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Agustín, en su bar situado junto a la Ciudad Administrativa Nou d'Octubre. IRENE MARSILLA

«Nos sentimos liberados sin tener que pedir el pasaporte Covid»

Bares y cafeterías celebran el fin de las restricciones, que afectaban sobre todo a la hostelería

Álex Serrano

Valencia

Martes, 22 de febrero 2022, 10:11

En la puerta de decenas de bares permanecen, como vestigios de un tiempo pasado (cuando hace apenas 10 horas estaban plenamente vigentes), los carteles que indican que tenían que pedir obligatoriamente el pasaporte Covid. A muchos camareros no les ha dado tiempo de retirarlo. «¿Qué restricciones? ¿Hay nuevas?», pregunta asustada una de ellas cuando este diario se acerca a saber cómo ha amanecido tras el decaimiento de la mayoría de restricciones, que ha entrado en vigor en la medianoche del martes. La sensación es de liberación. Sobre todo, ya no tienen que pedir el certificado, lo que era un dolor de cabeza para muchos de ellos. Además, se ha reducido la distancia entre mesas, por lo que pueden atender a más comensales.

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LAS PROVINCIAS ha acudido a uno de los centros de trabajo más importantes de Valencia, la Ciudad Administrativa Nou d'Octubre, donde miles de funcionarios salen a media mañana a desayunar o almorzar a las decenas de bares situados a sus alrededores, en Nou Moles. La sensación en los locales, que a primera hora se preparaban para atender a los comensales, es que están liberados.

«Es una liberación porque había mucha más gente de lo esperado que no tenía el pasaporte, por lo que tenías que decirles que se pusieran en la terraza», comenta Germán García, del bar Ildania. «Mucha gente se ha vacunado adrede para poder entrar en los bares, lo que está bien, pero tener que pedirlo no era nunca agradable«, admite.

«Había mucha más gente de lo esperado que no tenía el pasaporte»

Germán garcía

Sensación similar tiene Siro Bejarano, de un bar latino llamado Santa Cruz II. «Es una liberación para los camareros porque andaban muy agobiados», comenta. Amparo Garcia, gerente de Café Manel, explica que es «una liberación». «Con los funcionarios no había problemas, pero era un dolor de cabeza extra», reconoce.

También los hay que terminaban por no pedir el pasaporte Covid si conocían a los comensales. Hablamos de una zona donde los clientes son los mismos casi cada día, por lo que la exigencia se había relajado, comprensiblemente: una vez que comprobaban que un cliente habitual tenía las tres vacunas, no se lo volvían a pedir cuando acudía, muchas veces a pedirse lo mismo en una comanda que muchos locales ya tienen memorizada, al día siguiente.

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«Si ya los conoces... pero es verdad que no te la podías jugar. No hemos tenido ningún problema nunca», comenta Agustín Merino, que mantiene en su local los carteles del pasaporte Covid, incluso una pizarra nada más entrar donde lo recuerda. «Es inevitable no comértelo de cara», dice entre risas. Rafael Montoya, de Mikkafe, reconoce que el pasaporte «no tenía mucha utilidad porque la gente cuando entra en una cafetería se quita la mascarilla, pero ahora estamos más tranquilos». «Si alguien no se había vacunado era cosa suya», comenta.

Muchos locales habían dejado de pedir el certificado a clientes habituales si ya sabían que tenían todas las vacunas en regla

Las únicas restricciones que permanecen vigentes tienen que ver con la prohibición de fumar en las terrazas y con la obligatoriedad de llevar la mascarilla en interiores, pero esas son fáciles de cumplir: los fumadores asumen que tienen que separarse de las mesas y lo de las mascarillas está tan asumido que los hosteleros se sorprenden cuando este diario les pide que se la quiten para las fotos. Muchos, de hecho, se niegan.

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«Yo me había acostumbrado a las distancias...»

Son cerca de las 12 horas y los bares de la plaza del Parque Imago tienen las terrazas casi llenas. Ha pasado un poco de la hora del almuerzo pero aún hay rezagados apurando los bocadillos. Como José María, que además de un entrepán apura un cigarrillo. «Sí, sé que no se puede fumar en la terraza, pero estoy solo», dice, señalando a su alrededor en uno de estos locales. Es verdad: cuatro mesas vacías le rodean.

En otra terraza, bastante más concurrida, dos mujeres miran a su alrededor con cierto desagrado. «Me había acostumbrado a la distancia de seguridad», dice una de ellas, de nombre Carmela. Su compañera, Ángela, asiente. «parece que ahora está todo más lleno», asegura. La camarera les confirma que no, que son los mismos que todas las mañanas, sólo que hoy, es verdad, las mesas están más cerca. «Hemos podido poner una mesa más, pero en realidad el aforo es el mismo, eso no cambia», explica.

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Lo cierto es que la sensación en esta plaza del barrio de Vara de Quart es que el fin de las restricciones hará la vida más fácil a comensales y locales. «Es que si querías entrar al baño tenías que ir con el DNI y el pasaporte, era un lío», cuenta Jaime, que almuerza en una terraza de la plaza. Problemas que pueden parecer nimios junto al tremendo peso de la pandemia pero que acaban convirtiéndose en más grandes con el paso de los días.

Queda por ver cómo afectará este levantamiento de las restricciones a las discotecas y locales de ocio nocturno, que llevan meses clamando por poder volver a la normalidad. Podrán hacerlo, o casi porque las mascarillas en interiores siguen siendo necesarias, este fin de semana.

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También será interesante comprobar cómo lleva la hostelería este relajación de las restricciones en entornos como las plazas de Honduras o del Cedro, donde se concentran decenas de jóvenes por la tarde, sobre todo a partir del jueves, y donde en ocasiones se forman grandes botellones. El próximo periodo de exámenes se espera complicado en este sentido porque cualquier relajación de las medidas ha traído un aumento de estas fiestas universitarias.

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