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Hugo Duro, en la acción que terminó en el gol al Getafe. EFE

Con la misma moneda

El Valencia exprime sus armas y decide de manera brillante Hugo Duro | En un día espeso, el equipo de Baraja copia el manual de la 'Bordaleta' y hasta los recogepelotas arriman el hombro

Sábado, 9 de marzo 2024, 12:58

El fútbol a veces es más caprichoso y agrio que lo que uno podía imaginar. Quien le iba a decir a Bordalás, el propietario y padre de la 'Bordaleta, que ya con el tiempo cumplido, uno de los recogepelotas de Mestalla se acordara de ... ese manual 'bordaliano' –que nadie ha visto pero que existe–, que dice en uno de sus párrafos que cuando el equipo local va ganando 1-0 y aún las puede pasar canutas, lo mejor es mirar para otro lado y hacerse el longui. El balón en cualquier caso, con otro a punto de ser jugado, no había salido del terreno de juego pero le faltaban apenas unos centímetros. Tan eficiente fue la habilidad 'bordaliana' del chaval de la cantera en su papel de avispado recogepelotas, que el árbitro decidió no poner en marcha el juego hasta que ese segundo esférico no fuera sacado del campo con David Soria a la carrera echando pestes seguramente por la boca. Fue uno de los últimos estertores de un Getafe bastante aseado que todavía conserva ramalazos de ese Getafe peleón y callejero que tan buenos rendimientos ha dado. Pero ni con esas pudo sobrevivir al embrujo del Valencia en Mestalla, aún a pesar de que fue uno de los partidos más grises del equipo de Baraja de los últimos meses.

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Y para postres, el gran ejecutor fue precisamente Hugo Duro, ese chaval criado en Getafe como 9, con toda la crudeza que ese rol conlleva en los equipos condenados a pelear desde la jornada 1 a la 38. Baraja ha encontrado en su delantero el mejor de los aliados. Un servicio de Canós al que renuncia Gayà y Hugo Duro, que no deja ni las sobras en un menú de batalla diaria, lo transforma casi por arte de magia en un prodigio futbolístico. Toque sutil con la izquierda, escorado en la salida desesperada del meta y directo al matadero, por mucho que Alderete casi se desnuque en el intento de evitar lo inevitable.

Así gana el Valencia. A lo Bordalás. 1-0 y a casa. Para qué más. El día tampoco acompañaba. Frío en el termómetro y frío dentro del Valencia, incapaz de poder sorprender durante muchos minutos el orden y la buena disposición táctica madrileña. Ir a las dos de la tarde a ver un partido, con una molesta lluvia además como compañera, debería ser gratuito para los espectadores. Más aún cuando tu equipo está algo espeso a la hora de hincarle el diente al rival. Aún así, la generosidad de la grada no tiene límites y se conforma con ese premio de los puntos que le garantiza permanecer con absoluto convencimiento en la zona de aspirantes a algo. El Valencia tiene una mina en casa. Le basta con echarle cemento armado a su portería, trabajar hasta la extenuación en el centro y mantener la incertidumbre hasta que alguien dé un chispazo y se cargue al rival. Con Bordalás al frente del banquillo blanquinegro, hace tres años, el Valencia empezó la Liga allá por el mes de agosto ganándole precisamente al Getafe... ¡por 1-0! Aquel día, Hugo Guillamón tuvo el estreno liguero más amargo de toda su vida, cuando a los tres minutos de juego ya había sido expulsado.

Esta vez, no hizo falta hacer tal ejercicio de exigencia. Bastó llegar a ese minuto 40 con la genialidad de Duro y dedicarse luego a contener el enfado visitante. Quedó atrás una primera parte pastosa, con el Valencia manejando el balón pero más por la complacencia estratégica del Getafe que por superioridad manifiesta. Canós fue el único que por la izquierda había al menos intentando hacer algo diferente a un guión bastante previsible y plano valencianista. Hasta en dos ocasiones tuvo Canós el balón embocado a la portería rival sin que en ninguno de sus lanzamientos estuviera calibrado con acierto ni la potencia ni la dirección. Quizás le vinieron bien esos dos golpeos atolondrados para ajustar su bota en ese envío interior que terminaría finalmente en gol.

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El bocadillo del descanso fue la mejor recompensa para todos, con dudas en lo general sobre cómo se iban a comportar unos y otros en la reanudación. El Valencia optó por lo fácil y por lo que más le hace feliz: un paso atrás y toque de corneta para resistir. El Getafe, lo contrario: un paso adelante y a ver si hay suerte. De ahí que en los primeros cinco minutos, a Mamardashvili le cambió enseguida la cara. A los 11 segundos ya había detenido el primer tiro visitante, al minuto y medio le habían rematado por dos veces casi desde el área pequeña y poco después el que le puso de nuevo en apuros fue Maksimovic con un duro lanzamiento.

Fueron los momentos más angustiosos del Valencia. Menos mal que todo se concentró ahí. El Getafe, sin Borja Mayoral y sin Greenwwod, es menos Getafe. Todo fue luego una película ya sabida de antemano. El Valencia, a proteger su botín con un Mamardashvili siempre muy presente; a evitar que Cenk hiciera alguna de las suyas (la del minuto 58 no fue gol por poco); a armarse mejor en el centro del campo con la salida de Guillamón y a meter con Diego López la sexta en alguna de sus arrancadas.

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El Valencia va dando pasos, firme, su comportamiento empieza a ser de equipo al que hay que empezar a tener muy en cuenta para aspiraciones europeas y sólo hay que exigirle que cada empleado cumpla con su cometido sin guardarse ni un gramo de energía en la mochila.

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