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Destrozos de la DANA en el interior del Centro Comercial Bonaire. TXEMA RODRÍGUEZ

La riada también se lleva el ocio

Sergi tiene imposible entrenar a su equipo de fútbol, María José se siente «extraña» al salir de su pueblo para comprar, Miguel no puede asistir a sus clases de música... los afectados siguen sin poder evadirse de la realidad un mes después de la catástrofe

Pablo Alcaraz

Valencia

Sábado, 30 de noviembre 2024, 01:05

El lodo lleva ya más de un mes ocupando todos y cada uno de los aspectos de la rutina diaria de miles de valencianos. Las primeras estimaciones de pérdidas generadas por la DANA que el fatídico 29 de octubre asoló casi un tercio de ... la provincia son cuantiosas, aunque ni que decir cabe que, por encima de todo, están las más de 220 personas que perdieron la vida y que ya descansan en paz. En términos materiales, otros miles de inmuebles y vehículos se echaron a perder por culpa de la catástrofe. No obstante, la riada también se llevó por delante las sonrisas de toda la ciudadanía. La gran mayoría de actividades de ocio de l'Horta Sud son a estas alturas un mero recuerdo del pasado. Valencia capital se ha convertido para muchos en la única vía de escape para, aunque sea de manera momentánea, evadirse de la cruda realidad que se vive cuando al vivir en medio del barro.

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Allí donde los bares permanecen con la persiana bajada, donde todavía se achica lodo de bajos y garajes, donde los polideportivos han sido convertidos en vertederos o cementerios de coches destrozados y donde los enormes desperfectos mantienen cerradas a cal y canto grandes superficies comerciales como el MN4 o Bonaire, resulta imposible aprovechar el poco tiempo lúdico disponible tras interminables jornadas de limpieza.

El cansancio hace mella y se hace cada vez más cuesta arriba desconectar de la monotonía. Más si cabe cuando se sabe que todavía queda mucha faena por delante, pero se desconoce hasta cuándo va a durar la agonía.

Sin embargo, cada generación es un mundo. Con sus distintas maneras de aprovechar los pequeños divertimentos que da la vida, la riada ha marcado un antes y un después, un cambio drástico de las actividades destinadas al ocio tanto en jóvenes como en adultos y ancianos.

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Juventud Sergi, joven de Alfafar

«Hay que seguir ayudando en lugar de salir de fiesta»

Sergi es uno de los integrantes de la generación de cristal que con motivo de la DANA se ha hecho de hierro. Lleva un mes sin dar abasto limpiando las calles de Alfafar, su pequeña patria. Para él, hoy es otro día más en la oficina, pues no hay nada de ocio en mitad del desastre. «Aquí no hay normalidad porque todo el mundo tiene amigos y familiares que lo han perdido todo. Qué menos que echarles una mano y seguir con ellos en lugar de salir de fiesta», comenta este joven alfafarense de 23 años.

Sobre la falta de planes para divertirse junto a sus amigos que la riada ha truncado por completo, Sergi resalta el hecho de no poder ir al cine en el MN4, perderse por el IKEA en busca de mobiliario doméstico o en Media Markt en el caso de requerir aparatos electrónicos. «Ahora por ejemplo con en Black Friday nos vendría muy bien poder ir allí», explica. Según este joven, la juventud de los municipios afectados como Alfafar se ve obligada a ir al centro de Valencia para encontrar un rato de desconexión o hacer las compras de regalos navideños.

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Además, relata que esta travesía hasta el centro neurálgico de la capital supone un auténtico calvario para muchos jóvenes que tienen que acudir en autobuses y, la mayoría de veces, estos autocares van a rebosar de pasajeros.

Sergi también destaca las dificultades que se encuentra hoy en día a la hora de hacer deporte por el polvo en suspensión. «Sales a correr y te ahogas», resume. Él es entrenador de un equipo de fútbol infantil y defiende que necesitan irse a otros campos a entrenar «ya que aquí no se puede jugar».

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Cargado con la pala al hombro, se dirige a casa de uno de sus amigos que lo ha perdido todo por culpa de la riada. Resulta que su colega se ha quedado, además de sin hogar, sin un pequeño estudio de música al estar situado en una planta baja. «Todavía queda mucha faena», dice mientras se aleja por la avenida de la Albufera.

