![Miles de personas arropan a la Mare de Déu en un Traslado rápido y sin incidentes](https://s1.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/201805/14/media/cortadas/mare-deu2-U50388960086xsC--624x385@Las%20Provincias-LasProvincias.jpg)
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PACO MORENO
VALENCIA.
Lunes, 14 de mayo 2018
Un Traslado rápido de 24 minutos y sin incidentes, calor y un dispositivo de seguridad que funcionó a la perfección. Ese podría ser el resumen de lo que ocurrió ayer en el recorrido que va desde la puerta de la Basílica hasta la puerta de los Hierros de la Catedral, donde miles de personas asistieron envueltas de emoción al principal acto religioso popular de Valencia.
Muchos tenían en el recuerdo lo ocurrido el pasado año cuando se desplomó la hoja de una puerta del acceso lateral del templo. La pieza de una tonelada de peso no cayó al suelo de milagro y se quedó apoyada en la de enfrente, salvando de una muerte segura a los que se encontraban alrededor.
De ahí que ayer todas las miradas se dirigieran a lo que pasaría justo después de acabar la Missa d'Infants. La Policía Local había dispuesto en el lateral de la Basílica, donde se encuentra la puerta que cayó, una valla dejando un espacio de tres metros de anchura para que los fieles no se agolparan ni empujaran las altas hojas de madera.
Cuando salieron por ese pasillo los representantes del Arzobispado encabezados por el cardenal Antonio Cañizares, las vallas fueron retiradas y entonces dos Seguidores de la Virgen pidieron calma y abrieron las puertas sin prisas. A las nueve y media de la mañana el público comenzó a pasar con absoluta normalidad en una acertada decisión sin precedentes. Igual pasó con la puerta trasera y la principal.
De este modo, los policías locales colocados en los accesos sólo debían evitar la entrada en los momentos de más aglomeración. Los fieles dispusieron de una hora para entrar en la Basílica y asistir admirados a la declamación de poemas de personas subidas en hombros, con voces potentes que desgranaban las virtudes de la Patrona de Valencia.
Antes, mucho antes, la plaza y sus alrededores ya eran un hervidero de gente. El Consistorio no realiza un conteo oficial aunque era común la opinión de que este año se habían acercado al centro más personas. El calor apretaba salvo en las zonas de sombra y alguna racha de viento ocasional.
«Estoy esperando a mi mujer y vamos para allá; hemos desayunado porque venimos andando desde Benetússer». Antonio aguardaba en la plaza de la Reina junto a una conocida chocolatería mientras veía pasar a los últimos rezagados que se encaminaban a la Basílica.
La Missa d'Infants dio paso a una operación casi militar que se realiza cada año, al retirar grupos de operarios cientos de sillas de plásticos y enormes cantidades de moqueta en apenas unos minutos. El lugar que había servido como altar era uno de los más codiciados por el público, donde los policías locales y los vigilantes jurados contratados dejaban sentarse sólo en el borde.
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Al final, la normalidad fue la mejor decisión para que todo fluyera con calma. Nada de codazos esperando a que abrieran las puertas a última hora, con lo que se evitaron las avalanchas habituales. Todo a punto para admirar a la Patrona, que este año salía con un manto anaranjado, radiante como siempre.
Los poetas se ganaron la admiración del público antes incluso de que asomara la imagen. «¡Vaya voz!» decían entre el público de uno de los más prolíficos, que fue subido varias veces en hombros para expresar su amor a la Virgen. Incluso había quienes pidieron silencio para escucharles mejor.
Pese a la normalidad de las puertas abiertas, la tensión se fue acumulando y cuando a las 10.30 horas salió la Mare de Déu empezó el delirio. Los voluntarios intentaban que el anda fuera lo más vertical posible, aunque eso se consiguió pocas veces. Como una ola humana, cualquier movimiento brusco tenía un efecto en las personas situadas alrededor, que se apretujaban y hacían esfuerzos por grabarlo todo perder el teléfono móvil.
Cada uno de los presentes tenía un objetivo, aunque todos llevaban en el pensamiento a la Mare de Déu. Había quien optó por vestir una camiseta del Valencia con el nombre y número de Kempes, mientras algunos padres intentaban por todos los medios hacerse un selfie con sus hijos al pasar detrás de ellos la Mare de Déu. «Lo tengo todo grabado, no se preocupe. Dígame el teléfono y se lo envío», decía un hombre a otro junto a la Puerta de los Apóstoles, mientras el otro no paraba de llorar agradecido y acertaba sólo a dar las gracias, al recoger a un bebé que unos segundos antes había regresado en volandas tras ser acercado para que tocara el manto de la Virgen.
