![La rebelión de los muchachos](https://s3.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/2023/05/14/Imagen%20(180334279)-Rg2uDhZdwU7XQlxGE99AszM-1200x840@Las%20Provincias.jpg)
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Si es verdad lo que atestigua ufanamente Javier Solís, eso de que el señor Peter Lim no se pierde ni un solo partido del Valencia –gracias a su supertele maxi extraplana de altísima resolución– a estas horas es más que posible que ya haya llamado por teléfono a su amigo Jorge Mendes preguntándole quién autorizó y cuánto costaron los fichajes en enero esos tres jóvenes futbolistas que están tirando del carro y sacando al equipo del fango. Ni llegaron en enero, ni le costaron nada a Meriton ni tampoco son puramente producto de la cantera como tal. Pero sí se están convirtiendo estos tres imberbes y por méritos propios en los héroes de un Valencia que a golpe de contragolpe empieza por fin a tomar distancia del infierno.
Con el pulmón y la cabeza de Javi Guerra, con el descaro de Diego López y con la picadura mortal de Alberto Marí. Los dos primeros celebraron este sábado su 20 y su 21 cumpleaños respectivamente y el tercero cumplirá este verano 22. El éxito coyuntural del equipo es un reconocimiento al trabajo de captación de jóvenes valores, un reconocimiento a la osadía de Baraja de dar un revolcón total a su vestuario y la confirmación de que la secretaría técnica del Valencia no está a la altura de las circunstancias. En el momento más crítico del año, la rebelión de estos chavales supone el punto de inflexión necesario para dar fundamentos a la salvación. El Valencia dio un golpe encima de la mesa, llevándose los tres puntos justo en la jornada en la que el resto de mediocres competidores se recreaban en la inopia. Es más que probable que Baraja haya dado con la tecla definitiva. No hay para mucho más, pero se da por bienvenida esta apuesta tan descarada por un juego que en otras épocas era sinónimo de felicidad para los blanquinegros. Sin el balón pero con velocidad; sin dominio pero teniéndolo todo bajo control; con aparente fragilidad pero sabiendo que en cualquier momento podía morder...
Pocos pero se le pueden poner al Valencia. Sufrió, claro, como casi siempre y como les pasa a todos, pero cuando vio un esquicio por el que colarse acertó a golpear al rival donde más le podía de doler. No le hizo falta jugar un gran fútbol, la prueba está en el primer gol. Con cuatro toques tuvo suficiente. Balón largo de Mamardashvili, pifia de Cervi y a Diego López pone el turbo. Un toque para profundizar y otro para servir; el cuarto golpe fue de un Kluivert que demostró tener más inspiración goleadora que Cavani, Marcos André y Hugo Duro juntos. En el minuto 8 ya se había puesto el Valencia por delante en el marcador y lo que es mejor, con buena pinta la cosa. A Baraja confirmó lo que durante la semana llevaba masticando: con Nico y Javi Guerra al fogón, Diego López por la derecha, Lino por la izquierda, Almeida dos pasos más adelantado y Kluivert arriba. El toque del portugués y el resto, a correr. Ese es el Valencia que camina, ahora sí, sin muchos titubeos. Cada balón largo valencianista metía en problemas a los vigueses, incapaces de conectar con un Iago Aspas todavía renqueante.
El Celta doblaba en número de pases y en posesión, pero cada vez que los valencianistas veían verde para correr, eran un peligro constante. Como cuando salvó la situación Renato Castro después de que conectaran Nico, Diego López y Almeida con Kluivert de nuevo a punto de hacer la sentencia. Llegaría el empate, ya en la segunda mitad, cuando Seferovic se deshizo de Javi Guerra en la marca para cabecear bien lejos de Mamardashvili el saque de esquina. Era la hora de juego y demasiado tiempo por delante todavía para intuir que el Celta podría darle la vuelta finalmente al marcador.
Había pues que buscar soluciones alternativas. Diego López y Lino ya estaban totalmente vacíos de fuerzas, entraron Yunus y Lato. Luego Ilaix por Nico; pero el Celta empezó a crecerse. La envergadura de sus delanteros estaba metiendo en problemas a la defensa. Por eso no extrañó del todo la igualada, aunque el Valencia no terminaba de entregarse por completo. Aún había esperanza; aunque nadie podía imaginar que Baraja decidiera apostar por dos delanteros de refresco cuando la opción más conservadora podía ser la de tratar de conservar por todos los medios el punto. Fuera Kluivert y Javi Guerra y tiempo para Hugo Duro y el joven Alberto Marí. Al madrileño, lo de marcar se le ha olvidado por completo; pero nadie podía imaginar que el que hasta hace pocas fechas era el máximo goleador de 2ª RFEF con 11 muescas fuera el que le pondría la guinda al domingo.
Marí es un rematador nato, seguramente le cogió gusto a marcar chutándole de pequeño a su padre –fue portero del Hércules–, pero fue posiblemente el único que creyó que Yunus olvidaría su apatía general y que Foulquier acabaría centrando bien –casi es un milagro que lo haga–. De cabeza y con tantas ganas como acierto, acabaría rematando el balón el '46' para enmudecer Balaídos. Bueno, a todo Balaídos no, porque los 200 valientes que se pegaron la paliza para estar con su gente lo festejaron por todo lo alto. Ah, y Lim, que se fue a la cama pensando que todos los que creen que es un desastre planificando se equivocan como siempre. Jorge... ¿seguro que no los hemos fichado en enero?
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