![Restaurante Xiquet | Dénia | Danny Lledó: «Entrené mucho para ir a Sueca al concurso de paellas»](https://s2.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/202103/31/media/cortadas/dany1-U120336178233GVG-R67BmZA8TGnG09lx8GT72rI-1248x770@Las%20Provincias-LasProvincias.jpg)
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Un americano con sangre y corazón valenciano. O un valenciano adoptado en Estados Unidos. Tanto monta. Le pregunto si quiere hablar en valenciano, pero entre risas declina la invitación. «Mejor en castellano, no tengo aquí a nadie con quien practicar», apunta Danny Lledó, jefe de cocina y propietario de dos restaurantes en Washington y todo un embajador de la paella en Estados Unidos.
Su historia comienza en Dénia con un padre viajero, Isaías, que a los 18 años, tras cumplir el servicio militar, decide marcharse a Francia para trabajar y empaparse de la cocina gala. Ocho años después puso rumbo a Washington. Allí, junto a su esposa, María Elena, echaron raíces y nació Danny Lledó, que pronto seguiría los pasos de sus padres. «Desde los 13 años les he estado ayudando en la cocina al mismo tiempo que estudiaba», recuerda.
Pero antes de llegar a ese momento, la familia al completo decide regresar a Dénia, una viaje que cambiaría la vida de Lledó por completo y le impregnaría de un Mediterráneo que le iba a acompañar para siempre. «Allí cursé cuarto y quinto de primaria e hice grandes amigos que todavía hoy conservo, como los gemelos Mengual o los hermanos Catalán, Pedro y Quico, el presidente del Levante, con los que iba al colegio Paidos». Fueron años que tiene grabados a fuego.
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Vicente Agudo
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Pero ese viaje tenía fecha de caducidad. Su regreso a Washington estaba marcado. Allí siguió con sus estudios y su aprendizaje en cocina. Fue una época muy dura que acabó pasándole factura. «Ayudé a abrir el restaurante Minibar con José Andrés y lo compaginaba con la facultad. Eran muchas horas de trabajo y acabé quemado, no podía más, así que lo dejé y me convertí en asesor financiero durante tres años», explica. Para Danny Lledó fue un cambio radical, porque ese estilo de vida sociable que siempre le había caracterizado quedó atrapado entre las cuatro paredes de su oficina. «Cuando estuve con José Andrés trabajé mucho, es cierto, pero también fue muy divertido. Los viernes y sábados por la noche, tras acabar en el restaurante, nos íbamos de fiesta. Cuando era asesor me pasaba el tiempo en la oficina, era aburridísimo».
Pero un luctuoso suceso sumió a Danny en la más absoluta tristeza. Tras romperse el ligamento cruzado anterior jugando al fútbol sala, su madre fue a Estados Unidos a verlo, pero al poco de regresar a España falleció. Fueron meses duros en los que se preguntaba una y otra vez qué rumbo debía llevar su vida. «No sabía que hacer, lo único que tenía claro es que mi trabajo como asesor financiero no me cuadraba, por lo que decidí dar un paso al frente», afirma Lledó, quien, pese a hablar valenciano, usa un castellano que delata una gran influencia americana.
Este varapalo le llevó a darse cuenta de que lo suyo era seguir la tradición familiar, así que en 2012 compró su primer restaurante en Annapolis con un socio. Allí aprendió a marchas forzadas. Con cuatro fuegos y un horno se hartaban de hacer menús. Cocinaban y servían mesas a la vez, todo un máster en hostelería. Pero el espíritu viajero y emprendedor lo llevaba en la sangre. Necesitaba más. Ahí comenzó su desembarco en Washington de la mano de Slate Wine Bar, que era un restaurante americano con influencia europea donde también se organizaban todo tipo de eventos.
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Pero no era suficiente. Danny Lledó buscaba nuevos horizontes que le hicieran crecer. Y fue ahí donde llegaron los concursos de paella, que se organizaban en su mayoría en California. Las enseñanzas de su padre y de sus tías Gumer y Elia pronto tuvieron su recompensa. Los premios comenzaron a llegar y con ellos la posibilidad de ver cumplido un sueño: participar en el Concurso Internacional de Paella Valenciana de Sueca.
