Los otros rostros
La ciudad ·
En una Valencia apagada y oscura, ellos permitieron que todo siguiera funcionando. A pie de calle cuando todo el mundo estaba en casa, el cap i casal siguió adelante. Ellos fueron su motorLa ciudad ·
En una Valencia apagada y oscura, ellos permitieron que todo siguiera funcionando. A pie de calle cuando todo el mundo estaba en casa, el cap i casal siguió adelante. Ellos fueron su motorCaminar por Valencia en pleno confinamiento impresionaba. Avenidas desiertas, silencio roto por las sirenas de las ambulancias en las carreras a los hospitales... En esa Valencia cerrada y hecha un ovillo, miles de profesionales salían cada día a la calle para permitir que todo siguiera funcionando y que cuando pasara la pesadilla, la ciudad que se encontraran quienes estaban en casa se pareciera lo más posible a la que habían dejado antes del confinamiento. Policías, bomberos, conductores de transporte público, pero también quiosqueros, farmacéuticos,taxistas... mantuvieron la maquinaria engrasada. Son los otros héroes, aquellos rostros anónimos que salían a trabajar para dar servicio a todos. Lo hicieron en silencio, lejos de los focos, sin queja y se enfrentaron al monstruo dormido y de asfalto que era la Valencia de marzo y abril. En la primavera más extraña de la historia reciente, ellos levantaban persianas, patrullaban o adecentaban los parques, barrian aceras desiertas o llevaban a casa a sanitarios exhaustos protegidos con bolsas de basura... Todos ellos, piezas imprescindibles de un engranaje inmenso, el último baluarte frente a la oscuridad de la pandemia y el encierro y los garantes de que en Valencia, como decía el lema de la falla municipal que ardió en silencio y bajo la lluvia en marzo, «açó també passarà».
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Durante casi dos meses, los héroes urbanos salieron prácticamente solos a la calle, rodeados de silencio.
Andrea Murgui | Farmacéutica
Andrea Murgui es joven pero nunca se le olvidará lo que vivió durante el confinamiento. Trabaja en una farmacia del barrio de Benicalap, una zona «con mucha gente mayor». «Las colas eran increíbles, se juntaba con la del supermercado de al lado», comenta. Además, desvela que ciudadanos chinos «se llevaron muchas mascarillas al inicio de la pandemia».
Eduardo Russu | Comisario jefe de Policía Local
«No me considero un héroe, hemos hecho nuestro trabajo», dice Eduardo Russu, comisario de la Policía Local. Confiesa que entre sus preocupaciones estaba la de garantizar que ellos no iban a contagiar. «Tenías que trasmitir seguridad y por eso se marcaron protocolos. Así en el trayecto de vuelta a casa no pensabas más de la cuenta». Lo que le llamó la atención fue la indiferencia de algunos. «Ahora parece que se repite, es como si nada fuera con ellos. Por suerte son pocos».
María del Sanz | Operaria de limpieza
«Iba sola en el bus al volver a casa. Era todo irreal». Habla María del Sanz, operaria de limpieza que durante el confinamiento se encargó de que las calles cercanas a la parte trasera de la Nau estuvieran en perfecto estado de revista. La basura bajó pero su trabajo no. «Llegabas a casa cansada y sorprendida de cómo estaban las calles», admite esta operaria municipal.
Vicente Romero | Taxista
Recuerda las calles vacías. A penas movía el taxi de la parada y muchos compañeros no han resistido la crisis. «Sentí lástima, los médicos se quedaban dormidos y llevaban bolsas de basura para protegerse».
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Jorge Ondo | Bombero
A una apertura en una vivienda o a un incendio había que sumarle el virus. Jorge relata cómo iban enfundados en trajes, gafas y guantes. Daban apoyo al SAMU y a los traslados al hospital. Para él los héroes son otros: «en este trabajo sabes a lo que vas, y para mi los héroes son los sanitarios, por supuesto, y quienes siguen luchando a diario: los autónomos o los hosteleros».
Manuel Ordaz | Quiosquero
Manuel Ordaz lleva décadas en su kiosko de la calle Colón y admite, como casi todos, que lo que vio en la pandemia «era increíble». «El panorama era desolador, gente que venía todos los días dejó de venir», comenta triste.
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Juanvi Calatayud | Frutero
Cuando todos tuvieron que parar fue cuando ellos no dejaron de trabajar. «La gente te llamaba para hacerte encargos o pedidos que no encontraba ni en el supermercado porque estaba todo agotado», dice Juanvi Calatayud, dueño de una frutería y comercio de alimentación en el número nueve de calle de la Reina en el barrio del Cabanyal. «Ahí es donde me di cuenta de que soy casi más importante que un notario porque cuando el país entero estaba cerrado, nosotros éramos necesarios para muchas familias», reconoce. Estuvo una temporada sin ver a sus hijos por el miedo al virus que era diario. «La gente no dejaba de agradecernos por estar abiertos y cuando aplaudían estábamos nosotros y la farmacia y te emocionabas».
Rafa Casañ | Conductor de la EMT
Quizá Rafa Casañ llevó a María del Sanz algún día. Hace veintinún años que trabaja como conductor de la EMT y asegura que lo que vivió en el confinamiento le dejó el corazón en un puño. «Recuerdo un día en la plaza del Ayuntamiento en el que no había nadie en la calle. Hice una foto y todo», dice. Lo que más le impactó a este veterano chófer fue «el silencio. Se percibía también mucha tristeza en la calle», asegura.
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Además de quienes jalonan estas páginas, decenas de profesiones estaban también a pie de calle. Trabajadores de funerarias, funcionarios de los cementerios, asistentes sociales, empleados de gasolinera, cajeros de supermercado... durante la pandemia hubo gente que no paró para que nada parara. Todos ellos aseguran que, pese a todo, «pasaron mucho miedo».
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