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Alumnos en el colegio San José de la Montaña en Cheste. iván arlandis

Hasta el color de su habitación puede influir en el fracaso escolar de un niño

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Los problemas académicos pueden tener un origen físico, madurativo o emocional. Los expertos explican que lo idóneo es tratar al individuo desde todos los ángulos para buscar una solución más allá de etiquetar a un niño como «vago o tonto»

Miércoles, 20 de octubre 2021, 00:09

Caso real. Una familia acude angustiada a la consulta del psicólogo porque su hijo lleva un tiempo con problemas en el colegio. «Estaba muy nervioso, no atendía en clase, molestaba al resto y a veces se dormía», relata Enric Valls, psicólogo especialista en salud ... y educación. Llevaba bajo el brazo un informe pediátrico, otro psicológico, pero nadie encontraba una explicación entre las habituales a aquel comportamiento tan inusual.

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«Les pregunté si había habido algún cambio en su vida». A veces se trata de un divorcio, una muerte, un conflicto; en otras ocasiones hay detrás un trastorno que necesita de un diagnóstico. «En este caso, era una cuestión muy simple: habían hecho una reforma en casa y cambiado el color de las paredes de su habitación». El tono elegido por el niño, el negro. El problema era que desde entonces no dormía bien y ese entorno le estaba causando episodios de agresividad, de tensión. «Y este caso demuestra la importancia de un entorno que genere calma», explica Valls.

Los problemas académicos siempre suelen comenzar en la más tierna infancia. A un niño movido se le etiqueta como 'malo' y puede que simplemente no esté preparado todavía para estar toda una mañana sentado en una silla. Si le cuesta aprender a leer el calificativo puede ser 'tonto'. Pero las etiquetas se arrastran no solo en la memoria de los profesores y los padres, también en la conciencia del menor.

En el caso de la familia con aquel niño que tenía problemas de impulsividad, el interés y la implicación de la familia había sido clave para poder encontrar el origen del problema. En muchas ocasiones, un entorno socioeconómico complicado hace que estos comportamientos no se traten adecuadamente.

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Nuria Sapena, directora del centro Psico, cree que se están sobrediagnosticando trastornos como el TDAH, y en ocasiones se trata de un tema madurativo, o también de inhibición de reflejos primitivos. Un ejemplo. Un niño que no los ha integrado es incapaz de mantener una postura, de estar sentado cómodamente en la silla, y a la larga causar problemas académicos. «Nos encontramos con familias que acuden a nosotros después de que un diagnóstico no mejore la situación», explica Nuria Sapena, que cree que un retraso madurativo del niño está en el origen de la mayoría de las dificultades que puede tener en el colegio, como que tenga problemas para la lectoescritura. «Y se puede tratar».

Enric Valls explica además que es importante descartar problemas físicos: «un niño que tenga problemas de audición o visión no va a poder atender en clase, o incluso si le duele la barriga por algún problema alimenticio». Una celiaquía no diagnosticada puede provocar problemas de conducta y, en consecuencia, retraso a nivel académico y fracaso escolar. 

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La falta de recursos en los propios centros educativos y en los servicios de atención primaria no ayuda a detectar problemas más allá del TDAH, que se achaca, básicamente, al exceso de movimiento sin ir más allá. «He visto auténticas barbaridades, con niños medicados desde los siete u ocho años», dice Enric Valls.

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