Pau Ferrando, en la agrotienda abierta al público en la almazara de Millena, donde venden su aceite y también otros productos elaborados en la zona.

El aceite que frena la despoblación

Pau Ferrando es la tercera generación de Almàssera de Millena, una empresa que se fundó en 1950 y que en las últimas dos décadas ha apostado por un producto ecológico que ha permitido mantener cultivos y dar trabajo a jóvenes

Jueves, 25 de agosto 2022, 23:26

Pau Ferrando creció con una almazara debajo de su habitación, así que desde que era un bebé ha incorporado el olor penetrante a aceite a sus fosas nasales. Su padre y su tío, José Miguel y Juan Vicente, heredaron un negocio familiar que se fundó ... en 1950 -¿quién no conocía a Juanet en la comarca?- y hace más de veinte años apostaron por ser, además, productores de aceite ecológico, una 'novedad' que nadie entendía en Millena ni en la comarca, el pequeño municipio de agricultores donde se hunden las raíces del apellido Ferrando. «¿Cómo? ¿Cosechan las olivas en octubre, verdes? ¿No les echan pesticidas? ¿No recogen las del suelo? Tendrán mucho menor rendimiento, ganarán menos», comentaban quienes se han dedicado durante generaciones al olivo en estos valles del interior norte de la provincia de Alicante, tras las sierras que desde las playas llenas de turistas se aprecian como algo muy lejano que sólo merece una visita de los aficionados a la bici y las curvas.

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Pero ellos sabían, sin embargo, que ahí radicaba el futuro, si es que el campo puede mirar hacia adelante en estas montañas donde sólo se puede cultivar en bancales. Siete décadas décadas y tres generaciones después, una marca, Travadell, una nueva almazara y una vitrina llena de premios son la muestra de que sí es posible vivir del campo, aunque sea a base de un esfuerzo con el que Pau ha convivido desde pequeño, con unos padres dedicados a tiempo completo, sin fines de semana ni festivos en rojo.

Arriba, Pau Ferrando en uno de los olivos milenarios de los que extraen su aceite M de Mil.lenàries. Abajo, la agrotienda y la fachada de la almazara, en Millena.

El suyo es un caso de éxito, pero este joven de treinta años es pesimista con el futuro: «La agricultura en esta zona será un hobby, y si todavía se trabaja algo la tierra es porque aún hay gente que ama el campo y se resiste a abandonarlo aunque esté todo en contra». De hecho, una de las líneas de negocio de la almazara es aquellos clientes que tienen una pequeña producción y la envasan para autoconsumo, o quienes han creado una marca para su propio aceite, a veces por una cuestión sentimental, que la familia Ferrando extrae, envasa y etiqueta.

Que Pau Ferrando se convirtiera en ingeniero agrónomo parecía algo obvio, aunque él no lo tuvo tan claro al principio. Si no es por la industria agroalimentaria o como una forma de llegar a Biotecnología (un grado con una nota de corte mucho más alta) pocos estudiantes la eligen, a pesar de que abre una gran ventana de oportunidades. Aquella indecisión se convirtió al cabo de poco en una certeza -»si te gusta, es el mejor trabajo que se puede tener»- y, al terminar, en una exitosa carrera profesional en una empresa de fertilizantes mientras dedica el tiempo libre al negocio familiar, ahora con una producción que puede llegar a superar los cuatro millones de kilos en una buena campaña.

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Pau, en las instalaciones de la almazara, ubicada en Millena, en la comarca del Comtat.

No será, sin embargo, la de este año para recordar, porque un invierno extremadamente seco seguido de una primavera demasiado lluviosa han sido fatales para la futura cosecha. «Y, aunque el precio del aceite suba, la escasa producción no cubrirá costes para muchos agricultores», explica José Miguel, padre de Pau, que augura abandono de campos por esta circunstancia. ¿Quién va a cosechar si no sale rentable? En este sentido, la familia Ferrando lleva años trabajando cultivos de otros propietarios que no pueden hacerse cargo, evitando el abandono de tierras y dando trabajo en un municipio que apenas supera el centenar de habitantes.

Pau Ferrando explica precisamente cómo el incendio de La Vall d'Ebo, que se ha quedado a cinco kilómetros de Millena, ha dejado patente que el fuego se ha parado en aquellas tierras que estaban cultivadas, mientras ardían sin control las zonas que llevan años sin trabajarse. «No hay que llorar por el incendio sino luchar para que los pueblos se mantengan vivos», destaca Pau, que entre los proyectos en marcha ha ayudado a poner en valor, junto a Castell de la Costurera, en Balones, una marca de aceite premium, M de Mi.lenàries, elaborado con la producción de los olivos milenarios que todavía perviven en estos valles. Pagan más a los agricultores por las olivas de árboles con centenares de años para evitar que sean talados y conseguir un aceite con unas características excepcionales.

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Los premios les avalan, porque desde sus inicios apostaron por un aceite de oliva virgen extra premium. Pero, ¿qué es ese aceite premium? La legislación permite que sea considerado AOVE el que tiene hasta 0,8 grados de acidez, pero la tercera parte de su producción es de 0,1 o 0,2 grados, lo que le da al aceite unas propiedades extraordinarias. Sólo por el hecho de ser cosechadas las olivas de forma temprana. Por cuidar con mimo su elaboración. Por ser extraído el aceite el mismo día de su recolección. Por intentar sacar lo mejor de cada aceituna sin tener en cuenta el volumen.

Todavía hoy es un sector que en la Comunitat Valenciana debe profesionalizarse más, con el objetivo de alcanzar el nivel de excelencia que ha conseguido el vino valenciano en los últimos años, que apostó por la calidad, por recuperar variedades autóctonas y por cuidar con mimo su elaboración. No hace mucho en Valencia sólo había vino a granel, con algunas excepciones, y ahora Denominación de Origen se ha profesionalizado a un nivel que todavía no ha alcanzado el aceite, con honrosas excepciones como el de l'Almàssera de Millena, que ha conseguido, con su actividad económica, dando trabajo a gente joven, poner su granito de arena para frenar la despoblación.

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