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La artesanía se valora, pero cuesta pagarla. Da igual el sector hacia el que se enfoque la mirada, ya sea un modisto, un orfebre, un ... relojero, un restaurador, un grabador o un carpintero. ¿Cómo se puede competir en un mercado donde las tiendas -y el mundo online- está lleno de piezas que 'parecen' iguales y el precio es sensiblemente menor? Si compramos en Shein una camiseta que puede costar tres euros, ¿cómo convencer a un consumidor de que apueste por Kubelik, o Clotsy, donde el precio se va a multiplicar por diez?
Hay mil razones, empezando por la apuesta por la producción local y sostenible, en la que concienciar a la población es fundamental para poner en valor el trabajo que hay detrás. Pero el camino es arduo y el sector de la artesanía atraviesa un momento complicado por este motivo. De hecho, en España se han perdido 4.700 empleos en los últimos dos años, mientras que el número de artesanos va disminuyendo de una forma constante, como una llovizna persistente que cala. Desde 2019 el número de artesanos se ha reducido en más de 200.000, según la Radiografía de la Alta Artesanía en España, elaborada por KPMG para Círculo Fortuny.
Pero hay señales para el optimismo. Según este mismo informe, tanto en el empleo como en el número de empresas, el valor bruto añadido de la alta artesanía creció hasta los 6.629 millones de euros en 2022, lo que supone un incremento del 8,7% en comparación con 2019. Eso significa que la artesanía se valora cada vez más, al mismo tiempo que el relevo generacional se plantea como uno de los principales obstáculos en este mundo de trabajo manual.
Lo explica Rafael Muñoz, CEO de Mimao, una firma de calzado afincada en Elche. «La falta de interés de las nuevas generaciones por los trabajos manuales ha reducido la demanda de estos oficios, lo que pone en riesgo su continuidad y el legado de labores tan tradicionales. Las empresas españolas tenemos la responsabilidad de apostar por ellos para evitar su extinción y preservar nuestra identidad artesanal».
Lila Albanozzo, diseñadora de alta costura, pone el acento en esa escasez de manos expertas. «Ahora mismo es muy complicado encontrar alguien que pueda hacer según qué trabajos, porque se ha perdido mucho oficio con la costura».
Sin embargo, la Comunitat Valenciana sigue siendo un referente en el mundo de la artesanía, y con epicentro en Elche, España se sitúa como uno de los principales exportadores de calzado en Europa, con Italia como su cliente número uno, seguido de Francia y Alemania. En 2024 se llegaron a exportar 3.500 millones de euros, unos datos que reflejan un crecimiento del 7% en euros y de casi un 10% en pares de zapatos. De hecho, dentro de este sector, la industria del cuero y el calzado contaba en España en 2024 con 53.000 trabajadores, unos cinco mil más que el año anterior.
Paco Berenguer es técnico de calzado y consultor externo en Puntafina Shoes, uno de los fabricantes de Mimao, y comenzó con tan solo 16 años en un oficio que le apasionó desde el primer día. Con 23 años ya había decidido emprender su propio camino y abrir una fábrica, y más de cuarenta años después el compromiso y la dedicación le ha permitido mantenerse en el sector con la misma ilusión y energía de sus inicios. «Lo que pensaba que no sucedería ha resultado ser una de las mejores experiencias de mi vida. Dedicarme a un proceso en el que intervienen más de 150 manos es algo mágico», asegura Paco, que tiene ahora a su lado Óscar, su hijo, a quien le caló crecer viendo a su padre crear zapatos. «Cada día descubro algo nuevo de esta profesión y me encanta ver cómo la gente lleva en sus pies y manos todo aquello que mi padre y yo fabricamos», asegura el director general de la fábrica, y que ha seguido los pasos de su padre con entusiasmo.
En España existen más de un centenar de fábricas dedicadas a la producción de moda. No obstante, el sector se enfrenta a un escenario marcado por la alta demanda de trabajo, pero la escasez de talento joven dispuesto a incorporarse. En este sentido, la inversión en I+D se convierte en el caballo de batalla ganador para lograr un mayor atractivo y accesibilidad. «En el último año, entre adecuación de instalaciones y compra y mejora de maquinaria, hemos invertido entre 150 y 200 mil euros en nuevas tecnologías con el objetivo de ser más agiles, productivos y atraer talento», explican Paco y Óscar.
De hecho, Puntafina Shoes es una muestra de esa necesidad de jóvenes que quieran apostar por la artesanía. «La edad media de nuestro equipo oscila entre los 52 y 60 años, y al valorar estos datos, somos conscientes de que nuestro camino es evolucionar. Ahora mismo es una industria sin relevo».
Y esta situación ha hecho que en un mercado español con más de 6.000 marcas dedicadas al mundo de la moda, son muy pocas las que fabrican completamente en el país, aunque tenga muchos puntos a favor. «Fabricar en España nos permite controlar la calidad de los productos de manera más directa, así como supervisar todo el proceso de producción hasta llegar al resultado final», concluye el CEO de Mimao.
Lo mismo opina Paula Carbonell, quinta generación de una firma de abanicos, Abanicos Carbonell, que hunde sus raíces en los inicios del siglo XIX y ha conseguido sobrevivir a crisis, guerras y pandemias, y que cree que debería haber «mayor reconocimiento y algo de apoyo institucional». «Tener un comercio centenario no implica ningún beneficio, ni siquiera a la hora de negociar un alquiler, son todo peros y pegas…», lamenta. Eso y mayor interés hacia un trabajo artesanal que puede acabar perdiéndose por falta de vocaciones.
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