¿Qué engranajes movieron a Ricardo a matar a sus dos hijas? ¿Por qué José acabó en un prostíbulo tras destrozar a su familia a martillazos? ¿Qué empujó al asesino de Castellar a convertirse en verdugo para tres vecinos? Los crímenes de asesinos múltiples más recientes en la historia de la Comunitat Valenciana dejan una estela de de dolor: 15 víctimas en cinco matanzas en Tuéjar, Elche, Castellar o los más recientes de Alicante y Castellón. Pero también un sinfín de incógnitas que se resumen en dos palabras: ¿por qué?
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Vicente Garrido es psicólogo, profesor de la Universitat de València y experto criminólogo. Acaba de publicar 'Asesinos múltiples y otros depredadores sociales. Las respuestas a la gran paradoja del mal'. En la obra, el escritor analiza precisamente los complejos resortes de aquellos que matan a dos o más personas en un sólo acto.
En nuestra región hay un denominador común para estos casos: el consumo de drogas está presente en el asesino de Tuéjar que mató a su mujer y a sus tres hijos, en el parricida de Elche, en el de Castellar y en el hombre que a mediados de septiembre segó la vida de sus padres y su hermano en Alicante.
Según Garrido, «es un riesgo indudable en el contexto familiar. No es habitual su presencia en crímenes múltiples de extraños, por ejemplo en los tiroteos en colegios de Estados Unidos, pero sí en familia». Y revela algunas claves: Las drogas «dan 'valentía' o 'arrojo' al individuo que se apresta a cometer la atrocidad, le libera de inhibiciones». Pero no son el móvil. «Tenían sus razones para matar y el consumo les permitió crear el escenario donde convertir sus fantasías homicidas en realidad».
Garrido va más lejos: «Los que no viven en una subcultura criminal encuentran sus motivos de frustración en su vida familiar. Desde sus peculiares esquemas mentales, perciben a la familia, y a la mujer en general, como lo que le 'ahoga por dentro', de ahí que decida acabar con ella y, por extensión, con sus hijos». ¿Hay modo de detectar las 'bombas de relojería'? «Poco podemos hacer», lamenta el experto. «La ignición del deseo homicida ocurre en la mente. Sólo si se verbalizan deseos o aparecen ataques de ira podríamos encontrar señales de alerta. Pero la fantasía homicida no se penaliza y la ayuda psiquiátrica sólo es efectiva si el sujeto la busca».
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Para el escritor valenciano, los homicidios múltiples están muy asociados a dos factores: «La facilidad de poseer armas de fuego, complicado en España, y un componente más psicosocial. Los asesinos múltiples suelen padecer alienación y una falta de ajuste en la vida. Son muy narcisistas, las afrentas las procesan muy mal, algunos son defensivos y atacan por la espalda».
Las matanzas en familia, ahonda, suelen derivar de «un sentimiento de frustración profunda en la convivencia, y de una extraña dependencia emocional de la mujer». Entonces el sujeto «teme o no puede soportar el abandono. No tiene por qué haber maltrato físico, aunque sin duda habrá habido conductas de celos y control. Ahí se cultiva algo muy complicado de detectar o prevenir, particularmente si no hay amenazas de violencia grave».
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José Rubio: 4 víctimas (tres hijos y mujer). Tuéjar (2001)
A José Rubio no le valió una condena de 65 años de cárcel por matar a su mujer y a sus tres hijos en Tuéjar en 2001. Él dictó su sentencia y se quito la vida en prisión. «He querido a mi mujer y a mis hijos. No se por qué les ha tocado a ellos», dijo en el juicio. Para Vicente Garrido, la clave del caso está en este párrafo de una publicación de prensa: «Rubio admitió que estaba acostado en la cama y tomó la decisión de acabar con la vida de su mujer y sus tres hijos. Se levantó, cogió un cuchillo de cocina y lo escondió en el pantalón del pijama».
El parricida, desgrana el experto, «aseveró que nunca diría la razón de su conducta, a todas luces inexplicable, salvo que era consumidor» de cocaína. Aquella noche la mezcló con alcohol. «Muchos asesinos múltiples matan sin una razón. La explicación radica en el umbral de tolerancia del individuo frente a un presente que juzga intolerable». Intentar ahondar más allá es buscar en un pozo sin fondo. «Simplemente», expone Garrido, «concluye que hay que tomar un atajo, que si es capaz de atreverse a hacer esa atrocidad sus problemas desaparecerán para siempre».
