La Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal (UDEF) ha abierto una investigación para analizar la operativa de un falso inversor que supuestamente ha estafado a una veintena de valencianos. En apariencia, por la mecánica descrita por las víctimas, la estructura del fraude encaja con las ... típicas estafas piramidales.
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Los afectados sostienen que captaron su dinero con la promesa de unas inversiones que les iban a proporcionar rentabilidades mensuales de entre el 10 y 15%, unos porcentajes muy atractivos. El principal investigado, G. S. y de nacionalidad italiana, explicaba que podía obtener esas plusvalías porque se ahorraba las comisiones de los bancos.
El juzgado de Instrucción número 12 de Valencia comanda las diligencias. La titular ha encargado a la Policía que rastree las mercantiles bajo sospecha. Se trata de comprobar si las sociedades han tenido actividad o si se han efectuado las inversiones anunciadas. Además, quiere determinar las cuentas en las que se recibió el dinero y conocer la supuesta participación de otros familiares del principal investigado. De igual modo, adelanta que se hará una averiguación patrimonial.
Es el primer paso de unas diligencias que todavía se encuentran en fase embrionaria. El abogado que representa a una veintena de perjudicados señala en su querella que la inversión se articulaba bajo un préstamo para la «compraventa de activos financieros». Los miembros de la presunta red se ganaron la confianza de los clientes con las primeras ganancias o con «falsos documentos» donde se recogía la revalorización que supuestamente se habría producido. Todo era una estrategia, según los denunciantes.
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Este grupo de afectados efectuó una inversión total de cerca de 300.000 euros, según la querella. En total, existen ocho empresas bajo sospecha, el destino final del dinero recaudado. Ninguna está registrada en España. La denuncia se ha presentado por un delito de estafa, blanqueo, falsedad documental y fraude fiscal, entre otros ilícitos.
Se desconoce el paradero actual del principal denunciado. Su último domicilio conocido se sitúa en las proximidades de Valencia, en una conocida urbanización. El plan, según se detalla en la denuncia, era la compra de acciones en Estados Unidos, unos productos «de segunda fila», pero que afirmaban que siempre se movían al alza.
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El supuesto cabecilla se presentaba como un bróker, un gurú de las inversiones, con supuestos estudios universitarios, experto en finanzas, matemáticas y trading. La apariencia es siempre uno de los ganchos de este tipo de tramas. En su garaje tenía un BMW X6 y un Porsche Cayenne, vehículos de alta gama. Además, sus descendientes iban a un colegio privado. Los viajes y el lujo formaban parte de la actividad de sus redes sociales, según el denunciante.
El principal sospechoso de la red fraudulenta aseguraba a sus clientes que disponía de un seguro que garantizaba la seguridad de la inversión. Un elemento tranquilizador para los inversores. Las oficinas supuestamente estaban en el 1345 de la 6 Avenida de Nueva York. La denuncia apunta a que el hombre habría entrado en contacto con un abogado con experiencia en la creación y gestión de sociedades instrumentales.
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El sospechoso «hacía alarde» de que contaba con un grupo de expertos comerciales en las ciudades americanas, lo que le permitía captar inversores. Al margen de publicar imágenes de sus oficinas en EE UU, también difundí su estilo de vida con exclusivos automóviles. «Todo para generar una apariencia de seriedad, solvencia y éxito económico». Al parecer, tampoco tenía formación en el mundo de las finanzas. Ni ninguna propiedad a su nombre. Todo era fachada.
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Los contratos, según la querella, se encontraban redactados en inglés «pese a que la mayoría de los inversores eran españoles». De hecho, fueron varios quienes le exigieron que el documento figurara en castellano antes de estampar la firma. «La finalidad era confundirles con el argot financiero», sostiene el documento.
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El dinero se depositaba en diferentes cuentas y de bancos también distintos. En algunas ocasiones, el supuesto cabecilla se valió de la confianza familiar para embaucar a sus propios suegros. La red enviaba varios mails a los clientes con hojas de las «presuntas revalorizaciones» lo que aumentaba la confianza de los inversores que todavía aportaban más capital.
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