Encarna de Montblanc, Mati de Vuitton, María Ángeles de Hermès. Estas tres mujeres no han tenido apellido durante años. En las dos primeras décadas del siglo XXI han reinado en la calle Poeta Querol como directoras de las tiendas del lujo que comenzaron a llegar ... al inicio del milenio y se convirtieron en el motor de llegada de otras firmas al calor de la Copa América. Las hemos reunido en el Hotel Inglés, en esa misma calle que ahora «yo evito porque me da mucha pena», reconoce Mati Guerrero, que fue directora de la tienda de Louis Vuitton en Valencia desde 2003 a 2017. «Fue el broche de oro a mi carrera profesional». Las tres mujeres que se sientan a charlar se conocen muy bien en un sector, el del retail de lujo, que siempre se concentró en Poeta Querol, en esa llamada milla de oro que ha ido perdiendo brillo con el paso de los años. La última firma en anunciar su marcha ha sido, precisamente, Louis Vuitton, que a principios del próximo año dejará definitivamente Valencia.
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"Personalmente me siento muy afortunada por haber vivido momentos únicos, y sobre todo por arrancar un punto estratégico en Valencia donde se posicionó el comercio del lujo incluso a nivel internacional», explica Encarna Roig. Con Montblanc aterrizó en Poeta Querol a finales de los noventa, mientras Mati Guerrero, que empezó con veintitrés años en el mundo de la moda, se dedicó no sólo a ser directora de tienda, sino a abrir negocios para que funcionaran en Valencia. María Ángeles Miguel inició su trayectoria profesional en Don Carlos, una tienda multimarca que fue pionera en España, que trajo a Versace o Donna Karan. «Aquello fue un gran aprendizaje que me permitió dirigir otras tiendas», hasta que en 2003 Hermès le encarga abrir la boutique en la calle Poeta Querol, y donde ya estaban en aquel momento Loewe, Montblanc y Louis Vuitton. «Vivimos la época de mayor ebullición de la Valencia del lujo y estoy muy agradecida por haber podido formar parte de ello», explica María Ángeles Miguel. «Fueron unos años preciosos, en los que trabajábamos sin parar, nos dedicábamos a organizar eventos, conciertos...», recuerda Encarna Roig.
-¿Por qué Valencia se posicionó en el mapa del lujo en aquellos años?
-Mati Guerrero. Valencia creció muchísimo a partir de finales de los noventa. Después de 2003, cuando se confirma la Copa América, empezaron a surgir otras tiendas. Fue un momento único.
Encarna Roig. Todos los eventos internacionales potenciaron la aparición de los comercios de lujo, pero no sólo la Copa América o la Fórmula 1; había ferias internacionales y cruceristas que aprovechaban su visia a Valencia para comprar. Recuerdo que venían a Montblanc coleccionistas que buscaban una pieza determinada, o una edición limitada.
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Mati Guerrero recuerda con mucho cariño la época de la Copa América, en la que se convirtió en anfitriona de muchos invitados de Louis Vuitton. «Fueron tres años maravillosos», comenta Mati, que desde 2017 está retirada. «Eso sí, trabajábamos muchísimo». Y cuenta cómo en su mesita de noche siempre había un post it donde apuntar las ideas que se le ocurrían las dos o tres veces que se despertaba por la noche. «Aquello no era descansar».
-¿María Ángeles, es cierto que la llamaban de un megayate para que les llevara un bolso Kelly o un Birkin?
-Es que si el cliente quiere vas al barco o a su domicilio. Siempre a su disposición.
Los bolsos de Hermès son piezas de coleccionista, al alcance de muy pocos. El Birkin está considerado el bolso más caro del mundo, y hay piezas por las que se pueden llegar a pagar 150.000 euros. ¿Quién tiene un Birkin en Valencia? Es la pregunta obligada. Y la respuesta de María Ángeles Miguel es, siempre, la discreción. «Más gente de la que pensáis y más anónima de lo que creéis». También recuerda María Ángeles Miguel aquella mítica inauguración de la tienda en Valencia. La plaza de Monforte fue el escenario de una gran carpa transparente «para que se viera el cielo de la ciudad», y donde llegaron a haber 1.500 invitados.
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-¿Qué es lo que ha sucedido para que las tiendas hayan ido desapareciendo?
-María Ángeles Miguel. En realidad el lujo sigue existiendo, pero todo evoluciona, y la sociedad y los hábitos de consumo cambian. Cuando nosotras estábamos en las tiendas no había compras online, o eran testimoniales.
