Urgente Un incendio en un bingo desata la alarma en el centro de Valencia
Vicente Genovés, en el patio trasero del colegio. Juan J. Monzó

¿Quién es Vicente Genovés?

El presidente que consiguió, tras décadas de pelea, restaurar la sede del Colegio del Arte Mayor de la Seda es un enamorado del Camino de Santiago y de comer platos de cuchara. Con la satisfacción del deber cumplido, ya atisba su salida de la institución

María José Carchano

Domingo, 1 de diciembre 2019, 02:07

Retrocedamos al siglo XIV. Comerciantes genoveses llegan a Valencia con el negocio de la seda a cuestas; el apellido Genovés tiene como origen, precisamente, en aquellos italianos que se establecieron en la ciudad en la Baja Edad Media. Siete siglos después, un Genovés, de nombre Vicente, es presidente del Colegio del Arte Mayor de la Seda y el artífice de que se haya rehabilitado su sede, tan antigua como la profesión de 'velluter'. Satisfecho, con la conciencia tranquila del deber cumplido, se emociona todavía al recordar la travesía del desierto pisando alfombras y dándose con puertas en las narices, «como aquella célebre frase del: 'vuelva usted mañana'», hasta que llegó al despacho de Hortensia Herrero.

Publicidad

-¿Qué pasó aquel día?

-La fundación nos recibió con los brazos abiertos, porque ya tenían en mente este edificio, que desde 1494 nunca ha dejado de ser la sede del gremio, incluso cuando se caía, aquí estábamos cada día, y veíamos el deterioro. Fue muy ilusionante el proceso de restauración, porque Hortensia Herrero es una mujer enamorada de la seda, que vio el potencial.

-¿Hasta qué punto ha hecho suyo el proyecto y se ha emocionado con él?

-Yo llevo la seda en la sangre, me considero un hooligan. Pero es que yo ya de pequeño venía con mi padre, que estaba colegiado porque tenía una industria textil que luego heredé y donde, como curiosidad, nunca trabajamos la seda. Recuerdo el respeto que me infundían aquellos señores, y lo último que imaginaba entonces era poder lograr lo que con tanto empeño intentaron unos cuantos presidentes antes que yo.

-¿Con qué lección se queda?

-Lo que he hecho yo aquí, junto con mucha gente de la junta, es totalmente altruista; para mí es un privilegio y un honor trabajar por este patrimonio; antes era una devoción conseguirlo, ahora es una obligación mantenerlo. Y yo creo que a mis hijos les he inculcado esa lucha y constancia, sin que haya un móvil económico por en medio.

«He estado toda la vida madrugando y soy un animal de costumbres»

-Algún día su foto estará ahí en la pared, junto al resto de presidentes.

-En ese huequecito, sí, cuando dé un paso al lado, y no creo que tarde mucho, porque hay gente preparada para tomarme el relevo. Que hace falta.

Publicidad

-¿Se lo ha planteado?

-Sí, porque cada vez exige más. Aunque sea sin ánimo de lucro, el funcionamiento es el de una empresa, y llega un momento en que hay que saber dar el paso al lado por el bien de la institución.

-¿Ha pensado qué hará ocupará su tiempo?

-Yo me metí en el negocio a los dieciocho años y he estado casi cincuenta como industrial, así que nunca he parado. La salud me acompaña, hago mucho deporte, juego a tenis cuatro veces por semana. Y, lógicamente, el día en que me aparte tendré que hacer algo, porque yo me sigo levantando todas las mañanas a las siete. Mi mujer me dice: «¿dónde vas tan temprano?». Pero yo es que he estado toda la vida madrugando y soy un animal de costumbres.

Publicidad

-Ahora puede parar.

-Lo más importante al llegar a la jubilación es que soy dueño de mi tiempo. Y siempre hay cosas por hacer. Tengo un grupo de amigos con los que nos vamos a recorrer lugares de 'esmorzarets'; también formo parte de la peña 'la Cuchara', con la que los últimos jueves de cada mes recorremos restaurantes en los que nos den un plato de caliente a buen precio, por ejemplo, un buen puchero valenciano, o alubias, que me encantan. Y con los miembros de la peña ya he hecho tres veces el Camino de Santiago. Voy a por la cuarta.

Un sueño por cumplir

  • El último deseo no escrito Vicente Genovés cree que el último sueño nunca está escrito, aunque tiene claro que lo hará. «Y eso es lo que hace que me pueda levantar cada día, tener un fin». Reconoce que no puede estar quieto, ni encerrado en casa un fin de semana, y que esa inquietud es la que le ha hecho moverse cada día: «Lo peor es sufrir algún problema de salud, porque tener más o menos no es importante», explica el presidente de la entidad.

-¿Qué le ha dado el Camino de Santiago?

-La primera vez que lo terminé recuerdo la emoción indescriptible que sentí al entrar en el Obradoiro, después del sacrificio tan grande. Y te quedas con historias increíbles. Recuerdo a una mujer muy mayor que iba a paso de hormiga, que acababa, quizás, tres horas después que los demás, pero al día siguiente te la volvías a encontrar. Ante eso hay que descubrirse, porque esa gente tiene algo muy fuerte en su interior que la empuja hacia adelante. El Camino engancha.

Publicidad

-Hay que estar bien preparado, también.

-A mí me encanta andar, y lo hago por Valencia continuamente. Eso es lo bueno que tenemos en esta ciudad, que todo está a quince minutos de distancia, aunque en el centro nos hayan complicado mucho la existencia con los carriles bici.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Empieza febrero de la mejor forma y suscríbete por menos de 5€

Publicidad