Urgente Un accidente múltiple provoca retenciones en la V-21 sentido Castellón

Caminar y no dejar de hablar

La vida (des)madre de Elena Meléndez ·

Después de la pandemia han aparecido grupos de mujeres que salen a pasear por la ciudad con el único objetivo de charlar sin rumbo fijo

Elena Meléndez

Valencia

Viernes, 29 de octubre 2021, 01:27

Las restricciones de movilidad que vivimos durante la pandemia fueron gestando en nosotros el anhelo por salir como y donde fuera. Sacar al perro, ir a comprar huevos al supermercado o acudir a una cita con el médico pasaron del estatus de rutina anodina a acontecimiento superior. Muchos redescubrieron el placer de pasear, sin rumbo ni objetivo, tan solo por disfrutar de cada zancada, explorando barrios, calles y particularidades de una ciudad que por la familiaridad y el acostumbramiento nos resultaba obvia. Los árboles crecieron, los jardines y los parques se embellecieron y, con este florecimiento, la ciudad se llenó de mujeres que caminan en grupos de dos, tres o más.

Publicidad

Noticia Relacionada

Existe un ritual no hablado. La quedada es temprano para ser fin de semana, sobre las nueve de la mañana. El look es sport pero admite licencias urbanas como mallas negras con suéter de punto o sudaderas con jeans cómodos. La recogida se hace por orden lógico según la ruta que se vaya a realizar, como el transporte escolar. Cuando el grupo está completo se inicia la marcha hacia el lugar acordado. A veces es la playa de la Malvarrosa, otras veces el Carmen, Ruzafa, la huerta de Alboraya o la zona de la Cruz Cubierta. La recompensa es un café o desayuno en un lugar escogido que revista algo de encanto o de autenticidad castiza, dependiendo del barrio.

"Si os digo lo bueno que está el nuevo fisioterapeuta de la mutua no os lo creéis", dice una chica de treinta y largos-cuarenta y cortos

Se camina a buen paso, con movimientos vigorosos, lo que hace que en algún momento de la marcha, aquellas en peor forma física o las que salieron la noche anterior se queden algo rezagadas estableciéndose dos grupos, las que van de avanzadilla marcando la ruta y las que siguen sus pasos sin rencor. Porque caminar es una actividad saludable, pero la realidad es que lo que verdaderamente nos interesa del asunto a la mayoría de mujeres es hablar. Sin rumbo ni objetivo. Comentar lo acontecido durante la semana. Las situaciones con los niños, maridos, amigas, compañeros de trabajo o profesores del colegio.

Al cruzarte, adelantar o coincidir en el café con algunos de estos grupos me doy cuenta de la riqueza, realismo y diversidad de estas charlas en la que no existen las pausas. «Si os digo lo bueno que está el nuevo fisioterapeuta de la mutua no os lo creéis», escucho de boca de una chica de treinta y largos-cuarenta y cortos con mallas azules y expresión dulce. «Foto», pide otra. Ella saca el móvil y los otras tres la rodean para comprobar que, efectivamente, dice la verdad. «No es mi rollo, ese para ti que te van en plan macarra», ríe empujando a su interlocutora con el codo.

Poco después, en un semáforo en el que nos detenemos, coincidimos con otra pareja de amigas. «¿Como que se lo ha arreglado?», le pregunta una a la otra levantando las gafas de sol en un gesto de interés máximo. «Pues que se lo ha hecho más pequeño por fuera y… por dentro… se lo ha estrechado», confirma gesticulando con los dedos. «Noo…», replica la primera. «Me lo ha contado mi prima que es amiga de una chica que trabaja con la hermana de la enfermera de la médico», y yo me pierdo tratando de visualizar el nexo entre las fuentes. Nos toca cruzar y me quedo con ganas de más.

Publicidad

Los asuntos van desde las clases particulares de los hijos al IVA, el Zara, el video de un tipo que toca el piano con el pene, la receta de una tarta ‘red velvet’ en vaso, ponerse a cuatro patas para que te depilen la retaguardia, el puente de la Inmaculada, la novela de Milena Busquets, el yoga,colocarse las tetas en el sitio, los tíos con barriga, ‘El juego del calamar’, los cerdos de Inglaterra, la manicura barata, cortarse el pelo, los disfraces de Halloween, unos sobres para eliminar líquidos, una pareja que se divorcia y otros que se reconcilian por la pasta… Todo se trata a la vez, agitado, no mezclado, sin turnos ni jerarquía, sin necesidad de llegar hasta el final, ni sacar conclusiones relevantes, con el punto justo entre la crítica y el cachondeo. «¿Seguimos?», me dice una amiga. «Sí, no paremos», respondo sin dejar de observar.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Empieza febrero de la mejor forma y suscríbete por menos de 5€

Publicidad