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Esto es un sin vivir. A cualquier buen aficionado al fútbol le amarga ver a un grande de la liga española acabar la primera vuelta ... colista. No es el hábitat natural para el club que en este mismo siglo llegó a ser el mejor del mundo. Pero ha llegado a esta situación a base de malas decisiones y alguna que otra desgracia. Como la de anoche en el Sánchez Pizjuán. Si ya falla hasta Mamardashvili, el portero que se ha ganado un gran contrato en el Liverpool a base de obrar milagros, hasta el más optimista pierde la esperanza. «Para mí es uno de los tres mejores porteros de la liga española y nominado para el Balón de Oro, pero ha tenido una desgracia», lamentaba Luis Rioja, a quien le costaba recuperar la compostura instantes después de que Hernández Maeso decretase el final del choque.
Esta ha sido la semana del hormigón. La de volver a ver actividad en el mastodonte de cemento armado de la avenida Corts Valencianas. También ha sido la semana en la que Carlos Corberán ha cimentado el equipo que quiere construir para luchar por la permanencia. «Queremos aprovechar cada partido para crecer», afirmó para argumentar que apostase por un once de titulares para la Copa del Rey. Su Valencia dejó la portería a cero en Elda, haciendo los deberes ante un rival de la parte baja de Segunda y completó una actuación seria, pétrea, en Sevilla.
Hasta ese maldito minuto 92. Si ya falla hasta Mamardashvili, apaga y vámonos, que diría más de uno. La lectura del partido de anoche, al menos la futbolística, no puede en función del resultado. Porque como recalcó Rioja, la acción en la que el georgiano desvió hacia su propia portería un disparo de Pedrosa que iba fuera sólo puede tildarse de «desgracia». Un error impropio de un guardameta que, en cuanto se ha recuperado de su lesión, ha regresado a la titularidad. Un arquero que volvió ha realizar tres intervenciones de primerísimo nivel antes de la acción que deja colista al Valencia al final de esta ominosa primera vuelta.
Llegar al ecuador de la temporada con 13 puntos no es, ni de lejos, fruto de esa acción. Ni siquiera a causa del encuentro de ayer, serio y de los que hay que completar para sumar puntos fuera de casa. El Valencia lleva desde abril sin ganar un partido de Liga lejos de Mestalla. El Valencia es el equipo que más puntos ha perdido (21 frente a los 19 de Venezia y Fulham) de Europa –sí, de toda Europa– después de ir por delante en el marcador. ¿De quién es culpa todo esto?
Ya habrá tiempo de repartirlas. Ahora toca evitar el desastre que supondría bajar a Segunda, justo después de firmar un crédito millonario para acabar al fin el estadio a costa de disparar (aún más) la deuda. Duele no poder hablar sólo de fútbol ni siquiera en una crónica deportiva, pero la realidad es que cada vez que compite, este equipo se juega mucho más que tres puntos.
Quizás por eso Corberán hable mucho pero diga poco. Evita cualquier comentario que pueda elevar el nivel de presión a su plantilla. Para que se centre en lo que sabe: jugar a fútbol. Consiga el objetivo o no, el técnico ya lo ha logrado. El equipo está más cómodo sobre el césped. Gayà, con pisotón de Carmona y todo, imprime personalidad. El capitán, como Mamardashvili, ha ido de la enfermería al once por el valor añadido que ambos aportan.
El Valencia no fue tan alegre como contra el Real Madrid pero sí muchísimo más sólido. El Sevilla, también condicionado por un entorno hostil, atacó acelerado, a arreones. Y esto benefició al equipo de Corberán, que aguantó esos latigazos. La fortuna que luego le daría la espalda le sonrió en un cabezazo de Saúl Ñíguez. Aquello fue minutos antes del gol, en una simple pero efectiva acción de contragolpe.
Pase en largo de Mamardashvili, Hugo Duro la peina y la timorata defensa del Sevilla, la lía. Así puede resumirse el 0-1, completándolo con la velocidad de Luis Rioja y disparo seco ante el que Nyland pudo hacer algo más. El Valencia se sintió cómodo en un Sánchez Pizjuán en pie de guerra con el palco. García Pimienta movió el banquillo a la contra pero si equipo seguía sin ideas.
Sus intentos eran en disparos desde fuera del área porque se veían incapaces de desarbolar a la defensa del Valencia. Parecía que era el día de dejar por primera vez la portería a cero a domicilio desde octubre. O la del primer triunfo fuera de casa desde abril. El de volver a casa y dormir a un solo punto de puesto de salvación. Quedaban unos instantes. Esta crónica habría hablado de que Carlos Corberán está construyendo con acierto los cimientos de un Valencia capaz de conseguir la permanencia.
Pero entonces llegó el error del portero que nunca falla. Increíble. Una desgracia tras otra, y ya si falla hasta Mamardashvili... «La sensación no es la misma si te vas con una victoria que con un punto», lamentaba Javi Guerra tras el partido. La amargura era tan intensa que no la disipó ni la llegada de Max Aarons a Valencia. Con el británico ya son dos los fichajes de este mercado de invierno que se abrió con la cesión de Sadiq. Corberán necesita mimbres pero, sobre todo, evitar que lo acontecido en el Pizjuán bloquee al equipo. Si llega a los finales de partido pensando en qué desgracia le va a ocurrir, esto ya no tendrá solución.
Sevilla FC
Nyland, Carmona (Vargas, 68'), Badé, Gudelj, Kike Salas (Pedrosa, 78'), Agoumé (Juanlu, 68'), Sambi, Sow (Idumbo, 78'), Lukebakio, Saúl (Peque, 86') e Isaac.
1
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1
Valencia CF
Mamardashvili, Foulquier, Mosquera, Tárrega, Gayà (Yarek, 68'), Barrenechea, Javi Guerra, Diego López (Canós, 68'), Rioja, Almeida (Pepelu, 78') y Hugo Duro (Sadiq, 68').
Goles: 0-1, Rioja (60'). 1-1, Pedrosa (92').
Árbitro: Hernández Maeso (comité extremeño). Amonestó a Foulquier y Sadiq.
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