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Juan Cruz Sol. IRENE MARSILLA
Muere Juan Cruz Sol, una leyenda del Valencia CF

Fallece Juan Cruz Sol, el alma del Valencia CF

Muere a los 73 años un defensa de época, historia blanquinegra que jugó 12 temporadas en Mestalla

PEDRO CAMPOS y Agencias

Valencia

Martes, 10 de noviembre 2020

«Es difícil que la gente hable mal de mí». Lo dijo Juan Cruz Sol. Tan verdadero como su amor por el Valencia. Un caballero del fútbol y de la vida que ha fallecido a las 73 años. Lo ha hecho sólo dos días después de que los dos equipos de su vida se enfrentaran en Mestalla. Querido por todos, admirado por todos. 'Loqui' –así llamaba y le llamaban de forma cariñosa– se incrustó en el escudo blanquinegro cuando llegó a los 16 años y allí permanecerá para siempre. El alma del Valencia. Un ejemplo a seguir. Un tipo que se veía incapaz de cobrar cuando estuvo lesionado en el Real Madrid o que acudió a comprar corbatas negras para sus compañeros para el entierro de Vicente Peris. Mil ejemplos de su bondad.

Juan Cruz Sol Oria (Elgóibar, Guipúzcoa, 13 de septiembre de 1947) fue un lateral de época. Alternaba el fútbol con la pelota vasca. No acababa de decidirse hasta que con sólo 15 años fue captado en su pueblo por un visionario como Carlos Iturraspe. Un ojeador en Eibar le había hablado de un jugador que llamaba la atención. Era un partido de juveniles y allí lucía Sol. Marcó cuatro goles al Azpeitia. En esa época jugaba de interior. Recaló en el Valencia por 60.000 pesetas. Fijó su residencia, junto a Urtiaga, también vasco, en la calle Turia, en una casa particular en la que vivía doña Concha, que velaba por las jóvenes promesas que arribaban a Mestalla.

Pasó directamente del juvenil al primera equipo. Lo hizo con 17 años. Como interior derecho. Era un 4 de septiembre de 1965, contra el Sevilla, y formó junto a Guillot, Waldo, Sánchez Lge y Poli. Jugó tres partidos seguidos con Sabino Barinaga de entrenador, también nacido en Elgóibar. Al Valencia llegó en esa época Ansola y Mundo se hizo cargo del equipo. Pleno de vascos. Siempre ha habido una gran tradición de jugadores de esa comunidad en el club blanquinegro. Sol, con el paso de los años, se fundió con Valencia, donde triunfó como futbolista y donde maduró y formó una familia con Paola y sus hijas Paola y Alejandra. En las doce temporadas de murciélago jugó 381 partidos y anotó 17 goles. Logró Liga, Copa, Recopa y Supercopa de Europa.

Con Mundo se asentó de lateral. Fue el entrenador que más confió en él. También formó como central, pero donde triunfó fue en la banda. Con sólo 19 fue titular en la Copa del 67 contra el Athletic y se llevó su primer título. No todo fueron días de vino y rosas. Con 20 años se rompió la tibia y el peroné y se perdió gran parte de la temporada. En su carrera fue operado cuatro veces de la rodilla y la cadera. Le quedaron secuelas y caminaba con dificultad por problemas en la espalda. Pero salió fortalecido. Tanto que se convirtió en internacional con Kubala. Disputó 28 partidos con la selección española.

En el encuentro mágico de Sarrià consiguió el título de Liga, con Di Stéfano en el banquillo, y rozó el doblete. Pero la Copa la perdió el Valencia y, además, Sol fue expulsado. Pero aquí viene otra muestra de su bondad. Valdez le pegó una pequeña patada por detrás al árbitro, Saiz Elizondo, que se giró y le sacó la roja directa. En el verano, el valencianista llamó al colegiado, que se disculpó por la equivocación, pero Sol no le dijo que fue Valdez.

Su progresión era meteórica y en su camino se cruzó el Real Madrid. Su fichaje fue de película. El defensa viajó con un amigo un lunes a un coto de caza en Almansa. Al terminar se fueron a comer a un restaurante en el pueblo y allí estaba Santiago Bernabéu con su mujer. Al acabar se acercó al presidente madridista para saludarlo y este le espetó: «Tú el año que viene serás jugador del Real Madrid». Dicho y hecho. 33 millones costó el traspaso. Pero nadie en Valencia criticó la transacción. Sol era respetado por todos. En su viaje hacia Madrid le surgieron dudas. Era tal su valencianismo que en Motilla paró el coche pero sus acompañantes le convencieron para seguir adelante. Posteriormente fue feliz en el Real Madrid, donde ganó tres ligas en cuatro años. En la capital tuvo otra muestra de su generosidad. Alberto Toldrá hijo contaba ayer en la Ser que cuando estaba lesionado no acudía al club a cobrar los cheques de su sueldo. Años después volvió al Valencia, donde jugó dos temporadas más. En 1981, dieciséis años después de debutar, puso punto final a su trayectoria sobre el césped para ser delegado –dimitió por la alineación indebida ante el Novelda–, dirigente y embajador del club. Como consejero fue muy respetado por Peter Lim. No hacerlo era imposible por su amabilidad. «Una gran persona», decían todos los que le conocían. Historia, corazón y leyenda, como reza en el mural de Mestalla.

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