En cuanto a mitos fundacionales, pocos están tan arraigados en Valencia como el que une a la ciudad con el murciélago. El porqué ... de esta extraña simbiosis no está del todo claro. Circulan varias leyendas sobre el motivo por el cual un animal tan asociado a la noche, la oscuridad, la sangre o la muerte iba a terminar en el escudo de armas de una ciudad que tiene más sol que miles de otras urbes, pero ninguna termina de ser la definitiva. Claro que quizá eso hace tan atractivo indagar en ellas.
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En Valencia no hay más murciélagos que en el resto de España. De hecho, como en todas las grandes ciudades, estos animales, que necesitan ciertas condiciones de oscuridad y humedad para vivir con tranquilidad, son extremadamente difíciles de ver. Edificios abandonados o cavidades naturales (las segundas mucho menos comunes en Valencia, por motivos obvios) son buenos refugios para estos mamíferos, que además se encargan de controlar plagas de insectos tan molestas para los humanos como la de los mosquitos.
Precisamente sobre este asunto circula una de esas historias. Cuentan que antes de la entrada de Jaume I en 1238 la población musulmana de Balansiya había conseguido cierto estado de simbiosis con estos animales, precisamente para controlar las poblaciones de mosquitos. Cuando Jaume I llegó, descubrió que había muchos de estos animales, bastantes más de los que habría sido normal en una ciudad como esa Valencia medieval. De ahí que el Conqueridor decidiera instalarlo en el escudo de la ciudad, presidiéndolo, ni más ni menos.
Otra de las leyendas también habla del rey cristiano, que es quien creó la actual Valencia, al menos la medieval. Poco antes de su entrada definitiva en Valencia, el ejército cristiano, compuesto sobre todo por nobles aragoneses y catalanes, estaba acampado cerca de las murallas de la ciudad, en la actual Ruzafa. La leyenda dice que antes de entrar en su tienda el monarca vio un murciélago posado sobre las lonas y ordenó que lo espantaran. Horas más tarde, mientras la fuerza conquistadora dormía, un gran estruendo despertó a la mesnada de Jaume I. Y al rey, dado que el escándalo se había producido en su propia tienda. Su Majestad se despertó y comprobó que sus armas y su armadura se habían caído al suelo mientras resonaba un tambor en el interior de la tienda. El rey vio que el ruido lo había provocado un murciélago, que se había estrellado contra la cota de malla y la armadura de placas y que ahora se golpeaba repetidamente contra la piel tersa del tambor.
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El rey no pudo volver a dormir. Esto debió ocurrir el 8 de octubre de 1238, porque al día siguiente los cristianos entraron en la ciudad. Lo consiguieron porque, al desvelarse, el rey cristiano paseó por el campamento y descubrió, escondidos en los alrededores del campamento, a un grupo de musulmanes que quería atacar a los conquistadores. El aviso del murciélago dio tiempo a los cristianos a defenderse. Vencieron a los almorávides. Parece ser que fue el último ataque desesperado de una Balansiya sitiada, porque al día siguiente los cristianos atravesaban las murallas y conquistaban la villa. En agradecimiento a ese aviso que le había ofrecido un animal que se pensaba tan pernicioso, el rey lo colocó en el escudo de armas.
La explicación histórica es menos fantástica, pero igual de apasionante. El rey Pedro IV el Ceremonioso, más conocido por estos lares como Pere el Cerimoniós, tenía en su escudo de armas un dragón, un animal que si bien en muchas ocasiones era sinónimo del diablo o de males sin nombre (San Jorge derrotó a uno), también se asociaba a otros rasgos más positivos como la nobleza. Como los primeros registros que evidencian que hay un murciélago sobre la corona del escudo son de 1503, posteriores a la época del Cerimoniós, se dice que la presencia del 'rat penat' puede tener que ver con la similitud entre este término y el de 'drac penat', además del parecido entre las alas de uno y otro animal, membranosas y terminadas en punta. Así las cosas, el murciélago sería una perversión del dragón: alguien confundió a uno con el otro y decidió dibujar un murciélago en el escudo.
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Las leyendas en torno a este mamífero alado no terminan en las relacionadas con cómo llegó a presidir el escudo de armas del cap i casal. La expresión 'quedarse a la luna de Valencia' hace referencia a cuando quienes trabajaban fuera de la ciudad se quedaban sin poder acceder a ella por las noches: las puertas se cerraban con el ocaso y no volvían a abrirse hasta el amanecer. Quien había llegado tarde tenía que hacer noche a la sombra de las torres o volver campo a través. Es en estas noches al aire libre cuando circuló la leyenda de que los murciélagos atacaban a los incautos que dormían a la luna de Valencia, aunque parece harto improbable. Los murciélagos no atacan a los humanos, más allá de los murciélagos vampiro, que viven en climas mucho más cálidos. De hecho, era más fácil que estos animales aliviaran los ataques de los mosquitos que, de no ser por ellos, se habrían dado un banquete con los vecinos tardones y somnolientos.
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