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Vicente Gracia, en su estudio en la calle de la Paz. iván arlandis

El álbum de la infancia de Vicente Gracia

El joyero creció en Ruzafa, rodeado de primos y tías. De ellas se queda con la tolerancia y ese humor valenciano socarrón. «Las recuerdo escuchando el consultorio de Elena Francis, cultivando el huerto y criando baquetas para la paella»

begoña clérigues

Domingo, 9 de mayo 2021, 00:44

El joyero valenciano acaba de cumplir sesenta años y está en ese momento en el que hace balance de su trayectoria vital y profesional. «Nos acaban de dar un reconocimiento internacional como uno de los trece mejores joyeros del mundo. Eso me ha ... hecho pensar en escribir mi propia historia contando con las personas que han sido importantes».

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Habla no solo de su trayectoria, sino también de todos los recuerdos de infancia con sus hermanos, sobrinos… «ese sentimiento familiar siempre ha estado muy presente en mi vida y conforme me hago mayor, me doy cuenta que es un tesoro».

Sus recuerdos de la infancia viajan desde la casa familiar en Ruzafa, junto a la iglesia de San Valero, a los veranos en la Canyada y Xàbia. «Vivíamos todos en el mismo edificio de Ruzafa. Mi tía Manolita tenía un taller de costura. Recuerdo estar haciendo los deberes escuchando el consultorio de Elena Francis y los comentarios de mis tías. Eran muy tolerantes y con ese toque de humor valenciano socarrón». Los veranos los pasaba con sus tías en una casa en la zona más antigua de la Canyada. «Tenían tres casitas unidas por los jardines y allí montaban unas paellas impresionantes. Imagínate tres familias y un matriarcado, mis tías, haciendo paellas, cultivando el huerto y criando baquetas para ponerlas en la paella».

Arriba, con su madre, Trinidad, sus hermanos Paco y Trini, su prima Merce y sus tíos Roberto y Pepa en la Canyada, donde pasaban los veranos. Abajo, con su hermano Paco. A la derecha, una foto de sus padres recién casados en la Torre Eiffel, en París, ciudad que visitaron en su luna de miel. LP

Xàbia era otro de los destinos de verano. «Mi tío Tildo tenía un 'riuriau' justo encima de La Caleta y para nosotros era una maravilla porque la Xàbia de aquella época era un paraíso. Allí aprendimos a nadar. Dormíamos juntos todos los primos en una cambra en el piso superior, allí saltábamos sobre las camas, hacíamos el gamberro y travesuras».

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Iban al colegio Guillén Tatay porque su padre quería una educación laica pero respetuosa con la religión. «Fue una maravilla de colegio, fuimos todos los hermanos y nos dieron una gran educación, muy tolerante y avanzada para la época».

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