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'El tancat de l'Estell', una de las casetas con motor de la Albufera. Jesús Signes

Los 200 motores de la Albufera

Las pequeñas casetas blancas que se perciben a lo largo del paraje contienen la maquinaria necesaria para controlar el nivel de agua y transportarla a todos los arrozales de la zona

Gonzalo Bosch

Valencia

Viernes, 14 de junio 2024, 23:54

Existe un dicho popular que dice: Agua que corre, nunca mal coge. Y esto es precisamente de lo que viven los arrozales de la Albufera en Valencia. En el Parque Natural, los valencianos viven acostumbrados a ver como durante varios meses del año los ... arrozales se llenan de agua y ofrecen una panorámica de una belleza indescriptible. Entre noviembre y diciembre los campos de arroz se llenan para preparar las tierras, y entre mayo agosto volvemos a ver los campos inundados durante la época de cultivo. Para que todos esos metros cúbicos se distribuyan por todos los campos, toda una infraestructura de acequias se expande por el territorio. Sin embargo, debe haber algo que empuje el agua por estas acequias. Y esa es la tarea fundamental de los motores de la Albufera.

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Si uno tiene a su alcance el poder visualizar una panorámica de las más de un 21.000 hectáreas del parque, o tiene la posibilidad de atravesar los caminos entre los arrozales, podrá comprobar que de vez en cuando se encontrará con una pequeñas casetas blancas. Ni alquerías ni barracas, estas casetas dan cobijo a estos motores. Francesc Guillem Chilet, autor del libro Els Motors de l'Albufera (2009), realizó un estudio sobre un total de 74 motores expandidos por la zona de l'Horta Sud. Según Guillem, a lo largo de todo el parque estarán repartidos más de 200. Y como bien explica el profesor, sin ellos, el cultivo del arroz en la Albufera sería inviable.

«El cultivo de arroz necesita que el agua se mantenga en movimiento. Si el agua estuviera completamente parada, es decir, se estanca, el arroz se acaba pudriendo», explica Guillem Chilet. Para que esto no suceda, los más de 200 motores esparcidos por el terreno se activan. Tal y como explica Guillem, muchas de las acequias tienen una pendiente ascendente, por lo que la circulación del agua debe luchar contra las fuerzas de la gravedad.

«Lo que hacen estos motores es impulsar el agua con la fuerza necesaria para para que circulen por las acequias. Estos canales, poseen pequeñas aperturas difícilmente perceptibles, pero que permiten al agua adentrarse en los campos cuando circula por las acequias limítrofes», sentencia Guillem. De esta manera, los campos de toda la zona también están unidos unos con otros por pequeñas aperturas entre sus límites. Así, el agua pasa por los huecos para que se comparta entre todos los terrenos.

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Del mismo modo que los motores impulsan el agua por las acequias contra las fuerzas gravitatorias, existen campos, sobre todo aquellos situados alrededor del lago de la Albufera, cuya superficie se encuentra por debajo del nivel del mar. Por ello, cuando se quiere retirar ese agua de los campos, también debe superar inclinaciones ascendentes, por lo que los motores son necesarios para que el flujo del agua abandone los terrenos de cultivo.

Tal y como explica a LAS PROVINCIAS el profesor Fran Guillem Chilet, aunque esta es la función principal de los motores, no es ni mucho menos la única. Otras de las máquinas, además de conseguir desplazar el agua a través de las acequias, también tienen como tarea controlar la cantidad de agua que hay en los campos, y que los litros no se queden cortos para el cultivo ni tampoco ahoguen el arroz. Según Guillem, tradicionalmente los cultivadores de arroz clavaban estacas para controlar el nivel de agua. Cuando esos palos quedaban completamente sumergidos, los agricultores activaban los motores para retirar el exceso de litros.

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Actualmente, los tiempos han modernizado los sistemas. Los motores poseen ahora estructuras similares a las cisternas de un retrete. El motor contiene unas válvulas que son capaces de medir la cantidad de agua que hay en los campos. Cuando existe un exceso de metros cúbicos, los motores son los encargados con su actividad de sacar el agua del terreno y expulsarla al lago. Además de este sistema, otros muchos motores tienen un temporizador de su actividad. Tras un cálculo de cuánto tiempo deben estar en funcionamiento para inunhdar o vaciar el terreno, la maquinaria se apaga automáticamente para que deje de entrar -o salir- agua de los campos de arroz.

Según explica Guillem Chilet, antiguamente estos motores funcionaban mediante sistemas de vapor. Es por ello que muchas de las casetas poseían en su estructura chimeneas que se encargaban de expulsar el humo. Son pocas las chimeneas que quedan visibles a día de hoy, por lo que actualmente son una estructura protegida por las administraciones. Con la evolución de los sistemas, la mayoría de los motores de la Albufera funcionan en la actualidad gracias al sistema eléctrico, aunque existen motores de menor tamaño que funcionan con gasolina porque es más económico.

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Otra gran modernización del uso de estos motores y su funcionamiento, es el nivel de atención de las personas encargadas de los mismos. «Antiguamente existía la figura del motorista, un hombre que en los meses de llenado de los campos se iba a vivir a las casetas y su función era vigilar el correcto funcionamiento del motor, encenderlo y apagarlo», explica Guillem. Con el paso del tiempo, la evolución es tal que hoy existen motores que se pueden encender y apagar de manera remota, incluso con el móvil.

Los motores de la Albufera, en su mayoría, son de propiedad privada. En muchos casos esta maquinaria es propiedad compartida entre comunidades de regantes, estructuras con un presidente, juntas de socios, actas y demás procesos de funcionamiento. Sin embargo, también hay motores propiedad del Estado, como es el caso del 'tancat de la pipa', una de esas casetas que hoy en día se puede visitar si se reserva previamente a través de su página web.

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