![#52 Las hamburguesas de Arturo](https://s1.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/202206/15/media/carta52.jpg)
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Hola capturadores
Hay un compañero de profesión al que quiero mucho que, además de escribir fenomenal, recomendar muy buenos libros y ser vecino, me confió de manera muy generosa uno de los secretos mejor guardados del barrio. Una de esas joyas que yo me pensaría muy mucho compartir por si se vuelve mainstream y deja de ser eso tan pequeño de lo que nos encanta sentirnos parte. Una recomendación de las que no te hace ninguna influencer ni cobrando. Y es que Alfons García, subdirector del periódico de la competencia, y su mujer, Elena, nos dieron las coordenadas del pequeño local de Campanar en el que comprar las mejores hamburguesas de pollo a las que el ser humano ha dado forma desde que un 'homo carnivorous' picó carne por primera vez, hace millones de años, valiéndose seguro de dos piedras. Y su mapa nos llevó a Charcutería Arturo, un gran pequeño comercio de un barrio como el nuestro en el que la vida de pueblo convive a trompicones con la de la gran avenida que nos hace ver que pertenecemos a una gran ciudad.
Desde entonces, hace ya algunos años, he sido clienta fiel del señor Arturo, e incluso he compartido su ubicación con algunos amigos de confianza, con la esperanza de que no se fueran de la boca y me dejaran sin suministro cuando la bandeja flaqueaba antes de mi turno, a pesar de que el dueño siempre ha sido un dealer solvente y ha calmado mis ansias de llevarme género bajo la mágica y tranquilizadora frase de: «Tengo más hamburguesas dentro».
Así han pasado los años en los que la única carne picada que entraba en mi casa ha sido la de esas hamburguesas caseras, porque un cumpleaños pedí de regalo una accesorio de la Kitchen Aid para poder controlar hasta lo que hago trocitos. Años de cenas disfrutonas en casa patrocinadas por el señor Arturo, para las que en ocasiones hemos llegado incluso a hornear nuestro propio pan, para no desmerecer el interior de la mezcla. Innumerables visitas a esa pequeña casa, junto a la plaza del pueblo en la que detrás del mostrador siempre he encontrado una sonrisa y buenas palabras. Aunque nunca hayamos llegado a hacer amistad, porque en las grandes ciudades, alternar con los propietarios de los negocios sigue siendo complicado. Pero lo de Arturo llegó a ser mi charcutería de confianza, con permiso de Bermejo en Cuenca. Un sitio de referencia en el que no sólo comprar hamburguesas, sino también queso fresco, jamón de Teruel o incluso buen pimentón para hacer mis guisos. Porque esa es otra, en Arturo lo mismo podías comprar el fiambre de la semana, que galletas, aceite o un buen vino para tu cena. No tenía web, ni facebook, ni perfil en instagram. Tampoco he visto nunca al matrimonio bailar para TikTok, pero siempre me han ofrecido consejo, amabilidad y su mejor sonrisa. De hecho, sólo hay que darse una vuelta por el perfil que Google maps tiene de la tienda para comprobar que las 14 opiniones son unánimes. Charcutería Arturo ha sido una tienda maravillosa durante todos estos años. No sé cuántos, pero seguro que muchos.
Todo esto hasta el lunes pasado, cuando hice mi tradicional visita a la tienda para hacer despensa y me la encontré patas arriba. Las estanterías casi vacías, muchos productos en oferta y una mesa camilla llena de tuppers de alguna promoción pasada a la que ahora hay que darle salida antes de echar la persiana. Al ver el panorama me quedé paralizada. No quise preguntar para no conocer la mala noticia. Cogí mis hamburguesas y hui. No había dado ni tres pasos fuera de la tienda cuando le envié un mensaje a Alfons. «Crisis. He ido a Arturo a por hamburguesas y la tienda está medio vacía. ¿No estaremos cerrando?, le lancé. Con dos palabras sentenció mi augurio: «Así es», me dijo. La pareja se jubila, me explicó con pena. Y ahí empezamos a fantasear con quedarnos el traspaso para mantener vivo un local que nos ha dado tantas buenas comidas y cenas.
