El menor de los hermanos Lladró, Vicente, ha fallecido a los 86 años en su pueblo natal, Almàssera. Cofundador de la firma de porcelana decorativa que lleva su apellido se dedicó durante décadas a la gestión económica de la compañía y mantuvo el perfil más discreto de puertas para fuera. Su fallecimiento se produce apenas unos meses después que el de Juan y José, acaecidos en diciembre de 2017 y junio de 2019, respectivamente, cuando ambos contaban con 91 años.
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En el entorno empresarial se han sucedido las muestras de condolencia. El presidente de la Confederación Empresarial Valenciana (CEV), Salvador Navarro, destacó «el trabajo incansable» de Vicente y de sus dos hermanos, que hicieron a la empresa Lladró premio Príncipe Felipe a la internacionalización, a la competitividad y también a la gestión de marca. El patrono incidió en que juntos llevaron la porcelana y el nombre de la Comunitat «a lo más alto», ya que internacionalizaban «cuando todavía eran pocas las empresas valencianas que lo hacían y durante muchos años disfrutó de su condición de referente a nivel mundial».
Por su parte, el empresario y expresidente de la Asociación Valenciana de Empresarios (AVA), Federico Félix, destacó su papel de referencia en el mundo empresarial e incidió en la gran humanidad de Vicente por su condición de «conciliador cuando tuvo que templar gaitas con sus hermanos» en el devenir de la compañía.
Además, ha sido profeta en su tierra, tras mantener su vivienda hasta el final de su vida en Almàssera, donde tuvo a gala ser un vecino más. De hecho, fuentes municipales reconocen que estaban ultimando su nombramiento como hijo predilecto del municipio, distinción que se plantea otorgar a título póstumo, y la roturación de una calle a su nombre.
Los tres hermanos pusieron en marcha la compañía en 1953 con un horno artesanal en el corral de su casa y consiguieron convertirse en la marca española más internacional del mercado del lujo en los años 80 y 90 del pasado siglo. Vicente, de talante conciliador, intentó acercar posturas entre las distintas ramas de la familia, enfrentadas por la gestión de la compañía desde los años 90, cuando el negocio comenzó a sufrir una reducción de actividad por el cambio de los gustos.
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Crítico con la venta de la empresa en 2016, finalmente accedió a que pasara a manos del fondo PHI Industrial, aunque las medidas de ajuste laboral que se aplicaron confirmaron sus temores y la base de sus críticas a la operación. De hecho, el pasado mes de abril, la actual dirección de Lladró comunicó al comité de empresa y a los sindicatos un nuevo procedimiento de despido colectivo, que finalmente afectó a un total de 76 trabajadores en las cuatro empresas que conforman el grupo y que lamentó el antiguo propietario.
La historia de los tres hermanos comenzó cuando entraron a trabajar en la empresa de porcelana eléctrica Nalda, lo que les permitió conocer el manejo de los hornos y las características del material, al que sacaron otro partido cuando José y Juan estudiaron dibujo y pintura en la Escuela de San Carlos, mientras que Vicente se inclinó por la escultura.
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Entre los tres se distribuyeron también las funciones ejecutivas, destacando José en las relaciones públicas, mientras que se Juan gestionaba la fábrica y Vicente, las cuentas. Aunque esta división nunca llegó a ser asumida de forma estricta por todos, pudieron poner las bases sobre las que levantar su propio imperio en el mercado del lujo, llegando a contar con presencia en 120 países y tiendas propias en Madrid, Londres, Tokio, Singapur, Hong Kong, Los Ángeles o Nueva York, donde en 1988 inauguraron su propio museo en la Quinta Avenida, inmueble que tuvieron que vender en 2011.
El año 2003 los fundadores dieron un paso atrás y encomendaron la gestión de la compañía a sus hijos, que llevaban ya cerca de dos décadas en la empresa. En ese nuevo consejo, Vicente dio paso a sus hijos Juan Vicente, que asumió en esa época la presidencia, y después a David. Juan puso primero a su hija Rosa y, más tarde, a Ángeles; mientras que José situó a Mamen, a Rosa María (que cesó en 1997 por discrepancias con sus parientes que acabaron en los tribunales) y a María José.
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El plan no prosperó y cuatro años más tarde volvían los fundadores y el mayor, Juan, tomó el control del negocio de la porcelana tras imponerse en una puja interna con sus hermanos. Finalmente, en 2007 se decidió que la Sociedad de Desarrollo Industrial y Gestión de Inversiones (Sodigei) asumiera el 100% de Lladró SA y mantuviera bajo su paraguas a la inmobiliaria Rosal y otras sociedades patrimoniales del grupo.
La casa de Vicente Lladró era una oficina de empleo. Eso es lo que se repite en Almàssera cuando se recuerda los años dorado de la compañía que fundó junto a sus hermanos y que llegó a tener una plantilla de más de 2.000 personas. A pesar de su fortuna, en el municipio se insiste en que era un hombre que nunca abandonó sus raíces y, de hecho, siguió viviendo hasta el final de sus días en la localidad de l'Horta que le vio nacer.
Aunque las labores empresariales y artísticas le separaron de los habituales trabajos agrícolas con los que empezó a ganarse la vida junto a su padre siendo muy joven, participó durante décadas en competiciones de labranza y su vinculación con la actividad agraria del municipio se prolongó hasta el final de su vida.
Fuentes próximas a la familia recuerdan que tener los pies en el suelo era una de sus obsesiones, por lo que intentó no perder el contacto con sus vecinos, siendo habitual de las partidas de dominó de los sábados y de actividades lúdicas con su grupo de amigos.
Sin embargo, esto no debe hacer pensar que no fuera un hombre de acción. De hecho, una de sus pasiones fue la aviación, que practicó con sucesivas avionetas hasta que finalmente compró un bimotor de segunda mano tipo Push-Pull, en cuyas seis plazas viajaba con su mujer y sus hijos hasta Ibiza «para comprar una ensaimada y volver», como recogía en sus memorias 'Así lo viví y así lo cuento'.
Además, practicó el tenis mientras el cuerpo se lo permitió y desde joven prefirió moverse en moto en lugar de en coche, siendo un pionero en aquellos años. Los que le han tratado destacan su voluntad conciliadora y bonhomía, a pesar de no conseguir sofocar todos los conflictos que le hubiera gustado.
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