El día que mi madre intentó suicidarse

Autolesiones. Una llamada te puede cambiar la vida. En Valencia, más de cinco personas al día tratan de ponerle punto final a todo. Esta es una de esas historias

Álex Serrano

Valencia

Lunes, 7 de noviembre 2022, 02:15

Cuando vengo del centro al periódico siempre cojo el mismo camino: Ángel Guimerà, Lorca, Archiduque Carlos y Tres Forques. Estaba en la esquina de las dos últimas de estas calles cuando recibí una llamada de mi padre. Me dijo: «Estamos en el hospital con ... tu madre». De repente, el camino conocido se convirtió aquel sábado en dos tiras lechosas de calles y coches que corrían más allá de las ventanillas mientras intentaba entender lo que me estaba diciendo. «Está bien, está en Urgencias y le van a hacer un lavado de estómago», me dijo.

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Aquel día de verano de 2021, mi madre fue una de las 1.905 personas que ese año intentaron suicidarse en Valencia. A este dato absolutamente terrorífico hay que sumar los 33 suicidios consumados, siempre según datos de la Policía Local de Valencia recogidos en la memoria anual del Ayuntamiento. No sé si sus familias pasaron por lo mismo que pasé yo aquel sábado, ese mar de dudas y de miedos que te pasa por encima como una ola particularmente fría. Nadie sabe qué decir cuando cuentas que tu madre ha intentado suicidarse, porque nadie nos prepara para aceptar que hay gente que sufre. Recuerdo perfectamente esa tarde blanca en un pasillo de Urgencias del Hospital General de Valencia. Mi madre, funcionaria jubilada, tuvo que pasar casi tres horas en un pasillo pálido de las Urgencias del General. Porque fui a estar con ella mientras mi padre esperaba fuera. A saber qué le estaba pasando por la cabeza esa mañana. Si había tardado mucho en volver a casa cuando ella le llamó para decirle que avisara al 112, que había hecho una tontería, seguro que fue una de ellas.

La gestión del duelo es una de las cuestiones más complicadas tras un suicidio, o tras un intento. Al final, todos lloramos en casa cuando pensamos en qué se nos ha escapado, qué no hemos visto, por qué no le cogimos el teléfono el día de antes o por qué no fuimos a verles la semana anterior. «La culpabilidad del superviviente es muy habitual», explica Marcos Rodes, psicólogo especializado en procesos de acompañamiento al duelo del Instituto del Duelo de Alicante. «Este va a estar presente en los familiares el resto de sus vidas, todos los días. En algún momento deja de ser incapacitante si el duelo se supera, pero incluso en ese caso, en algún momento lo recordará», cuenta Rodes, una emoción que evidentemente es más complicada de gestionar en caso de suicidios consumados, que generan un duelo «mucho más difícil de superar que otros tipos de duelos». En el fondo del cerebro martillea una pregunta: «¿Por qué no me di cuenta antes?».

Hay señales, claro. «No valgo para nada», «el mundo estaría mejor sin mí», «no puedo más», «tengo ganas de morirme»... no son dramas creados de la nada. No son ganas de llamar la atención. Son el aviso del servicio de guardacostas, la alarma que suena en la oscuridad, una luz roja en un panel de control. Mi madre, como entendí esa tarde mientras ella, tapada con una manta y sola en un pasillo, decía que sus compañeras de habitación le habían dado de comer y masticaba un bocadillo inexistente, no había hecho una tontería. Mi madre no había visto otra salida. Mi madre era una profesora que hace quince años fue diagnosticada con trastorno bipolar. La enfermedad destruyó lo que era una fuerza de la naturaleza. A la mujer más valiente que conozco (qué les voy a decir, es mi madre) la sustituyó un desequilibrio químico que la hacía vivir en una montaña rusa eterna. Ella vio, aquella mañana de julio, que no había otra solución.

