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Presen Rodríguez representa una forma clásica de entender la moda. Antes de que existiera el 'prêt-à-porter', la confección industrial, las mujeres iban a ... la modista a encargar su ropa. Tomaba medidas, juntas elegían la tela y el patrón y la prenda iba evolucionando en cada visita al probador. Era exactamente lo contrario al 'low-cost', a la compra impulsiva de usar y tirar. Una prenda duraba años porque estaba bien confeccionada y adaptada a tu morfología.
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Presen sigue trabajando así, diseñando a medida. A ella no le importa que la llamen modista, porque es una enamorada de su oficio. No busca tanto lucirse con sus diseños como que se luzcan las mujeres a las que viste. Tiene la increíble capacidad de resaltar tus virtudes y disimular tus defectos. Como buena costurera, saca un par de agujas, esconde de aquí y suelta de allá y en un abrir y cerrar de ojos te deja perfecta para esa ocasión especial. En el probador no hay secretos para ella y con frecuencia su clienta acaba siendo una amiga.
«Mi objetivo siempre ha sido favorecer a la mujer, ver con qué estaba más guapa, dándole la importancia a lo que le quedara bien. Soy muy exigente y siempre quiero que estén perfectas. ¡Cuántas veces una clienta se está probando un vestido y se lo he quitado porque no me gustaba cómo le quedaba!», cuenta Presen, que reconoce que para ella es más importante que la mujer esté perfecta que expresar su creatividad. Demostrar que es buena en lo que hace sin que el ego del diseñador brille más que la clienta. «No sabes la de pasteles y flores que me han enviado dándome las gracias, sobre todo los hombres, maridos y novios que me decían: '¡vaya tela cómo está mi mujer!' A mí me daba vergüenza, pero luego estaba contenta porque eso es lo importante, que ellas estén guapas».
Esa forma de trabajar, con los cánones de feminidad y refinamiento de la costura clásica, le han valido la confianza de miles de valencianas que han recurrido a ella en los momentos importantes de su vida. De las manos de Presen y su intuitivo sentido estético han nacido los vestidos de novia de muchas mujeres que guardan las prendas como una de sus joyas. «Es imposible hacer un cálculo de las novias y madrinas que he vestido. Algunos sábados he tenido hasta cuatro y cinco novias, a veces vestía a toda la familia, madres, madrinas, hijas. Llegué a tener a trece personas trabajando en mi taller».
La diseñadora ha desfilado en múltiples pasarelas y hasta expuso en el IVAM una colección monográfica en blanco y negro. «He recibido el premio Tendencias, la medalla de Oro Mayte Spinola, me han dado premios hasta en mi pueblo, no puedo estar más agradecida a esta profesión». Intentó diseñar su propia colección de 'prêt-à-porter' en 1992 pero le pilló la crisis económica, se encontró de bruces con la realidad de la moda más allá de la costura y volvió al taller.
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«Llevo trabajando en esto toda la vida. Yo me vine a Valencia con 13 años y me puse a trabajar en un taller. A los 20 ya había abierto mi propio taller de costura. Mi madre me ayudaba y desde entonces no he dejado de trabajar y he disfrutado mucho porque me encanta. Primero está mi familia, por supuesto, y luego mi trabajo, que ha sido mi vocación, y siempre estoy pensando en lo próximo que voy a crear, yo veo a una persona y pienso en cómo vestirla y en lo que le puede sentar bien; he disfrutado mucho tratando de embellecer a la mujer».
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