Los accionistas no arrancan el compromiso rotundo de Lim de terminar Mestalla

Demasiadas preguntas sin contestar, más tensión de la esperada incluso fuera de la sala y entre los propios accionistas, y un azote constante contra la gestión de Peter Lim y, sobre todo, las maneras de Anil Murthy. Cinco años después de comprar el club, Meriton tiene al pueblo más en contra que nunca, curiosamente menos a la Asociación del Pequeño Accionista (el único aliento que hubo). Ni el título de Copa, ni los recientes octavos de la Champions ni incluso el as que quiso jugar Murthy sobre el nuevo Mestalla cambiaron el cariz de una asamblea que no pasará a la historia por el calado de las reflexiones allí expuestas.

Antonio Sesé y Miguel Zorío encabezaron cada uno por su cuenta y como se preveía la oposición. El valencianismo quería escuchar el compromiso de Meriton de que el nuevo Mestalla estará acabado de una vez por todas y la gente, tras casi cinco horas de cónclave, salió con el mismo escepticismo con el que entró. Sobre todo porque Anil Murthy no sólo procuró no pillarse los dedos sino que hizo una sutil llamada a las instituciones políticas. Lo hizo en su discurso inaugural, brevísimo y poco profundo, de no más de cuatro minutos (el año pasado fue da casi catorce). «El Valencia está más cerca que nunca de inaugurar el nuevo estadio para la temporada 2022-2023. Esta semana hemos recibido por parte de ADU la oferta vinculante para nuestro ilusionante proyecto: la venta de Mestalla que nos permitirá construir el nuevo estadio. ADU ya encontró el operador del terciario que hace viable su oferta. Por eso vamos a renovar hasta marzo la exclusividad con ADU. Sólo falta un último impulso por parte de las administraciones locales y regionales». Ahí se acabaron todas sus explicaciones.

Fueron los accionistas los que con sus críticas intervenciones consiguieron arrancar algo más de luz, pero con demasiados grises y mucho menos que cifras concretas. Eso sí, el presidente ya no habló sobre esta cuestión, la más sensible para el aficionado después de diez años de espera. En 2018 dejó que se mojara Mateo Alemany y éste le tocó al activo secretario del consejo, Germán Cabrera, que tuvo sus más y sus menos con algunos de los presentes hasta el punto, ya al final de la tarde, de soltar aquello de «es lo que hay» que provocó el abucheo y las protestas generalizadas ante la mirada de los directivos de Singapur, que no sabían el motivo del revuelo. Sobre la propuesta de ADU y la operación global, dijo Cabrera: «Lo de las garantías es uno de los puntos claves. O cambiamos las deudas o pagamos y refinanciamos. Es un encaje de bolillos, muy complicado. El banco está dispuesto a cambiarnos el paquete de garantías por un nuevo paquete. Ese punto no es problemático». Deslizó que el Ayuntamiento les ha dado el visto bueno con los términos de la ATE y que «cuando esté todo cerrado se convocará una junta de accionistas. Es un proyecto de gente de aquí y es el que mejor encaja con todo. Es un proceso con plenas garantías. No queremos hacer anuncios raros con ese tema».

El tono de la junta no cambió pese a esos gruesos trazos que se dieron. La gente, una y otra vez, reclamó mayor conexión con los dirigentes y casi pasó desapercibida la incorporación como consejero no sólo de José Luis Zaragosí sino también de otro miembro de Singapur: Khojama Kalimuddin. Por supuesto y aunque tardó en salir, el tema de Marcelino y Mateo Alemany acabó por explotarle en las manos a Murthy, consciente el dirigente que ha perdido ese 'feeling' que creía tener con la afición al poco de llegar. «¡Pide perdón!» fue uno de los gritos que se escucharon en los momentos de mayor tensión en referencia al famoso gesto del presidente de mandar callar a la grada. La palabra dimisión se escuchó en varias ocasiones durante una tarde en la que volvieron a manejarse cuestiones como el conflicto con Curva Nord y el silencio que se palpa; la ausencia de un plan de futuro; una deuda en crecimiento; Porxinos y la UE.