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Un altar permanece frente al edificio calcinado el pasado 22 de febrero. EFE/Kai Försterling
Un año del incendio de Campanar: Valencia vuelve a llorar por sus diez vecinos

Un año del incendio de Campanar: Valencia vuelve a llorar por sus diez vecinos

Marta, Ramón, Víctor, Carla, Pilar, Carmen, Esther, Alina, Flor y Elvira: los nombres de un drama que sigue en los juzgados

Sábado, 22 de febrero 2025, 00:33

Envolviendo uno de los semáforos que regulan el tráfico en el cruce entre Maestro Rodrigo y General Avilés, un altar desafía el paso del tiempo. Ha transcurrido un año exactamente. 366 días que han sido especialmente largos en Nou Campanar. Sobre todo para las familias de Marta, Ramón, Víctor, Carla, Pilar, Carmen, Esther, Alina, Flor y Elvira. Son las diez víctimas de uno de los incendios más trágicos de la historia de Valencia. En apenas 45 minutos, la tarde del pasado 22 de febrero se tiñó de luto. En esos tres cuartos de hora que dejaron sin aliento a toda una ciudad, un fuego originado por un fallo en un frigorífico acabó devorando los dos bloques de una lustrosa urbanización de 138 viviendas. Tras la puerta de seis hogares, el drama más profundo.

Este sábado, cuando se cumple el primer aniversario de aquella catástrofe, Valencia vuelve a llorar al contemplar esa mole de hormigón calcinada. El drama, que según la Policía Científica arrancó en el motor de la nevera de la vivienda 86, está siendo investigado por el Juzgado de Instrucción número 9 de Valencia.

En la sorprendente expansión del fuego intervinieron factores como el sistema de fachada ventilada, sus materiales y el fuerte viento. El efecto chimenea resultó demoledor. Y como trágico desenlace, diez vidas segadas, mucho más que una triste estadística. Diez proyectos de vida mortalmente truncados aquel día, con sus nombres y sus apellidos, que se sabe de memoria Adriana Banu.

«Qué remedio», dice. Ella trabaja como administradora de la finca, donde por cierto también vivía hace un año. Hoy reside en un edificio situado justo enfrente, porque como otros habitantes de las torres arrasadas por las llamas prefirió quedarse en la zona: «Es que está al lado el colegio de mi hija». Precisamente, su condición de habitante del edificio, unida a su dedicación laboral, explica que abordara ya desde el primer minuto esa doble situación con un enfoque muy profesional, casi clínico: «No he tenido tiempo de llorar». Y a continuación, desgrana la identidad de esas diez vidas perdidas para cuyas familias este reportaje sirve de homenaje póstumo. Valencia sigue llorando por ellos: nuestro corazón continúa de luto, como el de Adriana, que detalla algún aspecto conmovedor de la tragedia. Por ejemplo, que una de las víctimas falleció en el piso de otra, adonde supone que se dirigió huyendo de las llamas sin éxito.

DIEZ VIDAS SEGADAS

  • Cuatro miembros de la misma familia: Marta y Ramón vivían con sus hijos Víctor y Carla (torre baja, 8º piso, puerta 97).

  • Madre e hija: Florentina y Alina (torre baja, 8ª piso, puerta 95).

  • Torre alta: Elvira (9º piso, puerta 102), Pilar (10º piso, puerta 117) y Esther (9º piso, puerta 111).

  • Torre baja: Carmen (9º piso, puerta 108).

El pasado 25 de junio, la Audiencia Provincial de Valencia acordó la reapertura de la investigación con el objetivo de que se practiquen las diligencias necesarias para «determinar y aclarar todas las circunstancias que rodearon el siniestro». La Sala estimó el recurso interpuesto por el entorno de cuatro miembros de una misma familia fallecidos contra el sobreseimiento provisional del caso decretado en marzo.

Esta familia que perdió la vida estaba formada por Ramón, Marta y sus dos hijos: Víctor, de tres años, y Carla, que había nacido hacía dos semanas. El progenitor, ingeniero, estaba de baja por paternidad; mientras que la madre, administrativa, se recuperaba de una cesárea. El pequeño ya había regresado de la guardería Sant Pau, situada en el mismo barrio de Campanar.

