afectadísima, con las alcantarillas llenas de lodo semisólido, lo que podía haber provocado más inundaciones en una zona donde los vecinos llevaban ya cinco días luchando a brazo partido contra el barro y las cañas. Por suerte, no ocurrió.

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El día 29, las tormentas comienzan a moverse a las 20 horas. Es entonces cuando el tren convectivo se va trasladando hacia el norte y comienza a afectar a comarcas y localidades del valle del Turia. Se registran más de 200 l/m2 en tres horas en el embalse de Buseo y en 6 horas en el de Benagéber. A última hora del día las precipitaciones siguen afectando a zonas del valle del Turia, en el interior norte de Valencia, al interior sur de Castellón y zonas limítrofes de Cuenca y Teruel.

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