Era imposible no emocionarse al contemplar esas escenas como un espectador de privilegio de la oleada de sentimientos que aparecían alrededor de la imagen, que poco a poco se encaminaba hacia la calle Micalet, hacia la Catedral, rodeada de pétalos de rosas y aplausos.
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Todo esto se lo perdió el primer edil de Valencia, que por tercer año consecutivo decidió no acudir ni a la Missa d'Infants ni al Traslado. En la Casa Vestuario se pudo ver al concejal de Hacienda, Ramón Vilar, y al edil de Cultura Festiva, Pere Fuset, como los únicos representantes del gobierno municipal, rodeados por numerosos cargos públicos del Partido Popular y Ciudadanos.
El alcalde tenía en agenda el pasado año un recorrido en favor de la bicicleta como transporte alternativo en las ciudades, aunque en esta ocasión el Consistorio no informó de ningún compromiso público. Vilar y Fuset tampoco fueron a la misma oficiada por Cañizares. De la Generalitat tampoco se vio al president, Ximo Puig.
Ribó no pudo ver el buen desarrollo del acto popular, donde los voluntarios protegían la imagen. Las peticiones lanzadas por los responsables de la Basílica para que no se lanzaran prendas de ropa a la imagen ni se acercaran niños de corta edad sirvieron de poco, más bien de nada. «No se caen, no se preocupe», decían a una turista apostada con su familia en el jardincillo de la calle Micalet, mientras gritaba al ver cómo acercaban a un bebé al manto.
La sombra de la calle Micalet fue bien recibida, aunque entonces empezaron los empujones de verdad. No hubo una palabra más alta que otra, ni una mala mirada por algún codazo involuntario. Todo eran sonrisas y loas a la Virgen, que un año más tuvo que pasar por el pequeño edificio que el Ayuntamiento mantiene en ruinas y está pendiente de rehabilitación.
Al desembocar en la plaza de la Reina se produjo el movimiento habitual para que la Virgen entrara de espaldas y mirando a los fieles. «Está muy lejos, déjalo estar que te vas a hacer daño», pedía uno de los voluntarios a una joven que intentaba avanzar por encima de las cabezas para tocar el manto.
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Con el mercado de la escuraeta abierto, el instante de caos dio paso a la misma sensación de seguridad que durante todo el recorrido. Voluntarios de Protección Civil y agentes de la Policía Local empezaron a formar un cordón de protección en la Puerta los Hierros, justo después de que pasara la Mare de Déu. Eran las 10.56 horas, con un resultado de 24 minutos de recorrido.
Más rápido incluso que los 27 minutos empleados en 2016 cundo la Virgen de los Desamparados tuvo que salir de la Basílica envuelta en un plástico transparente por la fina lluvia caída, pero lejos del récord oficioso del Traslado, registrado el pasado año cuando sólo se emplearon 19 minutos en el recorrido.
El retraso provocado por la caída de la puerta y el nerviosismo posterior dieron alas el pasado ejercicio, aunque en esta ocasión no se estuvo a la zaga. El cordón policial se mantuvo unos minutos en todas las puertas de la Catedral hasta que se colocó a la Mare de Déu en su ubicación habitual antes del regreso a la Basílica. Sólo entonces se permitió la entrada de público y de manera escalonada, tranquilamente y de nuevo sin altercados ni empujones.
El cardenal Cañizares ofició una misa pontifical en la Seo con la nave repleta de fieles. Fue el colofón de la jornada matutina donde la fórmula empleada en la apertura de puertas resultó todo un éxito. «Ha estado bien, sin empujones salvo algunos momentos puntuales», resumía Javier, un veterano en la custodia de la Virgen, mientras se secaba el sudor con la camiseta. Al lado, una señora entregó una zapatilla a un policía local, con la previsión de que el afectado la reclamara para no volver a casa con un pie descalzo.
Detalles de calidad humana en un acto que acabó con la puerta de la Seo llena de pequeños papeles caídos desde lo más alto del Micalet con poemas y loas a la Virgen, donde las campanas habían tocado a plena potencia, con toda la fuerza de volteo que fueron capaces de aplicar los campaneros.
Como dijeron dos hermanas que esperaban sentadas en pequeñas sillas plegables a que comenzara el Traslado, a la Virgen «sólo se le puede pedir salud. Todo lo demás que te diga está de más porque no hay nada más importante en la vida. Volveremos el año que viene».
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