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Eva tiene dos hijos y va a turnos. Cuando trabaja de mañana llega a las cuatro de la tarde; a la semana siguiente entra a las dos del mediodía. Su marido acaba de trabajar a las seis, con un descanso de una hora para comer. Tienen dos hijos, de cuatro y ocho años, que van al colegio hasta las cuatro y media de la tarde en jornada partida. Para ellos, plantearse que el colegio termine a las tres es muy complicado, a no ser que contraten a alguien o pidan favores. Cuando se les habla de jornada continua, cuando algún maestro saca al debate la posibilidad de que haya mayor rendimiento académico saliendo a las dos de la tarde, responden: «de acuerdo pero, ¿qué hacemos con ellos el resto del tiempo?».
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Hay quien responde que muchos colegios han implementado la jornada continua y que está funcionando bien, pero la posibilidad de que los niños permanezcan en el centro hasta las cinco de la tarde para adecuarlo a las jornadas laborales de los padres se hace muy complicado si no es con la billetera por delante para poder asegurarse algo de calidad en las extraescolares. Mientras, los maestros defienden con uñas y dientes una posibilidad, la de trabajar solo por la mañana, que les permitiría a ellos adecuar horarios con la familia, mientras que para el resto de los mortales es una utopía difícil de alcanzar.
Pero, ¿qué dicen los expertos? La Sociedad Valenciana de Pediatría aconseja incluso que se retrase la hora de inicio de las clases y que el comedor esté incluido como una parte de la jornada escolar. Los pediatras defienden que la jornada partida se adecúa mejor a los ritmos biológicos de los alumnos, ya que favorece el sueño y el rendimiento académico, especialmente en el caso de los adolescentes.
También la Confederación Española de Asociaciones de Padres de Alumnos creen que la jornada intensiva es un modelo en retroceso en países más avanzados y que agrava las desigualdades. Es mucho más fácil conciliar para una familia con recursos económicos que para unos padres que trabajan con horarios imposibles fuera de casa.
¿Y los alumnos? ¿Qué es lo mejor para ellos? Pediatras, psicopedagogos y maestros están completamente divididos. Hay argumentos a favor y en contra. La jornada discontinua, que ha sido la tradicional en la Comunitat Valencian, conlleva un horario aproximado de 9 a 12 y de 15 a 17 horas. Por su parte, la continua reorganiza este horario y lo concentra entre las 9 y las 14 horas, aunque el centro permanezca abierto de igual forma hasta las 17 horas.
«En la elaboración del horario escolar con las respectivas asignaturas se ha de tener en cuenta que los momentos de mayor atención se producen a media mañana y en horario de tarde», detalla Gonzalo Pin Arboledas, jefe de la Unidad de Pediatría Integral y la Unidad de Sueño Infantil del Hospital Quironsalud Valencia. Sin embargo, quienes defienden la jornada intensiva creen que hay una mayor receptividad de los alumnos en horario de mañana, una reducción de la fatiga y el estrés y más tiempo para pasar en familia. También aseguran que hay una mayor conflictividad en las primeras horas de la tarde entre docentes y alumnos.
El comedor escolar es otro de los argumentos que esgrimen, en realidad, unos y otros. Al igual que en toda España, la obesidad de los menores se ha convertido en una epidemia que alcanza casi al 40% de la población, y la necesidad de que el comedor escolar pase a formar parte de la jornada como si fuera una asignatura más. Que los hábitos nutricionales de la escuela se puedan trasladar también a los hogares para conseguir una alimentación saludable.
¿Y los adolescentes? Los horarios vuelven a estar en el centro del debate. Durante la adolescencia, según Gonzalo Pin, hay un retraso fisiológico de la elaboración de melatonina nocturna, lo que significa que el adolescente tiene tendencia a dormirse más tarde y se tendría que despertar más tarde. «Con los horarios actuales -la mayoría de alumnos en Secundaria o Bachiller entran a las ocho u ocho y media de la mañana- estamos generando un 'jetlag escolar' que puede resultar perjudicial».
En este sentido, desde la Sociedad Valenciana de Pediatría, en un informe que presentó hace dos años, se aconseja que las clases empiecen entre las 8:30 y las 9 de la mañana, más aún en el caso de los adolescentes, y que la distribución del horario lectivo se organice según los momentos de mayor atención del alumnado. «Es conveniente que se retrase la hora de inicio del horario escolar para favorecer el sueño y el rendimiento, sobre todo en el adolescente, ya que los biorritmos en esta etapa de la vida retrasan los picos de atención», explica Gonzalo Pin.
El debate está abierto, sobre todo teniendo en cuenta que se conjugan muchos intereses confrontados, y donde el debate está en los horarios laborales de una sociedad que todavía está muy lejos de la jornada de mañana.
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