El café es uno de esos pasos que casi nadie se salta al comenzar el día. Para muchas personas es lo primero que toman al lavantarse y se ha convertido en el punto de inicio de su rutina, ya sea solo, con leche o bebida vegetal o acompañado de unas tostadas. Hay quien tmapoco lo perdona a medio día o después de comer, para seguir con una dosis de energía y terminar lo que queda jornada.
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Ya sea por el sabor o por el momento de desconexión que supone, el café es una de las bebidas más populares en todo el mundo. Lo encontramos en supermercados, cafeterías, restaurantes, locales de café de especialidad y establecimientos de todo tipo. Tanto, que hasta algunas tiendas de ropa o de otros productos como revistas o muebles los ofertan para que sus clientes los tomen mientras realizan sus compras. Es también muy habitual verlos para llevar o incluso en termos para quienes no tienen tiempo de tomarlo en casa tranquilamente.
Y, por supuesto, hay tantos tipos de café como gustos. Más amargo, tostado, dulce, de grano, molido, en polvo... La oferta es muy amplia y cada cual opta por una o varias versiones para tener en casa y hacerse una taza en cualquier momento. Sin embargo, no todos los tipos de café son igual de saludables. De hecho, uno de los más populares en España está muy regulado en algunos países: el café torrefacto.
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La principal característica del café torrefacto es que durante su proceso de tostado se añade azúcar a los granos, de forma que se carameliza al estar a altas temperaturas, dándole al café un sabor mucho más intenso, amargo y con toques ahumados. Es muy común en España y Portugal, pero en otros paises como en Francis se controla mucho más su consumo al establecer ciertos estándares sobre la calidad del café.
El escaso consumo del café torrefacto en otros países se debe a que, al estar recubierto de azúcar, se considera de menos calidad y mayor riesgo para la salud, además de alterar el sabor real del café. Para empezar, al estar recubierto de azúcar, se pueden ocultar granos de calidad inferior y enmascarar las notas naturales del café, por lo que muchos consideran que se degrada la experiencia de tomar esta bebida.
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Además, y aunque no se considera peligroso en pequeñas cantidades, el café torrefacto tiene más compuestos quemados y carbonizados por el azúcar añadido, así que puede producir sustancias no recomendables para consumo habitual. También hay que tener en cuenta que el azúcar caramelizado puede suponer un mayor riesgo de contener acrilamida, un compuesto que se considera cancerígeno en ciertos alimentos que se tratan a altas temperaturas. A esto, se le añade el pico de azúcar que supone tomar este tipo de bebida, que dispara los niveles de glucosa mucho más que cualquier otro tipo de café al que no se le añade este ingrediente para edulcorar.
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