Ellos residían en el bloque de diez plantas, el que se incendió más tarde. El fuego les sorprendió. Trataron de abandonar el edificio y salir al exterior, pero los bomberos les recomendaron que permaneciesen en casa tratándose de refugiar del humo. Unas instrucciones que acabaron volviéndose en contra. Ramón y Marta, aterrados, pudieron despedirse de sus respectivas familias a través de dramáticas llamadas telefónicas.

Ramón, conocido aficionado del Levante, recibió un emotivo homenaje del club granota en el estadio Ciutat de València. Marta, como exalumna del colegio Jesús-María, fue recordada en el centro educativo.

En otra vivienda, fallecieron Alina, de 14 años, y Flor, su madre. El velatorio de ambas tuvo lugar en Museros, donde fueron despedidas por una multitud de familiares y amigos. Enrique Sanfélix, padre de la adolescente, es uno de los familiares de las diez víctimas que se ha involucrado en la batalla judicial con el propósito de depurar responsabilidad por el suceso.

«El proceso se bloqueó en un principio. Me siento con impotencia y desesperación porque ves que a esto le cuesta mucho avanzar hacia la verdad. Va muy lento», cuenta Enrique. En medio del luto, ha tomado la iniciativa de organizar una carrera conmemorativa para el jueves 1 de mayo. Ese día, Alina debería cumplir 15 años.

El denominado Memorándum Alina Sanfélix se celebrará en Museros y tendrá un carácter benéfico, sin ánimo de lucro: el 50% de la recaudación se destinará a los familiares de las víctimas del incendio; la otra mitad, a la Asociación Duchenne Spain. Habrá una carrera de 10K y una marcha a pie de dos kilómetros.

«Es por el recuerdo de mi hija. Era una niña que siempre quería ayudar a todo el mundo. Año tras año, haremos el memorándum. Vamos a hacer un evento en su memoria para que se pueda ayudar a otras personas que tienen dificultades, a alguna asociación que necesite dinero para investigación... Esta es la primera edición y seguro que habrá muchas más para que perdure el recuerdo de Alina», comenta Enrique, quien ha ejercido de entrenador en numerosos clubes de fútbol valencianos: «Lo dejé hace cuatro años para estar más tiempo con mi hija».

Alina falleció en una de las viviendas junto a su madre. Las familias de las víctimas buscan que se esclarezcan los hechos. «La valoración que hago yo es que toda la gente que hizo caso omiso a las recomendaciones de los bomberos ha conseguido salvarse y toda la gente que hizo caso a los bomberos ha fallecido. Si mañana nos encontramos en un incendio de estas características, que tengan por seguro que nadie va a hacer caso a nadie. Y eso posiblemente sea un caos y no sea lo más recomendable», lamenta Enrique, quien profundiza en el caso de su hija: «Ella estuvo cinco horas diciendo que la sacasen». Las llamas se asomaron por uno de los balcones de la séptima planta del edificio sobre las 17.30 horas: «Ella falleció a las 21:30. Y a las 22:30, la intentaron sacar. Intento no pensar en todo esto porque al final tengo claro que, por uno o por otro, lo que más quería en mi vida me lo han quitado».

Se derrumba al hablar de Alina: «Cada uno tiene que intentar pelear por lo que considera. Si yo considero que hay cosas dentro del proceso que se tienen que pelear, pues lo haré. A mí la vida ya no me va a costar, porque yo desde el día que falleció mi hija soy una persona muerta con vida».

Especialmente querida en el complejo calcinado era Carmen, ya que ejerció como vicepresidenta de la comunidad de propietarios. Antigua empleada de banca, vivía sola, aunque recibía las frecuentes visitas de sus hijas. Pilar, por su parte, tenía 60 años y estaba a punto de jubilarse como profesora de Filosofía en el instituto de Malilla. Una mujer activa y muy apreciada por sus compañeros y alumnos. No tenía hijos.

Esther, natural de Alzira, tenía 35 años y llevaba dos instalada en Nou Campanar. Compartía el piso con su pareja, aunque en el momento del incendio él no se encontraba en casa. Era la pequeña de tres hermanos. Había sido fallera en su localidad natal y estudió Ingeniería en Organización Industrial en la Universidad Politécnica de València. Tras realizar prácticas en Inglaterra, regresó a su tierra, donde trabajó en empresas del sector sanitario. Mientras las llamas envolvían la finca, llamó a su madre y a su pareja para despedirse. El fuego también se llevó la vida de Elvira, de nacionalidad rusa. Diez nombres grabados en el corazón de Valencia.

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