![Ejercicio de supervivencia en Elche](https://s3.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/2023/04/23/1464723446-U190630289147d6-RlUyNhIbb8jZu6s7W7j4hjJ-1200x840@LasProvincias-LasProvincias.jpg)
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La frase más repetida del valencianismo en las horas previas al partido en Elche fue que de no sumar los tres puntos, el descenso parecía inevitable. La sentencia tomó mucho más valor tras la victoria. El triunfo en el Martínez Valero mantiene a los de Baraja en puestos de descenso, puesto que el Almería le tiene ganado el average, y sumando 30 puntos en otros tantos partidos. La cuenta sale fácil en una prolongación de 38 si los valencianistas no logran subir ese ratio. Con los de Mestalla cerrando en estos momentos los puestos de la quema, queda claro que la permanencia se va a cotizar al alza. La última vez que un equipo de corte tenía esos puntos a estas alturas, el primero que se salvó fue el Celta y tuvo que sumar 41 en su casillero.
El Valencia afrontó el partido con la seriedad que requiere una cita donde no puedes fallar –y más ante un equipo que ya está condenado– y se llevó un triunfo con mucho oficio y trabajo. Es cierto que sin mucho brillo, pero eso no era lo importante. Al descanso, los goles de Lino y de Verdú en propia puerta sentenciaron la victoria para los visitantes. El Elche, tras encajar el primero antes del minuto 20, ya había dado síntomas de ondear la bandera blanca. En este caso, para rendirse contra un rival vestía la camiseta de la senyera. La victoria, también, sirvió para que el Valencia se quitara el sambenito de equipo perdedor fuera de casa. Dejó su contador en ocho derrotas seguidas en Liga lejos de Mestalla, un récord negativo que había desempolvado los archivos de la hemeroteca de las últimas cuatro décadas.
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Marc Escribano
Cavani fue el mejor ejemplo de que el trabajo sobre el césped fue lo más importante para amarrar una victoria obligada y no el lucimiento personal. Cuando el uruguayo fue cambiado a los 69 minutos, se retiró sin haber marcado un gol. Su función principal dentro del equipo y que no ha logrado celebrar aún en lo que llevamos de 2023. Su contador ya se ha disparado a los 681 minutos en lo que va de año sin marcar. En esta ocasión, a diferencia de lo ocurrido frente al Sevilla cuando contestó con rabia a la decisión de Baraja de cambiarle, se marchó del Martínez Valero con el aplauso de los miles de valencianista presentes, y no con el sonido de viento de Mestalla de hace unos días. Aplausos merecidos puesto que el trabajo de Cavani fue clave en la primera parte. Suya fue la asistencia, tras peinar de cabeza, para que Lino encarara a Badía y marcara el primero. El luso, por cierto, terminó con su particular sequía ya que su anterior gol en Liga se remontaba al 6 de noviembre. En el segundo, Cavani aportó el desmarque de ruptura y obligó a Verdú a arriesgar en el intento de despeje –que acabó en gol en propia puerta– puesto que ya estaba con la caña preparada para embocar la pelota en el caso de que no hubiera llegado el jugador del Elche. En ocasiones, no todas, un delantero puede aportar mucho en un partido aunque acabe con su casillero a cero.
Al Valencia le sentó bien el cambio de sistema. Es cierto que estuvo condicionado por el dolor de cabeza que tuvo Baraja en los días previos para confeccionar un once de garantías, entre lesiones y sanciones, pero se vio a un equipo más arropado en defensa con la línea de tres centrales y el dibujo de 5-3-2 en las ocasiones, pocas eso sí, donde el Elche intentó llevar peligro a la portería de Mamardashvili. En ataque, el despliegue en 3-5-2, con Gayà y Foulquier haciendo de carrileros, abrió más el juego de los de Mestalla, algo que agradecieron Almeida y Nico González, y a Lino se le vio mucho más cómodo en la posición de mediapunta que pegado a la cal. Hasta que Kluivert esté recuperado, esta variante sí que debería de repetirse en los próximos partidos porque le dio más frescura al ataque.
Poco tardó el Valencia en demostrar que había saltado al césped para hacer honor a una de las pancartas que adornaban la grada del Martínez Valero. «Por tu escudo, no te abandonaremos», rezaba. El cabezazo de Nico al larguero fue el primer aviso. El Elche acusó un segundo golpe, en esta ocasión físico, con la lesión de Bigas a los 17 minutos. Unos segundos después recibió el gol de Lino, el tercer golpe seguido, y de ahí ya no se levantó. Para desespero de la afición ilicitana, que no tardó en demostrar su desencuentro por una desconexión general, tras recibir un primer tanto, que han experimentado en muchas ocasiones este curso.
Al descanso, con el único peligro por parte del Elche de un remate de Morente que se marchó alto, el mayor enemigo para los jugadores fue el tremendo calor. Las pausas de hidratación fueron recibidas con alivio por algunos futbolistas, como Paulista, que tuvieron algún episodio de mareo. También en las gradas, aunque ya sabemos que en el deporte moderno estas cosas le importan a poca gente. Hasta que pasa una desgracia, que entonces todo el mundo empieza a desempolvar protocolos. Con mayo llamando a la puerta, y una primavera sin lluvias y con mucho calor, es una locura programar un partido a las dos de la tarde en muchas ciudades. Elche es una. Cádiz, donde el Valencia juega el próximo domingo a la misma hora, otra. ¿La segunda parte? Sobró al partido. Lo más destacado fue el debut de Alberto Marí.
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