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Claves para sobrevivir a la crianza con apego
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Rodearse de una tribu, definir el papel del padre, usar el sentido común y aplicar a todo una buena dosis de humor son importantes para una maternidad consciente y felizSecciones
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Rodearse de una tribu, definir el papel del padre, usar el sentido común y aplicar a todo una buena dosis de humor son importantes para una maternidad consciente y felizEsta es una historia que podría tener muchas caras. El perfil es muy similar: madre pasada la treintena, una decisión muy consciente después de una década, la de los veinte, que ha dedicado a estudiar una carrera universitaria y su correspondiente máster, ha luchado ... como una jabata para encontrar su sitio a nivel profesional y ha conseguido independizarse en un piso de alquiler con el esfuerzo de dos sueldos. Mujer preparada, bien informada, que mientras estaba embarazada se ha leído todo lo que ha caído en sus manos y sabe qué tipo de madre quiere ser, con esas certezas que se van deshaciendo como algodón de azúcar a medida que pasan los días, cada vez que el bebé llora y no sabe por qué, mientras el cuerpo le duele, el sueño aparece para siempre, las hormonas amenazan con desbordarla y la culpa se convierte en la emoción que hace tiempo no sentía, como cuando era pequeña y la reñían por algo que había hecho mal.
«Parecía fácil antes de ser madre», explica María, que tiene una hija, Eva, de tres años, y que cree que lo más complicado es la soledad que sintió a pesar de siempre estar acompañada. Porque a las abuelas las convencieron de que tenían que dejar el niño en la cuna aunque llorara, dar el biberón cada tres horas -nunca lactancia materna, eso era de otra época- y no coger al bebé demasiado en brazos para que no se acostumbre, para que sea independiente cuanto antes, mejor a los tres meses que al año. «Y mi instinto me decía que hiciera todo lo contrario a lo que me decían. Una amiga me llegó a insinuar que la relación que tenía con mi hija no era sana».
El tipo de crianza que llegó acompañada de la incorporación de la mujer al mercado laboral choca de forma frontal con las necesidades biológicas del bebé. Somos una especie mamífera, que aprende por imitación, de madres que acompañan a hijas. Y mientras Carlos González, el gurú de la crianza con apego, habla de que un bebé tiene que estar acompañado de su madre durante nueve meses y la OMS recomienda dos años de lactancia, los permisos de maternidad son de dieciséis semanas, así que la realidad se impone, y lo mejor es adaptarse.
Susana Santamaría es psicóloga perinatal y conoce bien la culpa que sienten las madres en esa dualidad: por un lado la biológica, lo que las madres sienten instintivamente que su bebé necesita, y por otro lado la cultural, en una sociedad que prima que cuanto antes la madre sea independiente y no se quede «atrapada» en la maternidad. Estos son algunas claves que pueden servir, más allá de libros de instrucciones con un ideal imposible de alcanzar y que llenan a las madres de culpas.
El filósofo José Antonio Marina recupera en su libro 'Aprender a vivir' aquel proverbio africano que dice que para criar a un niño hace falta una tribu entera. La realidad es que el modo de vida en las ciudades no facilita las relaciones sociales que permitirían tener ayuda a la hora de ser padres. Por eso es importante acudir a talleres de lactancia, asociaciones, profesionales o espacios donde se cree un ambiente de ayuda mutua, sin juicios, alineados con la forma de ver la crianza.
El apego de un padre puede tardar más en llegar que el de una madre, mucho más instintivo, pero saber qué papel jugar en cada momento -al principio, de apoyo, tomando cada vez más protagonismo la relación padre-hijo- es fundamental para una buena crianza.
No es necesario quedarse con el pack entero sobre una forma de criar. Si los despertares del bebé son continuos porque quiere comer a todas horas, lo mejor es usar una cuna colecho. Si hay más niños en la familia y el trabajo se multiplica, lo más práctico es portear para que las manos queden libres. Pero si uno de los dos, madre o bebé, no se sienten cómodos, no hay que tener culpa. O si a los pocos meses la madre quiere dejar la lactancia. «Hay mil razones, y todas son válidas porque lo mejor es que el bebé y la madre estén bien», explica Susana. Lo importante es que esté informada y que la decisión se pueda tomar en libertad, algo que la sociedad actual no favorece.
Los cólicos, los primeros dientes, las caídas, las rabietas, las separaciones… La maternidad (y la paternidad también) se vive de una forma muy intensa, y todo parece el fin del mundo. La realidad es que todo pasa, y que mirar la vista atrás ayuda a relativizar cada momento. Con niños en casa, los días son largos, los años cortos. Hay que darse la opción de expresar lo que sienten los padres, visibilizar que a veces la paternidad puede ser dura. La crianza no son fotos de Instagram.
Este punto es muy complicado, porque vivimos en sociedad y en la maternidad parece que todo el mundo tiene derecho a opinar, así que lo más sano es intentar hacer caso omiso de las opiniones ajenas, sobre todo si vienen de alguien a quien no se le ha preguntado.
Y si, además nos lo tomamos con humor, cuando nos encerramos en el baño buscando algo de paz, cuando la sopa acaba en el suelo tres veces seguidas o cuando en el supermercado todo el mundo nos mira, juzgando, mientras el niño está en el suelo chillando por una rabieta, lo más sano es reírse de la situación y de uno mismo. Y disfrutar, porque los malos momentos pasan, y los buenos también.
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