-Mati Guerrero. Esa fue mi gran lucha, porque yo quería que las compras fueran siempre en la tienda.
-Encarna Roig. Aquella época obedece además a un momento económico, político y social.
Apuntan a que las políticas de las empresas han ido cambiando. «Conseguí hace ocho años que la tienda de Louis Vuitton no cerrara. Ahora lo hace por los mismos motivos que aducían entonces, pero es que en este momento la zona ya no está trabajada y ya no hay un entorno que justifique su continuidad», lamenta Mati. Las firmas prefieren tiendas grandes, las llamadas ‘flagship’, en Madrid y Barcelona, y cerrar el resto. «No ha sucedido sólo en Valencia, también en otras capitales de provincia», asegura María Ángeles Miguel. Y en este punto entra en juego el AVE. Porque el tren de alta velocidad es de ida y vuelta, y así como ha permitido que muchos madrileños puedan visitar Valencia, los valencianos viajan a Madrid, donde pasan el día, hacen compras en un entorno donde hay mucha más oferta, comen y se vuelven por la tarde. Y las compras son anónimas. Porque en las épocas de crisis, sólo estas mujeres saben hasta qué punto los clientes han cambiado su forma de comprar. Porque vender han vendido siempre, incluso en aquel fatídico 2008 y los años siguientes. «Había gente que sí podía comprar, pero nos pedían que no les diéramos la bolsa con la firma visible», explican las tres. Mati recuerda incluso meter un bolso de Louis Vuitton en una bolsa de basura. «En aquel momento estaba mal visto poder entrar a una tienda de lujo». Qué distinto a las anécdotas que contaban sobre la época de la Copa América.
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-¿Hasta qué punto creen que el lujo aporta a una ciudad?
-María Ángeles Miguel. Muchísimo. Todavía recuerdo cómo cada año encargaba a una pastelería diferente la mocaorà. He llegado a meter 25 kilogramos de mazapán en el escaparate de Hermès. O las bordadoras valencianas que enseñaban su trabajo junto al de los sederos franceses de la marca.
-Encarna Roig. Siempre ha habido un interés de las firmas por ser parte de la ciudad. Y de la presencia de clientes nacionales o internacionales también se beneficia la hostelería. ¿Os acordáis de los caterings de Begoña Lluch en Loewe?
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-María Ángeles Miguel. O Javier Botella, que se encargó de la inauguración de Hermès.
Para las tres mujeres, trabajar de directoras de tienda de firmas de lujo ha sido un privilegio. «Nosotras éramos las que hacíamos posible que se cumplieran los sueños de mucha gente. Nos sentíamos a veces cómplices», explican. Mati Guerrero recuerda aquellas veces que una mujer entraba a comprarse un bolso y venía con una amiga que no compraba nada. «Yo le daba un sobre y una tarjeta, y le decía: ‘mete en este sobre lo que puedas, en unos meses podrás venir a comprarte el bolso que sueñas’. ¿De qué sirve vivir sin sueños?».
-¿Hasta qué punto han sido las tiendas de lujo un modelo a imitar?
-La búsqueda de la belleza, de las cosas bien hechas, de la excelencia ha llegado al resto del retail. Aprendimos a que la atención tenía que ser exquisita, a que el cliente necesitaba ser atendido como se merecía, con amabilidad y también con discreción. Que no se juzgaba a quienes entraban en la tienda por su aspecto, porque tantos clientes llevaban chanclas...
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Las tres directoras de tienda hablan de cómo ha cambiado el lujo, y quien mejor conoce esa transformación puede que sea María Ángeles Miguel, que se dedica ahora al lujo sostenible, prendas de firmas que tienen una segunda o tercera vida. Encarna Roig se dedica a la formación en el retail. «Se les quedan los ojos como platos cuando les cuento anécdotas de cómo es estar al frente de una tienda de lujo», cuenta Encarna, que estuvo al frente de las tiendas de la firma Acosta en toda España y cogía un avión casi cada día. «No os podéis imaginar el volumen de trabajo que ha supuesto», asegura Mati.
-¿Y cuántos regalos han vendido que iban destinados a mujeres que no eran las oficiales?
Las tres se miran y callan. «La discreción ha sido siempre fundamental en este trabajo. Nunca cotillear, siempre tapar», aseguran las tres, que tuvieron que pasar duras selecciones de trabajo para formar parte de las firmas más lujosas del mundo en el tiempo que estuvieron en Valencia.
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