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J. SANCHIS
Viernes, 7 de octubre 2022
No se lo esperaba y ya lleva allí 18 años. Fue en julio de 2004 cuando Juan Oliver, religioso franciscano nacido en Carcaixent, recibió de manos de Juan Pablo II el nombramiento de obispo del vicariato apostólico de la Requena peruana, en plena Amazonía. En aquel momento vivía en el convento de San Lorenzo, frente al edificio de Les Corts Valencianes, donde había permanecido durante los trece años anteriores, y su vida dio un giro radical.
¿Cuál era su destino? Se trata de una zona del norte del país limítrofe con Brasil y extremadamente pobre, que abarca 82.000 kilómetros cuadrados, superficie similar a la de Andalucía. Cuenta con 160.000 habitantes distribuidos en núcleos de población muy dispersos e inaccesibles a pie. Las carreteras no existen, apenas hay caminos, y para desplazarse usan lanchas o canoas que permiten cruzar a través de los ríos. En época de crecida el 70% del territorio queda anegado, y en la zona se encuentran ocho o diez ciudades con apenas mil habitantes, así como una multitud de pequeños caseríos (casi 300) alrededor de los cursos de agua.
Oliver cuenta que el 70% de la población se encuentra sumida en la pobreza extrema. «No hay agua potable. Existe lo que llamamos 'agua corriente', que sólo llega a una sexta parte de los habitantes», explica el obispo, quien relata que disponer de este recurso obliga a recoger en depósitos la lluvia. «Para beber compramos agua tratada. También hay embotellada, pero resulta muy cara», relata. La alimentación es básica, con una agricultura de subsistencia y la pesca en los ríos. «El problema principal es el trabajo, pues son oficios muy básicos y los comercios que existen tienen productos esenciales: alimentación, ropa y algún establecimiento similar a las ferreterías», aclara el religioso.
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«Junto al trabajo pastoral, lo importante es estar cerca de la gente. Atendemos sus necesidades. Estamos ahí», señala. Y es que la labor asistencial que realiza es amplia y abarca el ámbito sanitario y educativo. Tienen un centro similar a los concertados en España. Imparten también educación superior con escuelas de Magisterio, Tecnología y Laboral. Además, cuentan con dos colegios para niños con necesidades especiales en las grandes ciudades de la demarcación (Requena y Contamana), donde atienden a menores con alguna minusvalía. A los alumnos se les recoge cada día en su casa y luego se les devuelve.
Otras historias de éxito y coraje en la comunitat
Disponen asimismo de un centro médico en Requena inaugurado en 2006 que cuenta en estos momentos con un solo médico. También tiene un laboratorio para análisis y pruebas sencillas. En cada una de las ocho parroquias con las que cuenta la diócesis hay un botiquín con medicamentos a repartir entre la población. «Ha sido un cambio radical de vida, como nacer de nuevo –confiesa Juan Oliver–. Las carencias son múltiples, como la falta de atención a los ancianos y a los niños, especialmente en caseríos y barrios».
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