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Ligar en tiempos modernos

Ligar en tiempos modernos

Las aplicaciones para buscar pareja o un ligue se han convertido en una opción más usada de lo que parece. Pero no es oro todo lo que reluce: algún casado se cuela y las fotos están fechadas al menos cinco años antes

Elena Meléndez

Valencia

Viernes, 12 de noviembre 2021, 01:04

La partida de las aplicaciones para ligar empieza cuando llegas a esa edad en la que se acumulan los amigos separados o, en el caso de que nunca se hayan emparejado en mayúsculas, asumen que lo suyo es la soltería y deciden darle una nueva proyección a su condición y ampliar su campo de posibilidades.

Las opciones serían tres. Meetic estaría destinada a aquellas personas que buscan pareja con el asunto del compromiso sobrevolando la palabra. Happn sería para aquellos que buscan «conocer gente nueva y a ver lo que pasa» y en ella se mueven sobre todo usuarios a partir de los cuarenta, que dicen no buscar nada serio cuando, en el fondo, les cuesta quitarse de encima el cuento de la media naranja. Luego está Tinder o lo que yo llamo la charcutería. Allí se va a saco y, por lo general, se busca algo bueno, bonito y barato. Y no por ese orden.

He tenido la oportunidad de conocer las tres aplicaciones de mano de amigos y amigas que me han dejado trastear en varias ocasiones, e incluso asesorarles. Las conclusiones, que me dispongo a compartir son tan jugosas como dispares y, en algunos casos, desconcertantes. La mayoría de usuarios escoge fotos de perfil fechadas, por lo menos, cinco años antes del presente, lo que lleva a sorpresas y desengaños llegado el cara a cara. De cada diez citas, solo dos derivan en una nueva quedada y solo una pasa a mayores.

Para la mayoría es tabú hablar durante los primeros encuentros de exparejas, hijos o fracasos amorosos varios. Ellos consideran que lo normal es pagar a escote y para ellas este reparto equitativo les baja la libido a niveles de subsuelo. Hola, ¿hay por ahí algún caballero? les parece escuchar mientras desenfundan la tarjeta. De vez en cuando, y esto da para varias sobremesas, aparece entre el ‘maremagnum’ de fotos algún tipo casado. En esos casos el sujeto, echando mano de la coyuntura sanitaria, lleva mascarilla en la foto. Pero amigos, en serio, ¿alguien piensa que si media Valencia te reconoce paseando por Jorge Juan, un grupo de mujeres en modo criba no te va a cazar con una foto en primer plano?

Luego está el tema del rango de búsqueda. Es decir, estas aplicaciones tienen activada la función de geolocalización y permiten al usuario acotar la zona de caza. Es decir, que si te vas a Madrid te lo puedes abrir para operar solo en sus calles y «lo que pasa en Madrid se queda en Madrid». En el confinamiento, y esto es para titular, sé de más de uno que se citó en el parking de algún centro comercial, con la excusa de hacer la compra, para saltarse los controles y tener la cita dentro del coche. En estos casos las posibilidades de consumar la cita se disparan.

Y para aquellos a los que todavía creen en las historias de amor, conozco a varias parejas consolidadas que se gestaron en una aplicación. Pero a veces los protagonistas optan por ocultar el origen de su amor y construyen un relato paralelo como si el hecho de haberse encontrado gracias a un algoritmo, restase credenciales a la relación. Bienvenidos al fascinante mundo del querer en tiempos modernos. Continuará.

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