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El solar económico que simboliza el proyecto de Peter Lim en el Valencia, camino de los 200 millones acumulados en pérdidas con Meriton al frente ... de la nave, tiene un único clavo al que agarrarse; el nuevo Mestalla. El gran problema con la mole de cemento que lleva parada desde febrero de 2009 –y donde ya se han invertido 173 millones de euros– es que para convertir en realidad lo que el club tiene en la cabeza hace falta que, por fin, las buenas palabras se conviertan en certezas. El informe de auditoría de las cuentas que se presentarán en la próxima Junta apunta a que antes de que termine el 2023 se firmará el nuevo convenio para que se reanuden las obras. El gran problema es que, a día de hoy, todo eso está en al aire.
Con Peter Lim cerrando el grifo de la financiación, y el club perdiendo una media de 50 millones de ingresos cada temporada que no juega en Europa, el Valencia fía su supervivencia financiera al nuevo Mestalla. Con los 80 millones de CVC que puede destinar a infraestructuras metidos en un cajón, o lo que es lo mismo perdiendo dinero puesto que se está descontando cada curso el 10% de los ingresos de televisión, y los 35 de la oferta de la empresa Atitlan por la compra de 40.000 metros cuadrados del terciario del nuevo campo, la entidad tiene 115 de los 170 en los que se estima la finalización de las obras. Una cifra con asterisco puesto que aún no se ha realizado un presupuesto actualizado al céntimo con los nuevos costes de los materiales o la inflación. La financiación de esos 55 millones que hay de diferencia es uno de los puntos que separa a la entidad con el Ayuntamiento, que sigue exigiendo al club que comience las obras para firmar el nuevo convenio.
Más allá de la opción de albergar partidos en el Mundial 2030, aunque si ocurriera el club obtendría ingresos por ello, en un presupuesto que ya está por debajo de los 100 millones de ingresos, las posibilidades que le daría al club un recinto de 66.000 espectadores (más abonados, explotación de palcos...) es una de las claves del modelo de negocio a medio plazo. La gran pregunta que sigue sin contestar Meriton es el motivo por el cual Peter Lim, si ésta es la hoja de ruta, no avala lo que resta de financiación de la obra y no entran ya las máquinas a trabajar. Como sigue sin hacerlo, y nada parece indicar que lo vaya a hacer, el recelo de que el actual máximo accionista está desinvirtiendo buscando una venta buena para sus intereses gana enteros. La única certeza es que desde que compró las acciones de la Fundación, en diciembre de 2014, su desidia con el nuevo Mestalla ha sido constante y absoluta.
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Es cierto que los ejecutivos del Valencia tienen la obligación de tener un plan previsto, es su trabajo, por si en algún momento el dueño de Meriton decide ponerse a la faena. Ahí, ya se está negociando con operadores internacionales para una eventual explotación del nuevo estadio. También existe un plan de amortización del impacto de una reanudación de las obras en las cuentas anuales del club. Conviene no olvidar que buena parte de la actual deuda proviene del agujero económico generado por los años en los que se fueron sufragando las obras –durante el mandato de Juan Soler– a costa de los presupuestos ordinarios de ingresos y gastos de cada temporada. En ese aspecto, el tener casi un 70% de la financiación para terminar el estadio amarrada permite tener más fuerza a la hora de negociar. De nuevo con la misma máxima que es que nada será posible si Lim no lo aprueba. De momento, que no es poco, se niega a aportar financiación para terminar el estadio, aunque fuera con un acuerdo para recuperar esa inversión con los futuros ingresos, y ni siquiera a avalar la obra.
La cruda realidad es que en la próxima Junta se volverán a aprobar unas cuentas que siguen reflejando el deterioro del activo del nuevo estadio, con las obras paradas desde hace más de catorce años. En el ejercicio 22-23 se apuntó una reversión del mismo de 4,21 millones dejando el deterioro acumulado a 30 de junio de 2023 en 25,83 millones.
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