Antonio Altarriba, en su despacho de Rocafort, en un edificio que él mismo promovió. irene marsilla

Antonio Altarriba: «Necesito mis penitencias para seguir con los pies en el suelo»

El prestigioso arquitecto toca la batería en un grupo, ha montado una sociedad gastronómica con amigos y a los clientes les sugiere que su casa tenga un paellero. «Somos mediterráneos y nos gusta disfrutar», dice. No ambiciona mucho, sólo tener proyectos de calidad

Sábado, 2 de octubre 2021, 00:04

Confiesa que tiene síndrome de Estocolmo, que muchos de sus clientes se convierten en amigos, y a todos les hace, además de una casa, una paella. Antonio Altarriba es un «disfrutón», como le dicen sus amigos, igual de satisfecho en una visita de obra, ... tocando la batería con su grupo 'Sulpank' o cocinando con sus amigos de la Sociedad Gastronómica 'Cocina sin medida'. «Yo soy un tío feliz», asegura el arquitecto, que ve además que en su familia ha germinado la semilla del gusto estético y dos de sus tres hijos -la otra es muy pequeña- quieren seguir sus pasos. Su mujer, al otro lado del cristal, le acompaña en un viaje de treinta años. «La conocí el primer año de carrera, así que ella también es arquitecta, de oído», ríe.

Publicidad

-¿Qué ha traído la pandemia a su vida?

-Una revolución de trabajo. Me llegaron a encargar cuatro proyectos el mismo día y puedo decir con seguridad que 2020 fue el mejor de mi vida a nivel profesional. Después del confinamiento todos nos dimos cuenta de que las casas son importantes en nuestra vida. Además, por mi forma de ser no digo que no a casi nada, aunque me encarguen un patio o una reforma pequeña, pero yo siempre digo que necesito mis penitencias para seguir teniendo los pies en el suelo. Y si me va bien con eso, seguro que me irá bien con todo lo demás.

Noticia Relacionada

-¿Qué hay en ese bloc?

-Cuando un cliente me encarga un proyecto, me cuenta su proyecto y veo el solar; lo siguiente que hago es un boceto. A mí el papel me encanta, ahí me entiendo a mí mismo y a mis ideas. Estos dibujos los hago los fines de semana porque entre semana voy con cincuenta cosas y no estoy concentrado. Siempre me gustó dibujar, es parte de mi vida.

-Muchos arquitectos llegan a la profesión precisamente por el dibujo.

-He querido ser arquitecto muy pronto, porque quería hacer algo en el que el trabajo pudiera empezar por el dibujo. También tenía una inquietud muy grande por cómo se construía un edificio. Yo iba a Escolapios y cuando pasaba por la Pagoda me quedaba maravillado, sin entender nada de arquitectura. De pequeño era un empollón y la ilusión de mi vida era dibujar. A los diez u once años iba los sábados a Barreira y gané un concurso en el que había que hacer un cómic reinterpretando un cuadro. Todavía lo conservo.

Publicidad

-Es muy difícil conseguir tener un estilo arquitectónico que te identifique y un nombre. Usted lo ha conseguido. ¿Cómo lo ha hecho?

-Cuando vi el trabajo de Frank Lloyd Wright sabía que yo quería hacer algo así, una arquitectura más cálida, pero es complicado tener un lenguaje; de hecho en Valencia hay pocos que lo tienen, y creo que cada vez es más difícil. He trabajado mucho, recuerdo que al principio hacía todo tipo de proyectos, pero era con las viviendas unifamiliares donde podía empezar a mostrar mi verdadera arquitectura. En un proceso que se alarga mucho, en el que da tiempo para que todos se enfaden, que te odien o te amen.

Antonio Altarriba reconoce que ha partido de cero, que no le ha sido fácil hacerse un nombre en la profesión. irene marsilla

-Pero también se trata de venderse. No queda otra.

Publicidad

-Si eres de ganar concursos públicos da igual que seas un antipático, pero si tienen que encargarte proyectos es muy importante que seas una persona agradable en el trato y saber ponerse en el lugar del otro. Por eso yo siempre digo que tengo síndrome de Estocolmo, pero también mucha mano izquierda. Y hay dos cosas en la vida que me han hecho mejorar como profesional: una, ser padre, porque entiendes mejor a las familias y su forma de vivir, y esto puede ayudar a hacer mejores proyectos de viviendas; a partir de ese momento ya sabes que es importante tener una habitación de juegos cerca del salón que pueda convertirse en un dormitorio por si viene un padre al que cuidar. Que tampoco es conveniente ubicar la habitación principal arriba y el resto abajo, porque te pasarás la vida subiendo y bajando escaleras. La otra fue haber sido promotor y haber construido las obras que promovíamos, porque gracias a eso entiendes a la persona que te encarga los proyectos y a las personas que te las construyen.

-Además, no es igual diseñar una casa en Valencia que en Dinamarca.

