Lorenzo Martínez-Sendra.

Lorenzo Martínez-Sendra, de vender aviones de papel a triunfar en las cocinas fantasma

De pequeño ya sabía que su futuro profesional no estaba dentro de una oficina, y a la faceta emprendedora ha sumado las raíces familiares en el mundo de la hostelería y de la moda. Gracias a su pareja, la influencer Meri Lozano, ha conocido mejor las redes sociales

Elena Meléndez

Valencia

Jueves, 1 de diciembre 2022, 00:48

La primera experiencia comercial de Lorenzo Martínez-Sendra tuvo lugar a la edad de nueve años cuando, con el propósito de costearse el almuerzo en el bar del colegio, se le ocurrió vender aviones de papel entre los compañeros de clase. La iniciativa no fue ... muy bien acogida por los profesores, pero a él le sirvió para descubrir el germen del emprendimiento. A los catorce lo intentó de nuevo con unos cascos que compró en Estados Unidos y, reconoce que fue debido a la inocencia, las autoridades retuvieron en la aduana. Con la lección aprendida, a los dieciséis empezó a organizar las fiestas de Nochevieja de La Hípica. «El primer año, junto con su amigo Gonzalo Regojo, fue mejor de lo esperado; el segundo me lancé sólo y vendí más que el Grupo Las Ánimas. La experiencia me hizo darme cuenta de que lo que me gustaba es estar en ambientes muy dinámicos. No me da miedo el trabajo cuando tengo claros los objetivos», explica.

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Lorenzo creció viviendo de cerca el mundo de la hostelería, ya que su padre, Lorenzo Martínez-Sendra, se dedicó muchos años a gestionar el departamento de calidad del Hotel Astoria y hoy es director de restauración del Club de Tenis Valencia. Su faceta como emprendedor también le viene de familia pues su madre, Lucía Bello, se ha dedicado toda la vida al mundo de la moda. Primero diseñando vestidos de novia y colecciones para la mítica tienda 20 años, y luego lanzando su propia firma de bisutería llamada Carlú. «Soy el pequeño de tres hermanos y ellos están vinculados a la hostelería. A pesar de que es un mundo que me gusta mucho, mi objetivo es montar mi propia empresa, aunque no necesariamente en este sector. Pienso constantemente cómo se puede mejorar el día a día de las personas y seguro que ayudaré a ello», confirma.

El joven decidió emprender, tras estudiar ADE en EDEM, con un software para pedir y pagar en los restaurantes y agilizar la experiencia de consumo. El proyecto gustó y algunos inversores se interesaron, pero alcanzó tal envergadura que se hizo difícil su viabilidad en ese momento. «Éramos cinco, lo dejamos porque vimos que no iba a ser fácil conseguir los suficientes recursos. Creo que si me hubiese cogido con más experiencia la cosa hubiera sido diferente. En el programa de Lanzadera conocí a Jaime Martínez de Velasco y Ramón Servalls, fundadores de Cuyna, empresa de 'dark kitchens' donde cocinamos la comida que se vende en muchas empresas de reparto». Allí empezó ejecutando tareas del día a día. Fueron creciendo y pasaron de quince a ciento veinte empleados. Ascendió a 'brand leader' de algunas de las marcas a las que les propone estrategias y acciones de marketing. «La tendencia del delivery va a ir a más. De hecho, ya hay casos de éxito en los que la empresa no tiene un local físico, pero se conoce la marca. Eso significa que el mundo digital es cada vez más más accesible y, quien no se sume, lo tendrá difícil».

Lorenzo conoce bien el funcionamiento de las redes desde dentro, pues es novio desde hace casi una década de Meri Lozano, una de las influencers valencianas con más proyección del momento que ya acumula en su cuenta de Instagram más de 135.000 seguidores. Aunque él prefiere mantener su perfil en redes de manera más discreta, desde el principio ha apoyado a Meri, hermana de Marta Lozano, en su trayectoria. «No conozco una persona que sepa más de moda que ella, inspira a todos los que están a su alrededor y a gente que no conoce, se atreve y marca tendencia».

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Cuando no está trabajando Lorenzo disfruta viajando, leyendo o haciendo paellas en un ambiente de amigos, cervezas y papas. «Me encantan las conversaciones donde compartimos ideas y proyectos. Creo que hay mucha actitud emprendedora en Valencia. Nadie de mi círculo querría tener un trabajo clásico de oficina».

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