Borrar
Directo Sigue el minuto a minuto del superdomingo fallero
Resistir. José Miguel Lliso en su 'Horno San Vicente'. irene marsilla
Precio de la luz | Comercios con la luz al cuello

Comercios con la luz al cuello

Los comerciantes valencianos se resisten a repercutir la subida de precios en sus productos mientras les ahogan las facturas. «Estamos indefensos», dice un hornero

BELÉN HERNÁNDEZ

Miércoles, 9 de noviembre 2022, 20:07

Los comercios de siempre siguen abiertos. Se resisten a bajar las persianas, ¿pero a qué precio? José Miguel Lliso está en el mostrador del horno San Vicente, en pleno centro de Valencia. Es de esos dueños a los que sus empleados no les tienen que contar cómo va el negocio, si no que madrugan para estar presentes a las seis de la mañana, cuando su local empieza a funcionar. Hace 30 años que José Miguel abrió «su comercio de toda la vida». Ha dedicado todos sus esfuerzos a la panadería tradicional, pero no se ha visto recompensado en absoluto.

«Ni siquiera tuvimos una situación similar durante la crisis del 2008», argumenta. «En aquel momento no había el descontrol de precios que hay ahora». Ha tenido que gastar todos los ahorros que ha atesorado a lo largo de tres décadas de esfuerzo en mantener abierto su local. «Ya no me queda margen de beneficios», lamenta José Miguel. Empezó subiendo los precios de los productos, lo confiesa. Pero nada en comparación de cómo le han subido las facturas. «Todas las semanas me aumenta el coste de las materias primas y no puedo repercutirlo». También el gasto en luz se ha multiplicado de manera exponencial. «Antes pagaba unos 2.000 euros y ahora casi 3.700. Me ha subido casi un 50%».

El dueño del horno San Vicente estará presente en la manifestación para clamar por una reducción de los costes. Aunque no tiene esperanzas de que se les escuche. «Somos un sector muy indefenso. No nos van a hacer caso. Somos el 'patito feo'», dice muy a su pesar. Aun así, seguirá reivindicando que le concedan ayudas para poder sacar su negocio a flote. No ha visto resentida la demanda de sus productos, pero el exceso de los costes le repercuten negativamente. Pero se despide con un atisbo de optimismo. «A ver si haciendo presión nos hacen más caso», añade con una sonrisa torcida y una voluntad arrolladora.

Valencia, llena de afectados

José Miguel no es el único que se ha visto «con la luz al cuello». El propietario de Casa Mundo, Edmundo Suárez cuenta que la factura prácticamente se les ha cuadruplicado. «Hemos pasado de pagar unos 1.500 euros a llegar casi a los 5.000», comenta resignado. También se han visto obligados a subir un poco los precios aunque recalca que la mayor parte de la subida «la estamos asumiendo nosotros en lugar de repercutirla al cliente». La afluencia de gente que acude al bar no ha disminuido pero «hay clientes que se quejan de los precios pero saben que todo está subiendo. Hay que resignarse al final». No descarta tomar medidas más drásticas para lograr ir menos ahogado como reducir la oferta de la carta o reducir el personal en plantilla.

Edmundo Suárez en su bar 'Casa Mundo'. Irene Marsilla

Además de la iluminación del local, Edmundo Suárez hace referencia a que tener encendidas las cámaras frigoríficas, neveras y congeladores supone un gasto desorbitado. Participó en la protesta de los hosteleros el pasado 8 de noviembre y apagó las luces de su establecimiento de las 19:00 a las 19:15 horas. Mientras duró el acto simbólico, se sirvieron de velas para no quedarse completamente entre las sombras. Para los propietarios de estos comercios cualquier gesto es bueno con tal de que se tengan en cuenta las necesidades de un sector que está en la cuerda floja y que ve como poco a poco se ven mermadas las fuerzas que les quedan.

Manuel, (nombre ficticio para preservar su intimidad), es el dueño de una zapatería del centro de Valencia. Quería acogerse a la ayuda de 200 euros anunciada por Joan Ribó, pero no puede. «Vivo en Aldaia y no me la conceden», se queja el comerciante. Ha pasado de pagar 65 euros a 180. Tiene un local bastante pequeño. Un negocio de barrio. De los de toda la vida. El típico hombre que te ha visto crecer a través de la puerta de su zapatería. Siempre amable, sonriente. A pesar de la insistencia y correteos de los pequeños que juegan cerca de su lugar de trabajo.

En lo que se refiere a las reparaciones de zapatos, bolsos... o aquellos servicios que dependen meramente de él no ha incrementado el coste. Pero en lo que se refiere a los productos sí que ha tenido que repercutirlo aunque fuera un mínimo.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

lasprovincias Comercios con la luz al cuello