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«Vemos gente sin antecedentes que viene con cuadros de depresión que se complican», dicen desde la Conselleria de Sanidad

No es la única. Entre 2020 y 2021, los intentos de suicidio en Valencia han aumentado casi un 43%, según datos recogidos en la memoria del Ayuntamiento de una ciudad que sufre. Los bomberos atendieron, en 2021, a 139 personas por intento de suicidio, mientras que el año anterior lo hicieron únicamente con 6. Paco Pérez, jefe de servicio de Salud Mental en la Conselleria de Sanidad, constata un «importante aumento de tentativas». «Estamos viendo mucha gente sin antecedentes psiquiátricos que viene con cuadros de ansiedad y depresión que se complican», comenta Pérez, que desmonta mitos, como ese que dice que quien se quiere suicidar no lo intenta, lo hace. «No todos los que lo intentan tienen un deseo o una intención real: a veces es un momento de desesperación», indica. El experto asegura que no todos los que se suicidan tienen un problema de salud mental.

El Teléfono de la Esperanza también constata este aumento de llamadas. Según Carmina Ayuso, coordinadora de la ONG en Valencia, hay una evolución al alza. «En 2020 las llamadas suben casi un 29% con respecto a 2019 en la ciudad, mientras que ese incremento ha sido del 34,5% entre 2021 y 2020», indica. Tanto Pérez como Ayuso apuntan a un grupo en concreto: los jóvenes. «Respecto a los menores de 25 años, el incremento de llamadas en Valencia del primer semestre de 2022 con respecto al mismo periodo de 2021 ha sido del 23%», comentan desde esta ONG que lleva ya medio siglo de trabajo en la Comunitat Valenciana, un tiempo en el que ha atendido más de 250.000 llamadas.

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Según el Instituto Nacional de Estadística, el suicidio fue en 2020 la primera causa externa de muerte para jóvenes de entre 25 y 34 años, por encima de los accidentes de tráfico. «Las tentativas en ese grupo han aumentado mucho. La pandemia ha hecho mucho daño a jóvenes y adolescentes porque les ha producido un aislamiento social en un momento de su vida en que están configurando sus redes y sus grupos de apoyo», asegura Pérez, que añade que es un daño que todavía persiste: «Las consultas de jóvenes y adolescentes son muy constantes».

Todos ellos son una estadística, como mi madre, que es también mi madre. Cada una de esas 1.905 personas es un dato estadístico, pero también es un grito desesperado de ayuda. Aquel día en la consulta de la psiquiatra de guardia, la doctora bajó para decirnos que no podía ingresarla. «El ala de psiquiatría es un sitio muy duro», dijo. Cómo será la cosa para que los propios especialistas no lo recomienden. Nos fuimos a casa. Es entonces cuando empieza la gestión personal, que a veces es la más complicada. «Es muy difícil controlar de forma constante y permanente la conducta de una persona que está en crisis suicida», indica Ayuso. Por suerte, mi madre está ahora mejor. Tiene sus días, claro, pero va mejorando. Uno nunca combate tanto con sus fantasmas como cuando pelea contra los que tiene dentro de la cabeza. Ya saben, que algo suceda únicamente ahí dentro no quiere decir que no sea verdad. No sé cómo estarán las otras 1.904 personas. No sé cómo estarán sus familias. Sé que mi madre no es más valiente ni más cobarde que nadie, pero celebro que ella esté mejor.

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Los intentos de suicidio en Valencia subieron un 43% entre 2020 y 2021, según datos de la Policía Local

No voy a decir a quien sufre que busque ayuda. No voy a decir que deje de estar triste. Lo único que puedo decir es que estoy aquí. Que estamos aquí. Está ahí el Teléfono de la Esperanza, el 024, la Asociación Caminar, el Instituto de Duelo de Alicante. La Conselleria de Sanidad, claro. Los ayuntamientos. Hay toda una red de apoyo preparada para escuchar a quien no vea otra salida. Nadie es más valiente que nadie, nadie es más fuerte que nadie. Hacemos lo que podemos y eso está bien. Además, nadie está solo y nada dura para siempre, ni siquiera mi madre.

Y, por descontado, tampoco el dolor.

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