B. S.
Lunes, 17 de enero 2022, 01:19
Vivir con un gato es tener un compañero de vida asegurado, pero también una gran responsabilidad. Los que tienen uno en casa tienen que adaptarse a una serie de manías de sus mascotas para que la convivencia sea lo más agradable posible. A veces, sin saberlo, cometemos errores con nuestras mascotas que afectan a su humor y a su bienestar.
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Y es que los gatos son animales de lo más especiales. Tienen un comportamiento único y, a veces, misterioso. De hecho, tienen un sinfín de costumbres que forman parte de su cáracter. No necesitan, por ejemplo, pasear como los perros, puesto que detestan salirse de su zona de confort.
Son, además, impredecibles. Algunas veces huyen de nosotros y se muestran de lo más ariscos y otras, en cambio, nos persiguen a todas las partes de la casa a donde vamos, incluso hasta el baño. En esos momentos en los que se muestran cariñosos, podemos caer en la tentación de llevarlos a la cama y dormir con ellos. Una práctica que tiene algunas ventajas, pero que también podría resultar perjudicial para nuestra salud.
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Es normal ver a los felinos moviendo las patas como si amasaran, esto lo hacen para expresar que están cómodos y seguros. Utilizan la cola como parte de su lenguaje corporal, de manera que según la posición y el movimiento de esta parte de su cuerpo, querrán expresar un sentimiento u otro.
Los felinos suelen frotar su cabeza contra la tuya para dejar su olor en ti para marcar territorio. Seguro que, alguna vez, habrás visto alguna vez a tu gato delante de la ventana haciendo un ruido extraño con los dientes. Este castañeo es un movimiento innato con el que practica su mordisco.
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También pueden saber si va a caer una tormenta y son amantes de los cementerios; odian el chocolate, el limón y el vinagre y se divierten rascando el sofá y otros muebles de la casa. Son capaces de saber en qué habitación estás sin verte y tienen una especie de sexto sentido, ya que pueden predecir cuando alguien está cerca de morir.
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Otra de las excentridades de los felinos tiene que ver el agua. Cuando llega el momento del baño, se convierte en todo una batalla entre los dueños y sus mascotas. Los gatos sienten cierto magnetismo por el agua: pueden quedarse embobados observándola pero, al mismo tiempo, le tienen respeto.
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Aunque sean domesticados, los felinos son animales salvajes en su esencia. Les gusta tener indepencia y no sentirse atrapados, por eso, cuando están mojados, se sienten incómodos. Su pelo pesa más y tienen menos agilidad. Por este motivo, asocian el baño a un ataque contra su libertad.
Además, tampoco les gusta el momento del baño porque es algo inesperado. A los felinos les gusta tomarse las cosas con calma y llevar sus propios ritmos. Así, es importante enseñarles pronto a tener una rutina con el baño, para que no se convierta en una experiencia traumática.
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Cuando bañes a tu gato, debes tener, ante todo, paciencia y no forzarle nunca a mojarse. Antes de experimentar por completo con el agua, el gato primero pasará de lado , luego introducirá sus patas, olerá el agua, meterá su cabeza y así sucesivamente, lo último será el cuerpo.
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