Si os soy sincera, me disgusté muchísimo. Por las hamburguesas y porque ya no habrá más visitas a Arturo, que me obligaban a dar un paseo por el barrio para garantizarme buenas cenas. Y me acordé de otros tantos sitios con los que a lo largo de mi vida he sentido una especial relación con el negocio o con sus propietarios y ya no son más que un recuerdo. Y me viene a la mente el kiosco de mi plaza, donde Ángel vendía las chucherías, la prensa, las revistas y hasta cigarros sueltos en un local minúsculo. Las cien pesetas de cada domingo antes de la catequesis me cundían más que la nómina de ahora. O el bar Pelusa, muy cerca de mi casa de antes, donde a veces acudíamos a comprar bocadillos de calamares y todos los domingos a hacer el aperitivo de paella antes de comer. O la tienda de Seve y la Avelina, una frutería que acabó reconvertida en comercio para todo, en el que te llamaban por tu nombre, te fiaban si te habías dejado el monedero en casa y te podían guardar las bolsas si tenías otros recados que hacer. O La casa del café, el supermercado del barrio en el que abrí mi primera nota de amor. O la carnicería de la Lourdes y Angelito, o la pescadería de Jesús, o la pollería de Fidel y la Mari, o el bar Marín. Pequeños comercios en los que en muchos casos aprendimos a ser personas. A cultivar la paciencia, a forjar amistades, a crear desarrollar empatía y a hacer comunidad. Comercios en los que se podían hacer cadenas de favores para hacer barrio. Eso que ahora algunos llaman la ciudad de los 15 minutos.
Y claro que también voy a grandes superficies. Y compro por internet. Hasta hago pedidos por Amazon. Incluso de algún libro, aunque compenso con librerías. Pero sigo teniendo predileccíón por el comercio de barrio. Ese en el que nos ponemos cara, en el que nos llamamos por nuestro nombre. En el que si un día no llevamos dinero, sabemos que podemos volver al siguiente. O en los que puedes dejarte llevar por el que más sabe. No dejemos que nuestras tiendas mueran. Para eso, sólo hay un remedio. Seguir prefiriendo que Arturo nos corte el jamón de york tan fino como le pidamos o que visitemos de vez en cuando la frutería como la de Seve. No pasa nada si no lo hacemos siempre. Ellos lo entienden. Pero no dejemos que nuestro entorno sea una ciudad de 15 minutos, como medida del tiempo que separa una franquicia de otra.
Gracias Arturo.
Calendario de pantallazos
Esta semana lo mejor que puedes hacer es quedarte en casa leyendo un libro con el aire acondicionado encendido, si no tienes una playa o piscina cerca, porque este calor no hay quién lo aguante. Pero, si te animas a ponerte al día con el diseño, en La Rambleta aún pillas hoy y mañana el Experience Valencia 2022, una de las mejores actividades programadas dentro de Valencia Capital del Diseño. Capitaneada por @stereochromo (el diseñador Wences Sanz-Alonso), autor además de la newsletter de referencia del mundillo. Aquí te dejo el programa, porque llegas a mogollón de charlas todavía. Eso sí, hace falta entrada.
En el calendario de lo mundano, esta semana se cambia el signo del zodiaco y decimos adiós a los piscis para darle la bienvenida a los cáncer. Estoy a un solo signo de llegar a mi cumpleaños.... Así que la semana viene cargada de magia y magnetismo con una de las fechas por excelencia: la noche de San Juan. Una velada ideal para hacer algún ritual de Antevasins (yo lo pienso hacer, que Azahara me ha hecho una vela especial).
Círculo de lectores
Turno para nuestra librera rubia de confianza. Carmen Velasco vuelve a las andadas para arreglarnos el fin de semana de ola de calor....Y viene con un nombre que no me puede gustar más. Os dejo con ella.
«Hortelano me ha dado permiso para saltarme las reglas. Y lo voy a hacer: hoy recomiendo una escritora. Hay que leer a Bárbara Blasco. Sí o sí. Descubrí el potencial de la autora en 2020 con 'Dicen los síntomas' (Tusquets). Me atrapó su estilo pulido y la habilidad en el lenguaje pero también la historia dura y mordaz. Es un ejemplo sublime de cómo con la familia y la enfermedad se puede hacer excelente literatura, sin renunciar a la sátira, sin solemnidad. Este año leí 'La memoria del alambre' , que fue escrita con anterioridad a 'Dicen los síntomas' pero que se acaba de reeditar, y disfruté con esa desmitificación de la adolescencia. A las protagonistas de las ficciones de Bárbara Blasco, cuya primera novela fue 'Suerte' -que no he leído-, les cuesta encontrar su sitio en el mundo, ¿a quién no?«
Gat-Checking: periodismo de gatos
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49. Ser beige
Esta semana quiero que me cuentes si tienes una tienda de confianza para que yo también vaya. Venga, haz un poco de Alfons y recomiéndame ese sitio en el que venden esa cosa que sólo tienen ahí. Me encantará leerte en marta.hortelano@lasprovincias.es
Prometo no contar nada. O sí.
Como cortesía, y por haber llegado hasta el final, te dejo tres enlaces de cosas que sí o sí debes saber y que sí o sí no sabes.
Marta
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