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Por mucho que nos empeñemos en ir de finas pidiendo platos deconstruidos en restaurantes de moda, nuestros orígenes están más cerca de la paella y el allipebre que de la cocina de vanguardia. Cuando nuestros bisabuelos vivían del arroz y de la huerta, comían de lo que tenían a mano. Cuando Neleta se casó con el rico tio Canyamel, dejando tirado al guapo y pobre Tonet, se dedicó a hacer allipebre y paellas, y no crujiente de anguila sobre base de de alcachofa hidrogenada.
Esa cocina que retrató Blasco Ibáñez en 'Cañas y Barro' todavía se puede sentir en muchas zonas de Valencia como El Perelló, pueblecito de pescadores reconvertido en lugar de verano para muchos valencianos. Allí preparan uno de esos platos no apto para todos los paladares: la 'espardenyà'. «Es un allipebre, cuya base es la anguila, al que se le añade carne de pollo, conejo y huevos escalfados, lo puedes tomar en Casa Chiva o Casa Rocher, pero por encargo», explica Vicente García, presidente de la asociación gastronómica Cuchara de Plata.
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Los ingredientes de la cocina del Perelló y de su vecina el Mareny de Barraquetes son de las más genuinas de Valencia. «Los arrozales de Sueca y El Palmar están muy cerca y hay muchos huertos familiares de donde se obtiene el producto de cercanía, muchas veces de producción limitada.
Los arenales se han reconvertido en huertos de calabacines o tomates, que incluso puedes comprar en la carretera directamente al agricultor. El tomate del Perelló, muy carnoso y con un sabor dulce y jugoso, es espectacular, diferente a todo lo que hay, se cultiva de mayo a agosto. Añádele aceite y un poco de cebollita tierna, y no necesita nada más», dice García.
En el Perelló no encontrarás platos con esferificaciones. Comida sencilla con buen producto cercano. Se come arroz en sus muchas variedades de paella y melosos y se cena con el típico picoteo valenciano: clóchinas, sepia, chipirones, chopitos, calamares o pescadito.
Los arroces se preparan con recetas de la familia, heredadas de padres a hijos. Son famosas las paellas Nas de Suro, el Náutico y Blayet y el arroz al carranc que da nombre al Restaurante Carranc. En el Carranc hay que probar los arroces caldosos y melosos, paellas de pollo y conejo, de marisco, de bogavante, negro y uno con magret de pato y la caldereta de rap i llangosta.
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David Chuliá, el restaurador de Nas de Suro, procede de una familia de pescadores de El Cabanyal. «Mi sueño, desde que le dije a mi madre que quería ser cocinero, es que los amigos y clientes disfrutaran de los mismos sabores que yo disfruté en mi niñez». El lugar es perfecto para paladear buenos pescados, buenas carnes y exquisitos arroces, secos y melosos, algunos por encargo, como el de meloso de pato, costilla ibérica y trufa; el de conejo de monte y setas o el de secreto ibérico, costillas y sobrasada.
El restaurante Casa Chiva es otro de los clásicos de El Perelló. En primera línea de playa, cerca del Náutico, ofrece cocina típica de la zona con elaboración sencilla pero honesta.
Otro imprescindible de la zona es Casa Eusebio, en el Perellonet, a pocos metros de la desembocadura de la Albufera. «Trabaja muy bien la lubina, está espectacular, no sé de dónde la saca pero no hay otra igual. Es el número uno, tiene otro restaurante en Valencia y lo hace muy bien», cuenta Aita Guillén, que veranea en la zona desde pequeña.
Los que vayan con niños, encontrarán en Blayet el lugar perfecto para dejarlos corretear por el jardín. Los platos de su carta son los tradicionales de la zona, clóchinas, tellinas, sepionet a la plancha, puntilla, calamares a la romana y los arroces: meloso con fesols i naps, pato y foie, de cangrejo, de rodaballo, gambas y setas, con bogavante y los arroces secos: paella de la casa (tienen un primer premio nacional), de verduras, de la Albufera (con pato, pollo y conejo), arroz negro, del senyoret y paella de marisco.
Casa Rafa también es una buena opción, con cocina de la terreta y atención familiar; ofrece all i pebre, arroces y la caldereta de rape, gambas y patatas. Y a pie de playa está Mare Nostrum, con una gran variedad de arroces, todos buenos. Vert i Blau tiene una de las terrazas más codiciadas de la zona y en el Náutico puedes comer con la mejor relación calidad precio y atención una fideuá y paellas deliciosas. «El picoteo es fantástico, sardinas, pescaditos, clóchinas…», cuenta Guillén. Para comer o cenar de picoteo, en el mercado antiguo hay dos barras con un ambiente estupendo: Mercat Food (de Francisco Aranda) y Ocho Patas.
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Muy cerca, en el Mareny de Barraquetes, están Casa Rocher y Sucrer. En Casa Rocher, con precios más elevados, también se puede tomar el allipebre de anguila, espardenyà, anguilas al horno y encebollado de anguila (solo por encargo) y los clásicos encebollado de langosta, rape y marisco y caldereta de langosta, rape y marisco.
Sucrer tiene un estilo más urbanita en su decoración y en los platos, pero también se inspira en el pasado. En la carta del cocinero Rubén Fos hay un menú con varios entrantes -esgarraet braseado, mejillones al vapor, sepieta de playa y calamar rebozado- y los arroces, claro: arroz negro, arroz a banda, del señoret, de rodaballo con tomate deshidratado y pimiento rojo y los melosos de gamba, conejo o bogavante.
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