-Somos mediterráneos, hacemos las casas para estar afuera, y yo siempre les digo a los clientes: «¿no vamos a hacer un paellero?». Ahora estamos pensando en cómo integrarlos, pero es que a mí me gusta disfrutar de las casas, que vengan mis amigos, que podamos vivirlas. No es para mí solo.

Publicidad

-Usted no viene de familia de arquitectos, ahí no pudo recibir consejos.

-Yo vengo de una familia de empresarios, y mis padres siempre me dijeron que estudiara lo que yo quisiera, porque la fábrica podía ir mal y era mejor que tuviera una profesión y un trabajo. Así que he partido de cero, lo he hecho todo yo, y llegar hasta aquí ha sido posible gracias a ser arquitecto 24 horas, 365 días al año. Yo no puedo desconectar, y cuando acabe la entrevista me subiré al coche camino de Valencia e iré pensando cómo hacer el forjado de aquella casa que tengo en la cabeza. Eso sí, hago un llamamiento para que quien tenga un sueño estudie, porque si no fuera por la universidad yo no habría conseguido trabajar, tener un despacho, un nombre y haber podido diseñar todas las casas que he hecho. Me parece alucinante.

-Hágame un resumen de un día de su vida, porque tiene, además, familia numerosa.

-Y muchísimas aficiones. Le cuento uno de los días más felices de mi vida. Llegué a casa después de trabajar, tenía pendiente mandarle a un posible cliente un boceto y quería grabar un tema que había compuesto ese día y me rondaba la cabeza, porque toco la batería en un grupo que se llama ‘Sulpank’. Pensé: «primero hay que ser padre». Cuando se fueron a la cama lo siguiente fue dibujar el boceto y enviárselo, y dejé para el final el alimento para el espíritu. Después de grabar la canción tenía un whatsapp con el encargo firmado. El secreto es hacerlo todo con amor y saber darle el tiempo que toca a cada cosa. Yo es que soy un tío feliz.

Publicidad

-La música es una afición que en la mayoría de casos se va dejando de lado con los años...

-A los quince años me empezó a interesar mucho la batería, y desde entonces nunca he dejado de tocarla. Hace catorce años hice una cosa muy cañera promovimos y diseñamos, además de este edificio, siete casas en Rocafort, una la mía. Y dije: «es mi momento». Me hice un cuarto insonorizado, empecé a tocar la guitarra, a cantar, compongo mis canciones. El grupo ya tiene un disco, y ahora estamos preparando otro.

-Ha dicho que lleva con su mujer treinta años, tiene tres hijos. ¿Es importante para usted esa estabilidad emocional?

-Es que yo creo que si no la tuviera mi vida sería un auténtico caos. Con lo concentrado que tienes que estar para que funcione aquí... Vero me da consejos, me ayuda, tiene una visión desde fuera que a mí me aporta mucho. Desde hace tres años trabaja en el despacho y no nos importa, si un sábado vemos que ha habido algo que corregir, en casa lo hacemos.

Noticia Patrocinada

-¿También comparte la arquitectura con sus hijos?

-Mis hijos también están abducidos, y todos los años viajamos juntos, y me los llevo a ver algún proyecto que me interesa. Para mí todo está mezclado, la profesión y la vida personal.

«Ser padre me ha hecho mejorar como profesional y entender cómo han de ser las casas»

-Sé que también le gusta la cocina...

-Tenemos una sociedad gastronómica que comenzamos Pepe Navarro, de la Herboristería Navarro, y yo. Somos vecinos y muy amigos, y hemos ido sumando a otras personas y somos ya dieciocho. Cada cena invitamos a alguien, y en estos años hemos aprendido mucho de cocina, con Luis Peñafort y, además, hemos conocido a gente muy interesante. Primero lo organizábamos en casa hasta que encontramos un restaurante muy bonito que se traspasaba y lo alquilamos.

Publicidad

-No tendrá más aficiones, ¿no?

-Todos los días corro cinco kilómetros, pero yo siempre digo que hago deporte no porque me guste, sino para poder comer. Prefiero los ensayos, y ahí le puedo decir que me concentro tanto que me olvido de todo. En esos momentos no hay nada que me pueda distraer. La música es muy importante para mí, de otra forma explotaría. Y entonces todo se relativiza.

-¿Es ambicioso?

-En realidad no quiero crecer, me gustaría tener a los diez trabajadores que ahora tengo, pero con proyectos de mayor calidad.

Sigue hablando de las cenas de su sociedad gastronómica, de aquel budista al que le preguntaron por Dios a la una de la madrugada y no paró de hablar hasta pasadas las dos. De cuando Aspar fue con sus motos, incluida la que ganó el Mundial. Del escritor zaragozano que se llama como él, que va por delante en Google y tiene incluso página en Wikipedia, pero al que ya ha avisado de que en cualquier momento le adelanta. «Ya le dije que yo también iba a escribir un libro». Y bromea: «Qué casualidad -dice Antonio- todos los Altarriba que conocía eran familia mía».

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Empieza febrero de la mejor forma y suscríbete por menos de 5€

Publicidad