Si finalmente las grúas entran en la masa de cemento de las Cortes Valencianas, habrá rediseño del estadio. Hasta ahora, el Nuevo Mestalla ha sido repensado hasta en cuatro ocasiones. Mark Fenwick, arquitecto encargado de dibujar la nueva casa del valencianismo, tendría que cavilar de nuevo sobre la maqueta de lo que empezó como una obra faraónica en 2006.
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El presidente, en este caso el máximo accionista, pide y el despacho de arquitectos ejecuta. Sin ningún problema previo pago. De hecho, Fenwick ha demostrado que todo puede adaptarse. El pasado mes de abril, el prestigioso ingeniero, que ha recibido numerosos reconocimientos a nivel nacional e internacional por obras que sí que ha podido ejecutar, dio algunos detalles de cómo sería el fútbol en la era Covid. Aunque en España los grandes estadios todavía no han puesto en marcha aquello de la alta tecnología con reconocimiento facial o toma de temperatura, es cuestión de tiempo de que así sea.
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En 2006, en plena burbuja inmobiliaria y con los grandes sueños de Soler, el Valencia presentó un súper estadio. 350 millones de euros para acoger miles de ilusiones y finales de Champions. Madera, cristal y en la grada, 75.000 almas. Casi nada.
Manuel Llorente también fantaseó con un propio campo. Fue un anhelo de una cubierta de vidrio de color azul impulsada por la fracasada Newcoval que nunca vio la luz. Sí que enseñó Amadeo Salvo, antes de la llegada de Peter Lim, su Nuevo Mestalla. El club necesitaba abaratar el coste del estadio y el tijeretazo fue tal que el reinicio y la finalización de las obras se tasó entre los 110 y 120 millones.
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La cubierta de aluminio y acero fue por los aires, metafóricamente, en 2017. Aquel año, Anil Murthy presentó en la junta de accionistas un nuevo rediseño. Una acción estratégica. Quería el presidente del Valencia demostrar así que a Peter Lim le importaba algo el nuevo estadio. Fenwick defendió su nueva obra. Más moderna. Justo hacía referencia el arquitecto de distancia social, dos palabras que en el último año han tomado una inédita relevancia. «Las butacas serán más amplias y habrá más espacio entre ellas y entre las filas», explicaba. El aforo volvía a reducirse hasta una cifra más realista: los 55.000 aficionados y la luz se hacía paso a través de unas características columnas. Este proyecto por cierto ha sido uno de los que más ha seducido al valencianismo. Una obra en la que se estimaba que el club debía desembolsar unos 100 millones. Ahora se estima un nuevo tijeretazo.
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