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Guedes controla el balón en presencia de los barcelonistas Busquets y Rakitic.

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Guedes controla el balón en presencia de los barcelonistas Busquets y Rakitic. jesús signes

Derroche de orgullo sin premio para el Valencia CF

El camino del Valencia en la Copa del Rey muere en las botas de Messi

HÉCTOR ESTEBAN

Viernes, 9 de febrero 2018, 00:49

El camino del Valencia en la Copa del Rey murió en las botas de Leo Messi. Hoy en día el Barcelona sólo es vulnerable sin el argentino en el campo. El que argumente lo contrario no dice nada más que milongas. Toda la mala suerte cayó a plomo sobre el equipo de Marcelino el día del sorteo. De las tres bolas, tocó la peor, el imposible. No hay equipo en el mundo ahora mismo que sea mejor que el Barcelona. Pese al handicap, el Valencia ha caído con la cabeza alta. Con un partido sobresaliente en el Camp Nou con una tesis cum laude de cómo defender al Barcelona y con una vuelta en Mestalla en la que estuvo a un milímetro de que el relato del partido fuera distinto. Maldito larguero el que escupió el cabezazo de Rodrigo. En la segunda parte, ya con el gol de Coutinho en la espalda, Cillessen se transformó en un portero de balonmano para hacer la parada de la Copa a un disparo en sus narices de un Gayà que no se lo podía creer. El holandés cerró de un portazo cualquier rendija a la épica.

Valencia CF

Jaume, Montoya, Garay (Vezo, m.70), Gabriel, Gayà; Coquelin (Guedes, m.55), Kondogbia, Parejo, Rodrigo (Carlos Soler, m.55); Vieto y Zaza

0

-

2

FC Barcelona

Cillessen, Sergi Roberto, Piqué (Yerry Mina, m.83), Umtiti, Jordi Alba; Busquets, Rakitic, Iniesta (Paulinho, n.64), André Gomes (Coutinho, m.46); Messi y Suárez

  • ÁRBITRO: Undiano Mallenco (C. Navarro). Amonestó por el Valencia a Rodrigo, Parejo y Zaza

  • goles: 0-1, m.49: Coutinho. 0-2, m.82: Rakitic

  • incidencias: Partido de vuelta de las semifinales de la Copa del Rey disputado en Mestalla ante 43.355 espectadores. Se guardó un minuto de silencio en memoria del jugador cadete del Alzira Nacho Barberá fallecido el pasado sábado mientras jugaba un partido

Marcelino demostró de inicio que tiene otros principios al margen del 4-4-2. El Valencia salió con un grado más de ambición con tres arriba -Vietto, Rodrigo y Zaza- y en la media una línea de tres con el fútbol en las botas de Parejo y los cuádriceps para Kondogbia y Coquelin. El cambio de sistema en cambio no varió los planes previstos. El mismo de la ida. El Barcelona a los pies de Messi y el Valencia agarrado a las contras. Y en esas, después de que Jaume volara para despejar una falta venenosa de Messi, la tuvo Rodrigo con un remate de cabeza que bajó del cielo para que lo escupiera el larguero.

El internacional fue uno de los valencianista que mejor leyó el partido. Siempre al borde del robo de balón para montar la contra. Además, se mostró infatigable en su labor de incomodar a Busquets. La primera parte transcurrió según el tempo de Messi. El mundo tardará en alumbrar un jugador como él. Los vivos siempre podrán decir a las próximas generaciones que lo vieron jugar. El problema de los equipos que juegan contra Messi es que el plan nunca puede ser limpio. Siempre hay que mirar de reojo al argentino, un futbolista capaz de condicionar la pizarra de cualquier entrenador. No sólo es intentar ganar sino sujetar al incontrolable.

El Barcelona presionó la salida del balón desde la portería del Valencia y creó dudas. Durante la primera parte el estribillo fue el mismo que en los dos anteriores enfrentamientos. Acoso infructuoso por parte azulgrana. Nunca hubo una oportunidad clarísima para el Barça. Un tiro con rosca de Messi y una de Suárez al final que atajó Jaume. El Valencia, con un Rodrigo un puntito por encima de los demás apareció a la contra. El problema es que para llegar al área contraria había que correr mucho. Los centrocampistas fueron un apéndice de la defensa, por lo que había una gran laguna con la línea de ataque. Era el peaje que había que pagar para sorprender al Barcelona en carrera desde atrás.

Rodrigo fue el más lúcido de cara a la puerta de un Cillesen que siempre jugó en los límites del semicírculo del área. Un portero en tareas de libre. Además del cabezazo al larguero tuvo un disparo que despejó el meta holandés. La portería se encogió para el resto de sus compañeros. En cada llegada la decisión adoptada siempre fue equivocada. No se sabe si por el miedo a fallar o por buscar una mayor efectividad.

Marcelino se atrevió más con el dibujo que en los dos anteriores partidos ante el Barcelona. El francés Coquelin se ha convertido en el comodín que necesitaba la plantilla y responde siempre con notable alto en cada posición en la que juega. Ayer, por la derecha cumplió en la función encomendada. Al descanso y sin goles en el marcador el partido se puso para Gonzalo Guedes. Velocidad y tocino. El luso saltó a calentar con Soler y Mina. La hora del todo o nada.

Pero el plan se fue al traste al amanecer, cuando llegaba el momento de meter una marcha más. El Valencia erró en el intento de montar una contra, el fallo de Montoya derivó en un desajuste defensivo y Suárez rompió la cintura de Garay para meter un centro al área que remató Coutinho, que había salido por un indolente André Gomes. El brasileño apareció por la izquierda sin pareja de baile, como si nadie se hubiera enterado de que el nuevo estaba en el campo. El remate pilló a Jaume a contrapié, entró y convirtió la etapa del Valencia en un Tourmalet. Tres goles para colarse en la final ante el Sevilla.

Al infortunio tuvo un argumento más con las molestias de Rodrigo, que se marchó con una aparente cojera. Era el mejor jugador sobre el césped. Coquelin también se fue a la ducha para buscar con Soler y Guedes otro aire al equipo. El problema es que el Barcelona, con el marcador a favor, es prácticamente invencible. El asedio a la puerta contraria lo convierte en un control absoluto del tiempo de juego para llegar al área rival como y cuando quiere. Siempre peligroso.

El Valencia buscó una heroica sin continuidad. O mejor dicho, con el paso que le permitió el rival. Tan sólo alguna individualidad podría abrir la puerta de la igualada como primer paso a una posible remontada. Y ahí estuvo Guedes, un extraterrestre que sentó a Sergi Roberto para poner un centro que acabó en las botas de Gayà y que a un palmo de la portería se encontró con un paradón de Cillessen. El de Pedreguer no se lo podía creer. A partir de ahí no hubo más historia que el gol de Rakitic para sentenciar todas las ilusiones. Llegar a semifinales ha sido un paso adelante para el Valencia tras dos años desastrosos. Ahora el objetivo ya es la Champions.

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