
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A inicios de este año ya se hizo evidente que la cocinera valenciana había dado el triple salto hacia las estrellas. En ese momento, Begoña Rodrigo tenía La Salita recién remodelada - coqueta y acogedora- tras años de lentas mejoras; su equipo estaba rodado, muy asentado, tanto en la cocina como en la sala, y se movía por las entrañas del restaurante como la maquinaria de un reloj (de los de antes), y su creatividad estaba desatada: más personal que nunca, más reconocible, más equilibrada y todavía más sabrosa.
Un plato muy personal de aquel menú de inicios de año resumía muy bien todo lo que estaba pasando: era tartar de zanahoria asada a la sal que, en realidad, quería ser un homenaje a su abuelo Paco, del que tanto aprendió y al que tanto recuerda. «Lo que busco es rememorar la ensalada que hacíamos con mi abuelo Paco; cuando acabábamos la comida, al final, él cogía el jugo que quedaba de las ensaladas y se lo bebía», me destacó.
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Ese plato tenía relato, técnica, se elaboraba en la propia sala dándole un toque de cercanía de la cocina con el cliente y se basaba en verduras, tubérculos y raíces. Esos ingredientes aparentemente modestos que han sido, de alguna manera, un último empujón en la travesía hacia la madurez que ha encontrado La Salita tras muchos años de ir creciendo y creando sus particulares hitos culinarios: de su tendedero con dulces y salados a su barraca, de su tiara de encurtidos a esa tabla de raíces con la que Rodrigo pone en un altar nabo, boniatos, carlotas...
La estrella, tan merecida como trabajada, le llega tras catorce años de andadura de su restaurante de la calle Séneca y en un momento en el que los nuevos proyectos le afloran: su gastronómico, dos locales Nómada, el huerto del Llauro (que llegará con tiempo «un proyecto de vida», dice ella) y, el más reciente, su Huerto, en el que realizará una clara apuesta por el producto y la cocina de disfrute. Eso y La Salita. Su Salita. Uno de los restaurantes con clientes más fieles de Valencia al que la estrella acabará elevándole aún más.
En una entrevista hace dos semanas, Rodrigo confesó: «Por mi carácter, las cosas han ido mucho más despacio de lo que deberían ir». Posiblemente sea así. O no. Quizás la estrella le ha llegado cuando tocaba: en su mejor momento en todas las dimensiones. Un momento zen, como dice ella. Un momento en el que sentarse en una mesa de su restaurante es ya una experiencia única en Valencia. Tras aquella cena de inicio de año escribí: «Begoña Rodrigo está cocinado una oda a la gastronomía que emociona: sabores desbocados, personalidad sin complejos y una serena elegancia. Ahora, más que nunca, brilla su estrella». Los hechos lo confirman. La chica que a los catorce años ya se puso a trabajar, que con diecinueve ya tenía su empresa, que con veinte se fue a Holanda a poner en práctica su libertad y a descubrir que lo suyo era cocina; esa mujer de personalidad arrolladora y que esconde dentro un volcán... ya está en el Olimpo. O quizás, siempre estuvo. «Siempre he creído que soy una persona que consigue las cosas que se pone entre ceja y ceja».
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