Marta Muñoz lleva en la solapa de su camisa blanca la medalla a la Orden del Mérito Civil que le entregó el rey Felipe VI el pasado 18 de junio, justo dos días después de que cumpliera treinta años. Fue todo un reto ir ... a la Zarzuela, ponerse delante del rey, hacer lo que se esperaba de ella en un lugar donde el protocolo manda. «Estaba muy nerviosa», reconoce. También lo está delante del fotógrafo, se quita con reticencia la mascarilla para las fotos. Y lo explica: «es que es obligatoria». Ahí queda, como recuerdo, no solo la medalla, también la fotografía de Felipe VI agachándose para ponérsela. «Es muy alto», ríe Marta.
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Esta joven, que para su cumpleaños recibió otro regalo, un cachorro al que ha llamado Toby, fue condecorada por el rey como representante de uno de los sectores que peor lo ha pasado en la pandemia, la restauración. Ella trabaja desde hace tres años en la Horchatería Daniel como auxiliar de hostelería. Desde entonces, tiene autonomía y es económicamente independiente, una situación que peligró durante la pandemia.
«Me tuve que volver a casa de mi tía», explica Marta Muñoz, que tiene Síndrome de Down y por culpa del Covid tuvo que abandonar uno de los pisos tutelados que la Fundación Asindown pone a disposición de aquellas personas que se pueden valer por sí mismas. «No teníamos suficientes recursos para sostenerlas», explica María Jesús Monsell, preparadora laboral del área de empleo de Asindown. Además, como la mayoría de profesionales de la hostelería, Marta Muñoz estuvo en ERTE en lo más duro de la pandemia, sin poder trabajar, y reconoce que estaba deseando recuperar su día a día, sus rutinas y horarios.
María Jesús define a Marta como «una luchadora nata, que se esfuerza, que nunca se queja y que, además, es la alegría personificada». Fue prácticamente la primera persona con síndrome de Down que accedió al mundo de la hostelería, sobre todo de cara al público. «La mayoría de trabajos a los que tienen un acceso más sencillos son de auxiliares administrativos o de reponedores, por ejemplo», explica Monsell.
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Marta reconoce que hace «mucho ejercicio para poder sujetar la bandeja« y que no se le caiga. Que todavía recuerda aquella vez que se le fue al suelo. «Era un batido». Nunca más, asegura. Y eso que para el colectivo al que pertenece la psicomotricidad es una de las áreas más afectadas.
Pero Marta se ha adaptado muy bien a su trabajo, a sus compañeros, al trato con el cliente. Es muy sistemática y le gusta lo que hace. Y tiene muchos sueños. El principal, «poder irme a vivir con mi novio, Joan», que cumplirá treinta años en septiembre y a quien conoció en 2009 en la fiesta de Navidad de Asindown.
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María Jesús Monsell cree que cada vez hay más empresas, también de hostelería, que ven con buenos ojos incluir en sus plantillas personas con alguna discapacidad, y agradeció la implicación de los propietarios de la Horchatería Daniel, que apostaron por Marta Muñoz y están muy satisfechos. La joven se lo merece, después de todo lo que ha pasado: entre la camisa asoma una cicatriz por una operación de corazón al poco de nacer. Además, su madre murió cuando tenía solo cinco años . Su tía, con quien vive, se llama Loles; su madre, María Ángeles. «Tenía un nombre bonito, ¿verdad?», dice.
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