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Niños en el viejo cauce del Turia . EFE

Una multitud en el río dispara las alarmas

Valencia se plantea volver a cerrar los parques en el primer día en la calle de miles de niños | La policía evita multar en una jornada en la que el paseo marítimo, el Jardín del Turia y Viveros registran importantes aglomeraciones

Álex Serrano

Valencia

Domingo, 26 de abril 2020

Todas las alarmas encendidas en Valencia después de la jornada de ayer. En el primer día en que, tras 43 de cuarentena, se permitía que los niños salieran a dar un paseo junto a un adulto y siempre manteniendo la distancia física, algunas escenas que se dieron en algunos parques de Valencia, sobre todo en el Jardín del Turia, pusieron sobre aviso al Consitorio, que a primera hora de la tarde advirtió de que si no se cumplían las normas volverían a cerrar los parques y jardines.

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Las imágenes que corrieron por las redes sociales durante la tarde de ayer y que mostraban cientos de niños jugando juntos, con padres hablando a escasa distancia, en determinados tramos del Jardín del Turia como los alrededores del Palau de la Música pusieron en alerta al Ayuntamiento. No fueron las mayoritarias, en cualquier caso, porque en otros enclaves del río los padres mantenían las distancias. Pero irresponsables hay en todas partes, y más ante la inacción de la Policía Local. De hecho, el concejal de Protección Ciudadana, Aarón Cano, reconoció ayer mismo que en el primer día «no se pusieron multas» porque se hizo «una labor pedagógica», pero recordó que hoy se comenzaría a sancionar a quienes incumplieran las normas.

En este mismo sentido se expresó el alcalde de Valencia, Joan Ribó, en sus redes sociales. «Al final de la jornada, desde el Ayuntamiento de Valencia evaluaremos el grado de cumplimiento o incumplimiento, en qué zonas y franjas horarias. Una información que trasladaremos a las autoridades competentes para que lo tengan en cuenta y puedan tomar las decisiones oportunas. En general, y hasta el momento, en Valencia ha habido un grado de cumplimiento aceptable en muchos barrios, pero también ha habido incumplimientos en algunas plazas y en algún tramo del río concreto», dijo el primer edil. Algo parecido dijo indicó la vicealcaldesa de Valencia, Sandra Gómez, que emitió una advertencia: «Lo que no funcione se dará marcha atrás». «Abrimos los jardines para pasear por entornos agradables, no para jugar a fútbol. Pensad en qué piensan cuando ven esto los restaurantes y comercios cerrados con el enorme esfuerzo económico que están haciendo». También Sergi Campillo, vicealcalde y, además, concejal de Ecología Urbana y encargado de las zonas verdes de la ciudad, comentó que se habían visto imágenes que no les habían gustado y aseguró que los jardines se cerrarán «si vemos que la gente incumple las normas».

El concejal Cano dijo que esperaban las imágenes de ayer. «Es un día en el que no se iba a aplicar ninguna sanción, en el que se explica a la gente los motivos por los que uno puede ser sancionado», dijo el edil, que añadió que este lunes «se procederá a las sanciones». La «pedagogía», como la llamó el edil, terminó ayer a las 21 horas. «Y, si en los próximos días viéramos que la situación en los parques y jardines de la ciudad de Valencia no es la conveniente para el estado en el que nos encontramos, estudiaríamos la posibilidad de cerrarlos», añadió Cano. La comisión de seguimiento se reunirá hoy y decidirán qué hacer con los parques que se pueden cerrar.

Pero lo cierto es que ni el virus que lo ha parado todo puede con el alma de una ciudad que llena el río en un domingo soleado. Miles de niños menores de 14 años junto a sus padres abarrontaron ayer el Jardín del Turia y los parques y jardines de Valencia en una muestra de que todo se termina, hasta la tristeza y el silencio. En la primera jornada en la que se permitía que los más pequeños disfruten de una hora al día de aire libre, la decisión del Consistorio de abrir parques y jardines dejó escenas que parecen de otro tiempo en Viveros, la Ciudad de las Artes y las Ciencias o incluso la playa.

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La vida se abre camino. La ciudad silenciosa y solitaria se llenó de bicicletas, balones y carreras, también de padres irresponsables, aunque fueron los menos. El río se convirtió en un hervidero de niños de todas las edades que disfrutaban de los primeros minutos de libertad desde que se declarara el estado de alarma. Sólo el helicóptero de la Policía Nacional que vigilaba el cauce y lanzaba mensajes que recordaban las normas rompía la paz de una mañana de domingo como todas, como las de antes. Llamativa, eso sí, la ausencia de patrullas de la Policía Local por el viejo cauce. Desde las alturas los agentes clamaban: «Deben mantener la distancia de seguridad y respetar los horarios y las condiciones establecidas por las autoridades sanitarias para el uso de la via pública. Su colaboración es imprescindible para que podamos velar por su seguridad». Pero en el suelo, poca o nula presencia de agentes.

Lo cierto es que ayer los padres aprovechaban para fotografiar a los pequeños, con guantes y mascarilla, mientras otros se escudaban en que sus hijos quieren correr para ellos también alguna carrera por los jardines. La imagen se repetía en prácticamente todos los parques de una ciudad que necesitaba imperiosamente volver a sonreír. «La verdad es que había ganas, no aguantaban más en casa», dijo Marta, que había salido junto a sus dos hijos, de cuatro y seis años. Su marido se quedó en casa, explicó, aunque aseguró no entender «por qué no puede salir con nosotros si estamos juntos en casa». Lo cierto es que por el río se veían no pocas parejas junto a sus hijos. Eso sí, la vida se abrió camino, pero también se abrieron camino los niños hacia las zonas de columpios o las instalaciones deportivas.

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Bulevares repletos

Pero no sólo el Jardín del Turia estaba repleto de menores. Por el centro había cientos, incluso en los bulevares de las grandes vías, esos jardines casi olvidados que ahora son la válvula de escape para quienes no tienen a menos de un kilómetro un parque en condiciones. Y en la fachada marítima, más de lo mismo. El tinglado 2 del puerto, que es lugar habitual de patinaje para cientos de personas, presentaba ayer una estampa «precovid» que impactaba, sobre todo para quienes han visto la ciudad callada y triste de estas últimas semanas.

El paseo marítimo, por su parte, se llenó de pequeños ciclistas e incluso la playa, y pese a que la orilla estaba llena de algas, acogió los primeros partidos del fútbol torpe pero entusiasta de los más pequeños. «Nosotros vivimos muy cerca y ella llevaba días diciendo que quería venir», comentaba Marcos Taberner. Ella era su hija de cuatro años, Violeta, que iba con mascarilla y guantes pero también un casco rosa de My Little Pony, a juego con las rodilleras y la bici que le trajeron los reyes este año y con la que ayer salió al aire libre.

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