Mediana edad María José, comerciante de Benetússer

«Cuando vas a Valencia sientes que estás abandonando a tu pueblo»

María José lleva en primera línea haciéndole frente a la catástrofe desde hace semanas. Regenta una pescadería en el mercado de Benetússer y define que desde el momento en el que pasó la riada, la situación en su pueblo «es como una guerra sin armas porque ha dejado una destrucción total». Además, esta vecina comenta haber sentido el síndrome del impostor cuando fue a Valencia a hacer unas compras de ropa: «Cuando sales de tu pueblo, sientes que estás abandonando a tu gente. Es una sensación muy extraña».

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No fue hasta el pasado martes cuando María José salió por primera vez de Benetússer porque estar todo un mes encerrada en casa se les hacía «muy pesado». A partir de las 15.30, hora a la que suele terminar su jornada laboral, esta vecina solía ir a pasear y a tomar café a uno de sus bares de confianza cerca del parque de San Sebastián. Ahora todos aquellos planes para desconectar de la rutina diaria se han ido al garete. De hecho, María José asegura haber tenido que cambiar las caminatas por quedarse en casa para ver series y películas.

«En la ruta que solía hacer paseando todavía hay mucho barro, basura y coches reventados. Si sales ala calle todavía hay peligro de caerse», remarca antes de recalcar también los problemas derivados del polvo en suspensión. María José siente que se ahoga por culpa de las partículas de barro que flotan por el ambiente y opina que salir a hacer cualquier tipo de actividad física al aire libre sin mascarilla «es impensable».

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Además, ella es madre de dos adolescentes y confiesa que los divertimentos de sus hijos también se han reducido a su mínima expresión por culpa de la catástrofe y es que, en palabras de María José, «ellos ni salen por las tardes». Por último, la pescadera concluye que la normalidad en Benetússer «volverá, pero a muy largo plazo» y advierte que hasta su puesto se acercan clientes llorando porque, a su parecer, «el paso del tiempo provoca que la gente esté cada vez más afectada».

Gente mayor Miguel y Amparo, matrimonio de Sedaví

«Las tareas de limpieza del fango ocupan todo nuestro tiempo libre»

Miguel y Amparo apuran el café de media mañana en un bar de la plaza de Sedaví. Ambos son un matrimonio de jubilados que también ha visto alterada notablemente su vida lúdica por culpa del tsunami de lodo que anegó su vivienda la tarde-noche del pasado 29 de octubre. Era una planta baja y como declara el propio Miguel, «todo aquello que estaba por debajo de los dos metros de altura quedó afectado». Además, este vecino comenta que se les va todo el tiempo libre entre las tareas de limpieza y la retirada de todos los trastos que han quedado inservibles.

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Los pensionistas de Sedaví sí han visto notablemente modificada su rutina diaria por culpa de la DANA. Cada mañana Miguel salía a almorzar con sus amigos a su bar de confianza que no ha abierto sus puertas hasta esta semana. Los almuerzos estaban aderezados de juegos de cartas como el 'Tute' mientras las tardes estaban reservadas para las distintas clases que se impartían en el centro de mayores de la localidad. Las lecciones eran de lengua inglesa y pintura. Ni que decir cabe que todo ello también se ha ido al garete tras el paso de la riada.

Sin embargo, otra de las pasiones que Miguel descubrió en el centro de la tercera edad sedaviense, afortunadamente ya recuperado aunque con cuantiosas pérdidas, fue la música. Desde siempre había sido una de sus pasiones y juró que cuando estuviera jubilado le daría una oportunidad porque durante su vida laboral no le podía dedicar el tiempo suficiente.

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Empezó con el solfeo y rápidamente descubrió que no le gustaban los instrumentos de viento por lo que se decantó por otros ramas de la música. Hoy en día es todo un virtuoso pues toca el violín y el piano a la perfección. De hecho, antes de que la DANA entrara como un elefante en una cacharrería en su vida, ya se había decidido a ampliar su repertorio dando sus primero pinitos en el mundo de la percusión. Para su desgracia, todos los instrumentos que estaban en guardados en la escuela de música de Sedaví han quedado inutilizados por culpa del fango.

Ahora la vida de Miguel ha dado un giro de 180 grados. Llevar a su nieta al colegio es lo único que le ayuda a evadirse de la realidad que le espera cuando la pequeña entra en el colegio. Una vez ocurre esto, este vecino se va directo a su planta baja a continuar con las tareas de rehabilitación.

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«Espero que el año que viene vuelva la normalidad con la llegada de las ayudas para reformar y arreglar los daños y poder continuar con mi vida de jubilado», sentencia Miguel.

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