El autobús de la línea 11, en su llegada a la plaza del Ayuntamiento. LP

Viaje a bordo de las nuevas líneas de la EMT: «Uy, ¿y ahora este dónde para?»

LAS PROVINCIAS sube a la 11 y llega al centro desde Orriols, pero la falta de información hace que muchos pasajeros esperaran la parada en Porta de la Mar

Miércoles, 13 de diciembre 2023, 00:45

La línea 11 une Orriols con Zafranar, norte con sur, a través del corazón de Valencia. Es una de las que ha visto su trayecto modificado porque vuelve a entrar en la plaza del Ayuntamiento y es una de las que utilizan miles de personas ... para acudir al centro día a día. Pero este martes la 11 era la la línea de la confusión. LAS PROVINCIAS se ha subido a ella al filo del mediodía para hacer el trayecto Orriols-plaza del Ayuntamiento y ha podido comprobar cómo decenas de pasajeros no se habían enterado de los cambios.

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El viaje empieza con ocho pasajeros. Una mujer habla por teléfono, otra mira Pinterest. Un día normal en Orriols, ese barrio donde los valencianos hablan castellano con acento y donde los vecinos se han rebelado contra la inseguridad. Pero nada de eso se deja ver en el autobús mientras progresa hacia el sur por Peset Aleixandre o la calle Almassora, donde recoge a varios estudiantes. Uno de ellos, joven, cazadora y mochila, deja a la que parece su novia en la parada y nada más subir al bus se encuentra con otra y empieza a hablar.

Luego, la 11 cruza el río y entra en Tetuán. Los pasajeros empiezan a prepararse para bajar, pero no lo hacen en la parada frente a Santo Domingo porque esperan la de Porta de la Mar. Es entonces cuando llegan los nervios. Los pasajeros del ya atestado autobús comienzana levantar las miradas de las pantallas de sus móviles y fruncen los ceños. ¿Dónde estamos? ¿A dónde vamos? Son preguntas filosóficas que, en realidad, se convierten en mundanas cuando el autobús no para donde lo tenías planeado.

Y cuando el autobús gira a la derecha hacia Paz en lugar de a la izquierda por General Palanca... pandemonio. Caos. Confusión. Exageramos, pero no demasiado. «Uy, ¿y esto ahora dónde para?», «¿no entra por Colón?», «¿por qué no va por donde siempre?». Las preguntas rebotan en el interior del autobús como los átomos dentro del núcleo de un reactor.

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Poco a poco algunos viajeros tiran de móviles, esa herramienta mágica con acceso a todo el conocimiento de la humanidad, y empiezan a enterarse. Es un trayecto corto, entre Tetuán y Paz, pero sirve para que a la llegada a la parada más o menos a mitad de la calle de la Paz sean decenas los pasajeros que se bajan y desanden el camino hacia la glorieta para ir a Porta de la Mar o a Colón, una vez que se han dado cuenta de que hoy es martes, día 12, y que cinco líneas vuelven al corazón de Valencia.

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«¿No tocarán lo peatonal, no?»

Luego hay dudas también sobre qué hará el bus al entrar a la plaza del Ayuntamiento. «¿No irá por delante del Pans, no?», pregunta una pasajera. «No, no, esperemos que no, está bien que cambien cosas pero lo peatonal que no lo toquen», contesta otra. No, tranquilas, que lo peatonal no se toca. La parte oeste de la plaza del Ayuntamiento sigue libre de tráfico. La 11 para en Lonja-Mercado Central, la parada de María Cristina que ha cambiado de nombre para deleite de los vendedores del mercado y luego sigue entre taxis hacia la parada Plaza del Ayuntamiento-Flores, que está, más o menos, frente a Bello, para que ustedes se ubiquen, y luego continúa por Marqués de Sotelo hacia Xàtiva, donde se puede hacer transbordo hacia decenas de otras líneas.

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La 11 prosigue luego su viaje hacia el sur, donde dará la vuelta para volver al centro en un bucle que dura casi 18 horas. Más allá de este punto, recupera la normalidad. El autobús del caos vuelve a ser ese contenedor de viajeros, trabajadores y estudiantes, que prosiguen con sus vidas, enfrascados en sus móviles y, los menos, en sus libros. En Xàtiva se sube una de las informadoras de la EMT, gente joven, vestidos de riguroso rojo corporativo, que con paciencia explican los cambios a los pasajeros. Poca gente les pregunta. Quizá, si más gente lo hiciera (o si leyeran este diario), no se verían asaltados por las dudas y ese pequeño miedo cotidiano que te apunta el estómago a clases de zumba cuando el bus no para donde tú pensabas.

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