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Marta Querol terminó la última revisión de su quinta novela un día antes de esta entrevista, y reconoce que se encuentra un poco vacía. «Hoy es un día raro», dice. Nos vemos en una terraza junto al jardín del antiguo Hospital, alejándonos unos metros del ... bullicio de las horas anteriores a la mascletà. Se nota ya sin embargo el ambiente en las calles previo a la semana fallera, y Marta Querol lo mimetiza; a pesar de que ya no forma parte de ninguna comisión, «por circunstancias» que no explica, sigue viviendo con la misma intensidad cada acto. «Me encanta ver la Ofrenda, voy a todas las mascletaes que puedo y vibro con cada música. Marta Querol fue fallera mayor de Valencia en el año 1988 y todavía llama la atención por su altura, que en el momento de las elecciones a la corte de honor pensó que la dejaría fuera. No fue así y a día de hoy, treinta y cuatro años después, todavía está agradecida al jurado por haberla elegido y por todo lo que vivió.
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-Tienes dos hijas, ¿les ha transmitido la pasión por las Fallas?
-A mis dos hijas les encantan, pero sobre todo a través de la mayor veo la ilusión con la que he vivido siempre las Fallas. Ahora, no conozco a nadie más fallera que ella: es su pasión, le da igual no dormir, no comer... lo da todo.
-Fuiste fallera mayor en el año 88. ¿Pasado el tiempo tus recuerdos son distintos?
-Yo creo que cada año lo recuerdo con más cariño. Cuando terminé pensaba que no era posible sentirme más emocionada pero no es así, cuanto más tiempo pasa más saboreo haber tenido la grandísima oportunidad de convertirme en fallera mayor. Estaré siempre agradecida a los que me eligieron y a Valencia por todo lo que me dio.
-¿La figura de la fallera mayor que tú representaste y la actual ha cambiado?
-Creo que ha habido una evolución, que ahora es un personaje más público, más al alcance de todo el mundo, para bien y para mal. En nuestra época la fallera mayor de Valencia tenía una imagen mucho más idealizada, a veces inalcanzable. Cuando llegabas a algún sitio y te conocían, se valoraba mucho esa proximidad, porque no era algo tan común como ahora. Había un respeto enorme que ahora mismo sigue estando en una parte de la población pero en la otra no tanto. Gran parte del problema hoy en día es que con las redes sociales están mucho más presionadas.
-El papel de la mujer en la sociedad también es distinto.
-Nunca me sentí figura decorativa, prácticamente a todos los sitios que fui tuve un papel, algo que hacer, algo que decir y me sentí muy libre salvo en la agenda, que además entonces estaba peor organizada, que igual te llamaban media hora antes. Creo que fui muy yo.
-Entonces eráis mucho más jóvenes.
-Imagina que yo me veía incluso mayor porque tenía veinte años cumplidos de largo. A mí me pilló trabajando y, a la vez, estudiando en la facultad, y me sentía bastante adulta. Es cierto, sin embargo, que en algunos actos tuve que hacer un esfuerzo muy grande para poder afrontarlos.
-Como la Crida...
-Me acuerdo que desde primera hora de la mañana estaba nerviosísima, y subí pálida. Las piernas me temblaban. Mi madre me dijo: «te he visto la cara y parecías María Antonieta». Yo le contesté: «no, como Ana Bolena, que me van a cortar la cabeza, ver cómo cae y aplaudir. Pero es una experiencia que vale la pena vivirla, que te curte y te da muchas tablas.
-¿Tuviste que parar tu vida?
-En el trabajo, como era la empresa familiar, pude hacer un paréntesis, y en la carrera me saqué cuatro de las seis asignaturas de ese año. Podría haber intentado sacarlo todo pero no me atreví.
-¿Cómo fue el regreso a la vida normal tras el año fallero?
-Para mí no fue un problema, estaba cansada y tenía esa necesidad de volver a mi rutina porque es un año tan agotador, tan intenso, que entiendes que cuando termina tiene que terminar, que no hubiera podido seguir otro año al mismo ritmo.
-Después de tu experiencia, ¿qué consejo le darías a la actual fallera mayor?
-Que lo disfrute, que intente dormir todo lo que pueda y que haga mucha piña con las mujeres que la rodean porque van a ser su apoyo seguramente para el resto de su vida.
-¿Te sabías escritora ya de joven?
-Yo llegué a la escritura por accidente. Empecé a escribir por una situación personal en la que necesitaba soltar lastre y cuando plasmé mis emociones sobre un papel fue cuando me di cuenta de cuánto me gustaba.
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-Llegó a quedar entre las diez finalistas del premio Planeta con su primera novela. ¿Vive de ello?
-No, de la escritura es muy difícil vivir; hay que vender cientos de miles de libros para poder hacerlo. Hoy por hoy le dedico muchas horas y aunque no me da para vivir sí es una ayuda.
-¿Nunca se te ocurrió crear un personaje de Fallas? ¿Una fallera mayor?
-Son novelas muy valencianas pero no lo he querido mezclar. Tengo muchas facetas distintas en mi vida y las separo con muros.
-¿Por qué necesitas separarlo?
-Tanto en el caso de mi etapa como fallera mayor como en el voluntariado -colaboro en acompañamiento hospitalario con la Asociación Española contra el Cáncer y Mamás en Acción- me daría mucho pudor que alguien pudiera pensar que quiero sacar un provecho como escritora. Es cierto que siempre se escribe echando mano de emociones, pero nunca traslado las mismas vivencias.
-¿Escribes todos los días?
-Anoche terminé la quinta revisión de mi novela y hoy va a ser un día raro, estoy que me falta algo. Pero quiero tomarme un descanso, es mi quinta novela y necesito ver qué pasa con ella. El mundo de la escritura es bastante frustrante y conforme vea cómo va decidiré lo que hago.
-Es muy extenuante.
-Es agotador. Yo además soy muy exigente conmigo misma, y a ello hay que sumarle la incertidumbre de cómo va a ser recibido por el lector.
-¿Te han dado ganas de tirar la toalla?
-Sí, y ahí estamos, pensando si vale la pena seguir, pero en cuanto se me ocurre una idea todo lo demás pasa a segundo plano.
-En tus libros hablas mucho de maternidad, ¿ser madre te ha cambiado?
-Ser madre es una experiencia tan compleja y a la vez tan fascinante que te cambia la vida para siempre. A mí me fascina el tema de la maternidad y en mis novelas he plasmado diferentes tipos de madres, la mayoría difíciles. Creo que el haber pasado por ahí me ha hecho ver los problemas que los hijos pueden tener con madres intensas, por decirlo de alguna manera.
-Tu trabajo en Mamás en Acción, donde cuidáis a niños ingresados que están tutelados por la Administración, puede ser revelador en ese sentido.
-Que un niño crezca con amor, sea cual sea su circunstancia, permitirá que sea una persona completa que se desenvolverá mejor en la vida. Además, está demostrado que sanan antes. Es importante que los niños tengan el amor que se merecen, que sientan que son importantes para alguien.
-¿Pero no te vas llorando más de una vez?
-Hay días que sí, que lloro al salir, o al llegar a casa, pero intentas disociar y no cargar con ello para que tu vida no cambie. Sin embargo, el dolor por un fallecimiento no te lo quita nadie.
-Tu última novela estaba ambientada justo en un limbo. ¿Has reflexionado sobre la muerte?
-De joven le tenía mucho miedo pero desde que falleció mi madre, una muerte que me impactó mucho, me impone menos y lo veo algo cercano.
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