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Estado de los arrozales en Catarroja. Jesús Signes

La Albufera ante el ingente reto de renacer tras la devastación

El pacto impulsado por LAS PROVINCIAS en junio sigue vigente pero necesita una actualización tras la DANA: los expertos llaman a movilizar recursos para que reviva el parque con la prioridad de descontaminar el agua, eliminar vertidos y reponer las infraestructuras

Jorge Alacid

Valencia

Sábado, 7 de diciembre 2024, 23:51

El pasado mes de junio, LAS PROVINCIAS promovió la firma de un manifiesto en favor de la Albufera que concitó el apoyo de una amplia representación de la sociedad valenciana. Medio año después, chequear el grado de cumplimiento de los diez puntos que figuraban ... en ese documento es un ejercicio más bien ocioso, a la luz de la catástrofe que supuso la DANA y su impacto sobre el parque natural. Pero el compromiso, tanto de nuestro diario como de los firmantes y de expertos cuya voz se sumó a aquella movilización, se mantiene. Incluso más férreo: ese decálogo ha resistido a los terribles sucesos del 29-O y preserva su vigencia. La escala de prioridades sigue siendo la misma pero la necesidad de actuar se hace hoy más acuciante. Recuperar la calidad del agua, eliminar vertidos y restituir las infraestructuras dañadas son las urgencias más perentorias: su solución daría una nueva vida a la Albufera para ponerse en pie después de la peor catástrofe en medio siglo.

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Sólo hay un precedente equiparable para entender el desastre que ha sufrido el parque y su entorno: todas aquellas actuaciones de mala praxis urbanística y ambiental que se aplicaron en los años 70 del siglo pasado, «de las que todavía no se ha recuperado». Es una opinión coincidente que expresan por separado dos científicos de amplio prestigio, buenos conocedores de ese ecosistema. Carles Sanchis, presidente de la junta rectora del parque, y Antonio Camacho, director del grupo de investigación de limnologia de la Universitat de València, recuerdan aquel episodio perpetrado hace más de cincuenta años para resaltar la necesidad de activar un plan de recuperación de la Albufera que tenga en cuenta una particularidad muy relevante: mientras las actuaciones que desfiguraron el parque en aquellos años del desarrollismo industrial fueron un fenómeno prolongado en el tiempo, y llegaron hasta los 80, el revés sufrido el 29-O es una «perturbación puntual», de acuerdo con Sanchis, muy concreta en el tiempo y el espacio. Con otra particularidad, que también subraya Camacho: de aquellas experiencias se puede extraer una lección que permitiría restituir ahora el ecosistema dañado en menos tiempo.

«Los destrozos cometidos en la Albufera en los años 70 todavía los estamos pagando», señala Sanchis. Y Camacho, en la misma línea argumental, añade: «Ahora tenemos una esperanza para recuperar la Albufera: sabemos más cosas, hay más información y si aplicamos todos esos conocimientos y hay buena voluntad política la reconstrucción será más sencilla. Pero tenemos que pensar que cada aportación desde la comunidad científica acaba siendo un arma arrojadiza entre los políticos». También el discurso respectivo de ambos científicos coincide en señalar los puntos más críticos para la reconstrucción. Sanchis, por ejemplo, señala que «la prioridad ahora es recuperar la normalidad». «Hay que retirar los residuos sólidos que han entrado en el sistema, reducir el impacto de las aguas residuales que han llegado al humedal, reparar las infraestructuras agropecuarias dañadas y monitorizar al detalle los parámetros fundamentales de calidad de suelo, aguas, flora y fauna para detectar cualquier incidencia con rapidez», señala. «Por lo demás», prosigue, «el manifiesto por la Albufera sigue vigente: los objetivos que marca se nos han alejado y hay que reaccionar para no dar pasos atrás». Palabras que hace suyas Camacho: «Toca salvar la Albufera: el pacto firmado en junio es más necesario que nunca aunque ahora haya otras prioridades». Y añade en alusión a la campaña impulsada desde esta casa: «Necesitamos que Valencia haga caso a LAS PROVINCIAS, que ya ayudó a salvar El Saler y el cauce del Turia. Ahora hay que salvar la Albufera».

Sanchis recalca que la riada del 29-O tiene ese carácter de perturbación temporal, «consecuencia de un fenómeno concreto», mientras que las agresiones que padeció el parque en los años 60 y 70 «fueron más bien la acumulación de una larga serie de malas decisiones urbanísticas y medioambientales cuyas consecuencias estamos pagando aún». «Es una factura que se ha endosado a las actuales generaciones y a la que se añade el coste de esta DANA», observa. De ahí, como también argumenta Camacho, nace una conclusión central: «Lo de ahora se puede solucionar con acciones urgentes si se aportan recursos y personas en una escala de meses». Es decir, que así como los destrozos de hace medio siglo provocaron «un cambio estructural en la calidad de los aportes de agua de la Albufera que aún no se ha solventado del todo», los efectos de la DANA «se pueden restituir también más rápidamente».

