Los jugadores del Getafe celebran el gol ante el Valencia. EFE

Este Valencia no hay quien lo arregle

La falta de contundencia en las dos áreas no se corrige con la llegada de Baraja

Lunes, 20 de febrero 2023

«Las finales no se juegan, se ganan». La famosa frase la pronunció un artista, un estratega y un poeta del fútbol. De todo esto tenía un poco Alfredo di Stéfano, una de las primeras grandes estrellas que dio el balompié. El hispano argentino ganó muchos títulos gracias al deporte al que estuvo vinculado toda su vida, pero también tuvo sus sinsabores. Uno de ellos, el descenso del Valencia en 1986, del que fue protagonista como entrenador, puesto al que accedió como sustituto de Óscar Rubén Valdez, curiosamente tras la jornada 22.

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Hay inercias que ni las leyendas son capaces de cambiar. Di Stéfano no pudo salvar a aquel Valencia. Casi cuatro décadas después, el club ha echado mano de otro de sus mitos, esta vez, de Rubén Baraja. La primera lectura, quizás precipitada, con las emociones a flor de piel tras perder un partido de los que no se pueden escapar –por lo civil o por lo criminal, que diría alguien–, es que esto no hay quien lo arregle. Tras unos días de trabajo con el vallisoletano en Paterna, el equipo cometió los mismos pecados capitales que le han llevado a sumar un pírrico punto en 2023.

No acierta en ataque y defiende con una falta de contundencia impropia de Primera. Cada semana es lo mismo: ya cuesta titular las crónicas. Ya se ha utilizado lo de tocar fondo, lo del pozo sin fondo, se ha echado las culpas a la falta de planificación, a despreciar el mercado de enero... Este Valencia son los que son, los mismos que ilusionaron a principio de temporada con Gattuso y que ahora no son capaces de ganarle a nadie. Los mismos futbolistas que soñaron con otra final de Copa del Rey y que ahora son incapaces de gestionar una por la permanencia.

El mismo equipo que goleó en la primera vuelta a un Getafe donde estaban a punto de apuntillar a Quique y que ahora ha abandonado el descenso. Justo lo que perseguía el Valencia después de la derrota del Cádiz en el Camp Nou. Y dentro de todo este drama, de una inercia que te lleva directo a Segunda, no hay que olvidar que los puestos que dan la permanencia siguen estando a sólo dos puntos. Con una jornada más consumida, pero a menos de una victoria de distancia.

En eso tiene que trabajar Baraja desde hoy en Paterna. Está claro que al equipo le falta gol y no tiene a los mejores centrales de la historia del club. Que falta un futbolista que coja y sepa manejar la batuta en la medular. Pero eso ya no tiene solución hasta junio. La buena noticia es que, con sus carencias, el Valencia sabe jugar a fútbol. Que a base de corazón es capaz de generar ocasiones, como las que un enorme Soria desbarató ante los remates de Samuel Lino y Kluivert.

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Pero en cuanto le aprietan le hacen peligro con soplarle. El Getafe, un equipo en riesgo de hundirse junto al Elche, completó su récord de remates (15) en esta temporada. Mamardashvili volvió a ser el mejor, que esto igual le viene bien a Meriton para hacer caja este verano, pero no es desde luego un buen indicador para el Valencia. El georgiano evitó que el marcador fuese adverso al descanso con cuatro paradas de mérito en cinco minutos.

Nada pudo hacer en algo tan estudiado en el fútbol como es un córner. Y eso que el equipo estaba avisado. El remate de Duarte, teniéndose que agachar en área pequeña y que milagrosamente se marchó fuera, sencillamente es sonrojante. Vino el descanso y la lesión de Gayà. Esto sí que dolió. Quizás fue la puntilla porque el equipo se vio de repente sin su capitán. Pero es que además le vino el tortazo en otro saque de esquina, en una acción que podría decirse que es más antigua que el hilo negro.

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Alderete prolonga en el segundo palo, Diakhaby pasaba por allí –nadie sabe a quién intentaba marcar–, y Lato trata de defender a Mayoral, pero de espaldas al balón. El exfutbolista del Levante sí que iba con el cuchillo entre los dientes. Es de los que saben cómo se ganan este tipo de partidos y entendió que ese era el momento de entrar con todo. Hizo el 1-0 que terminó de cortocircuitar al Valencia.

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Desde entonces, Fran Pérez y poco más. Porque en este tipo de dinámicas la suerte casi siempre te da la espalda. Y quiso que el canterano saliese unas décimas de segundo antes de lo necesario para que su posición fuera correcta en el gol que le fue anulado. Bien anulado, pero una pena porque su movimiento fue de fábula. Y porque a esas alturas, el empate habría sido un tesoro.

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«Las finales no se juegan, y tampoco se empatan... se ganan», habría protestado don Alfredo ante los conformistas. El de Getafe era un partido que el Valencia tenía que ganar, pero a esas alturas de la batalla, irse del Coliseum con un punto más goleaveraje, estabilizaba al enfermo.

No hace tanto que los Getafe-Valencia eran auténticas guerras sin cuartel por entrar en finales. El equipo madrileño entendió que ayer no se jugaba un título, síno la supervivencia. Acabó con cinco amarillas, mientras los de Baraja sólo vieron una y por protestar, al final, cuando estaban ya desquiciados. Los intangibles del fútbol. Alguien repetirá que la plantilla no está ni diseñada. Lo que es seguro es que no está preparada para pelear cada semana en el barro de la lucha por la permanencia. Pero está de fango hasta las cejas. Baraja debe explicarles que quedan 16 finales... y que las finales se ganan.

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