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Se trata de personas que alcanzan «una profunda desconexión entre su realidad, lo que le atormenta, y lo que representa la vida humana. Su familia pasa a tener un valor secundario respecto a lo que él necesita».
José Planells: 3 víctimas (vecinos). Castellar (2011)
José Francisco Planells dejó a su bebé a su vecina para que la cuidara. Sin mediar palabra, asestó a la mujer tres puñaladas por la espalda. Su marido y su hijo de 13 años recibieron 20 y murieron, igual que otra residente de Castellar (Valencia). Tomó alcohol y coca y acabó condenado a 69 años de prisión. Garrido remarca que atacó a personas de su finca, «pero no a su familia».
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En el juicio «asumió todo el peso de la ley a pesar de que su defensa esgrimió al principio una locura transitoria» derivada de las drogas. La impresión del profesor Garrido es que se trata de un asesino múltiple «a la americana», es decir, «motivado por una sensación poderosa de frustración derivada de los problemas o angustias que sentía, pero con un cuchillo, porque en España el arma de fuego tiene una disponibilidad restringida».
Considera que Planells estaba «asqueado del mundo, se siente perdedor y canaliza su frustración con furia homicida». La situación que genera esa ira «no tiene por qué ser razonable». Lo fundamental, insiste, es la percepción de la realidad del asesino, «que se sienta injustamente tratado y que sea más urgente cambiar las cosas que permanecer inactivo». La cocaína «le ayudó a superar su inhibición. Podía haber actuado contra su familia, pero lo hizo con los que estaban en medio».
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Fco. Javier M. B.: 3 víctimas (padres y un hermano). Alicante (2018)
Francisco Javier M. B., toxicómano en tratamiento, discutió con su hermano y acabó con su vida. Cuando sus padres llegaron a casa también fueron acuchillados. Ocurrió hace un mes, en Alicante. «Convertido a una vida canalla, con malas relaciones familiares y un vínculo afectivo muy deteriorado», interpreta Garrido.
«La familia, harta de aguantar, un infierno para todos, reproches crudos...». En estas situaciones «el asesino no quiere escuchar la verdad de lo que es en realidad, que su vida es una pérdida de energía en el universo y que por su culpa los demás sufren. Quiere su dinero, no aguanta insultos y reproches y se genera ira hacia su hermano, al que percibe como un estorbo».
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Ricardo Carrascosa: 2 víctimas (hijas). Castellón (2018)
Ricardo C. G. mató a sus dos hijas en Castellón. Nerea y Martina fueron víctimas e instrumento de un asesino machista para vengarse de su exmujer tras separarse. «El asesino múltiple tiene la piel muy fina», critica Garrido. «Espera de sus allegados mucho respeto y sumisión. Si no lo recibe, guarda la afrenta a fuego».
Ante la ruptura, «la herida narcisista aumenta». Se suman «factores adicionales de estrés económico o posibles depresiones, pero no estamos ante un loco, sino ante alguien que se siente ofendido y encuentra un escenario donde su miseria va a desaparecer». De algún modo, se crea la maraña mental «de un relato de venganza y justicia por el que vale la pena morir».
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José Maciá: 3 víctimas (su mujer y sus dos hijos). Elche (2005)
José Maciá consumió alcohol y cocaína antes de destrozar a su familia con un martillo en 2005. Fue en el barrio de El Pla, en Elche. Acabó condenado a 54 años de cárcel y falleció en prisión en marzo del año pasado. Como desgrana Garrido, en este caso el asesino múltiple «tiene una adicción que no está dispuesto a abandonar y su mujer y sus hijos son un fuerte obstáculo para poder llevar el tipo de vida que desea». Después del homicidio múltiple José se fue a un club de alterne y, antes, ya había iniciado la juerga.
«Puedo imaginar las discusiones y reproches de su mujer, a la que conocía desde el instituto». En su psique, desgrana el experto, «acabar con su familia es acabar con su problema. La perspectiva de la cárcel no entra en su determinación porque cuando uno se droga la realidad se circunscribe a lo que está viviendo en esos momentos». En opinión de Garrido, «no se trata tampoco de un impulso irresistible o de locura transitoria».
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El parricida de Elche «sabía que la muerte de su familia terminaría con los reproches y con el sentido de frustración que le ocasionaba saber que como padre era un desastre». Si mataba a los hijos, «ya no era necesario ser un buen padre ni pelear contra sus demonios interiores (su deseo de pasarlo bien y consumir alcohol y drogas)». Ir a un club de alterne tras un triple crimen «es toda una declaración de intenciones».
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