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Por ejemplo, en los últimos días ya se ha reparado la gran tubería que enlaza Torrent con Paiporta, una infraestructura estratégica para devolver al parque la normalidad perdida y desde el Ministerio de Transición Ecológica se anuncia una inversión, pendiente de detallar en acciones específicas, de 30 millones de euros. Son pasos, según todas las fuentes consultadas para esta información, decisivos en la buena dirección pero no suficientes. Desde la comunidad de regantes, Juan Valero de Palma, secretario de la Real Acequia del Júcar y al frente de la entidad que agrupa a todo el colectivo a nivel nacional, advierte en un artículo que acompaña estas líneas de la necesaria inversión en obras hidráulicas y embalses. «No sólo permite una mayor eficiencia en la gestión del agua», apunta. «También mitigará los efectos de las inundaciones masivas como la reciente tragedia que hemos vivido». Una tragedia que desde otro actor de relevancia para el ecosistema del parque, como la DO Arroz, encarna el peor episodio vivido en toda la historia del humedal. «Nunca antes se vio tanto dolor en sus acequias», explican sus responsables, partidarios también de una intervención «inmediata» en los arrozales. «De lo contrario», alertan, «la campaña del 2025 se verá comprometida».

Aluden con esa advertencia a un punto en concreto del parque, la zona más al norte, especialmente atacada, porque en realidad los daños sobre la superficie de arrozales no llega al 10% del total. Es una apreciación que comparte Carles Sanchis, para quien la medida del impacto de la riada sobre los cultivos se conocerá en mayo, cuando confía en que se pueda recoger el fruto con la normalidad de cualquier otra campaña, teniendo en cuenta que la zona sur, alrededor de Sueca y su entorno, se libraron de la inundación que por el contrario, de acuerdo con los datos de la DO Arroz, golpeó con saña los marjales de Castellar, Alfafar, Massanassa y Catarroja. Hay además arroceros de Silla, Sollana, Favara, Cullera o la propia Sueca, sin embargo, que sí han visto destrozadas sus infraestructuras y reclaman ayudas para ponerse en pie, como exigen los responsables de la Denominación, quienes ponen el foco de la futura reconstrucción en un factor que también conmueve a expertos como Camacho: saber el impacto ambiental de la riada sobre las explotaciones agrícolas.

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«Harán falta estudios serios para conocer el verdadero efecto en los sustratos, las aguas o el propio calado del lago», dicen desde la DO. Y Camacho añade: «Si hay vertidos, habrá que descontaminar los suelos». «Dependiendo del posible grado de afectación, pueden ser operaciones sencillas, como se ha hecho siempre: dejar algunos campos en barbecho», afirma, aunque también va más lejos en su apreciación: propone un enfoque de índole global que, por ejemplo, incluye la posibilidad de remunerar la actividad agrícola por su contribución a preservar la riqueza del ecosistema. «Por qué no pagar por los servicios que prestan los arroceros», se pregunta.

Es uno de tantos interrogantes que se lanzan hacia el futuro y forjan el escenario de sombras, con más dudas que certezas, que aguarda en el horizonte más cercano. «La naturaleza nos exige actuar en la Albufera», señalan los regantes. Valero de Palma recuerda que «es esencial reforzar el drenaje y la regulación del agua» y Sanchis ,por su parte, estima crucial intervenir para mejorar la situación del agua: «El nivel sigue bajo y está bien que siga bajo porque ayuda en la tarea de retirar residuos y para el proceso de renovación de aguas que hay que emprender». Otro propósito le parece primordial: «Monitorizar los parámetros fundamentales de calidad de suelo, aguas, flora y fauna para detectar cualquier incidencia con rapidez». Ese esfuerzo por chequear en tiempo real la evolución de los distintos elementos que confluyen en el parque natural es por cierto una de las prioridades que reitera Camacho: «Monitorizar los aportes de agua es ahora mismo prioritario». «En el día a día y en casos de contingencias como la del 29 de octubre», prosigue. «Tengamos en cuenta que los aportes históricos se han ido reduciendo con el paso del tiempo», asegura, «y que el agua tiene por lo tanto más carga contaminante, con el riesgo comprensible de colapso».

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¿Conclusión? A su juicio, «es imposible limpiar la Albufera sólo con las aportaciones de agua pero es verdad que si el agua no se renueva, la contaminación no se elimina». El experto de la UV recuerda que «hay contaminantes que no se ven, asociados a partículas en suelos y arrozales, partículas físicas, químicas y biológicas que también hay que monitorizar» y vuelve a coincidir con Sanchis cuando echa la vista atrás y sitúa en su contexto histórico la todavía reciente catástrofe: «El crack ecológico de los 70 tuvo efectos gravísimos para el medio ambiente que aún estamos pagando». Una idea que convive con un mensaje de esperanza, igualmente alojado en el discurso de Sanchis. Ambos opinan que el pacto firmado en junio «es más necesario que nunca aunque hay otras prioridades», en palabras de Camacho. «El manifiesto sigue vigente», coincide su colega. Con un matiz: «Los objetivos que marca ese documento se nos han alejado». ¿Resumen? «Hay que reaccionar para no dar pasos atrás pero se necesitan más recursos que nunca».

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