La ilusión fue creciendo, pero se topó con el reglamento que se aplica en Sueca. «La paella valenciana la aprendí de mi tía Gumer, pero ella usaba caldo en lugar de agua, y eso no se puede hacer allí». Lejos de tirar la toalla, Danny se empapó de la normativa y eligió su jardín como campo de operaciones. Allí elaboraba una y otra vez paellas a leña hasta clavarlas. «Practiqué mucho para poder ir al concurso de Sueca. Los años en el fútbol y la lucha grecorromana me han enseñado la importancia de la preparación y que sólo la práctica conduce a la perfección, por eso no paraba de hacer paellas», explica Lledó, quien, pese a la docena de premios logrados en Estados Unidos, muestra con más orgullo el accésit logrado en 2019 en la capital de la Ribera Baja.
Su ambición no paró ahí. Los tres años que pasó de pequeño en Dénia recorrían sus venas y le empujaban. Su cabeza bullía. Necesitaba contar todo lo que el Mediterráneo le había dado y expresarlo en un plato. Su siguiente paso fue cerrar Slate Wine Bar por reformas para alumbrar un nuevo concepto. Slate se mantendría pero ya como un bar de tapas americanas y españolas con una amplia carta de vinos. La verdadera revolución estaba un poco más arriba y se llamaba Xiquet. «Le puse ese nombre porque así era como me llamaba mi padre, el 'xiquet de casa'. Este restaurante nace porque deseaba hacer cocina valenciana. No quería ser el típico local español en Washington, necesitaba especializarme. Aquí tengo mucho marisco y verduras y les aplico el fuego de leña», relata.
Pero allí la especialidad es la paella, sobre todo la valenciana. Para elaborarla no emplea el socorrido bomba, sino que se atreve con el difícil senia que le llega de Valencia. «Para mí es máximo sabor. Xiquet tiene pocas mesas y me puedo permitir usarlo». El azafrán y el aceite también lo adquiere en España, aunque muchos ingredientes los compra en Estados Unidos. Eso sí, hay productos a los que no renuncia, como la gamba roja de Dénia que comenzará a llegarle el próximo mes y que ya espera con ansia.
Y a buen seguro que cuando las tenga en las manos sentirá nostalgia. Danny Lledó siempre tiene a Dénia en la mente. Sus ojos brillan cada vez que rememora todas sus andanzas en la capital de la Marina. Su corazón deambula por la calle Marqués de Campo o las Rotas. «Siempre digo que yo no voy allí de vacaciones, sino a vivir. En los últimos 15 años, 2020 y 2021 han sido los únicos en los que no he ido a las Fallas», relata este cocinero, que visita este municipio varias veces al año, sobre todo en fiestas, porque también es miembro de la Filà Dianers.
Mientras prepara la apertura tras relajarse las restricciones por la pandemia, las neuronas de Lledó ya se han puesto en marcha en otro objetivo: un restaurante de cocina portuguesa en honor a su madre. Pero por ahora tendrá que esperar un poco, como también lo hará su boda. Danny, divorciado, conoció a su actual pareja, directora de comunicación de un senador de Virginia, a través de un aplicación en diciembre del año pasado. Su enlace, Covid-19 mediante, está previsto para la primavera, pero no sabe si en Estados Unidos o en Dénia. El Mediterráneo lo tiene atrapado. Sueña con jubilarse junto a él. No lo puede remediar, es un viajero. Como su padre.
La pandemia cogió a Danny Lledó con el paso cambiado. Acababa de abrir Xiquet y a los dos meses tuvo que cerrar por culpa de las restricciones. No le quedó más remedio que buscar alternativas de negocio para mitigar las pérdidas, así que decidió dar clases en directo de paellas a través de Zoom. Empresas, escuelas, familias e, incluso, despachos de abogados. Todos querían aprender el plato por excelencia de la Comunitat. «No quería hacer paellas para llevar, así que me decidí a enseñar a hacerlas, lo cual fue un gran acierto, pues resultó ser un buen negocio», explica Lledó.
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