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Una niña mira la pantalla de un ordenador. La luz azul es perjudicial para la visión y para la calidad del sueño. fotolia
Estrategias para alejar a los niños de las pantallas

Estrategias para alejar a los niños de las pantallas

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El verano es el momento ideal para volver a conectar con la naturaleza y buscar actividades que les permitan tener experiencias reales

Jueves, 8 de julio 2021, 01:26

Si le pedimos a un niño que imagine una playa, se acordará de la reacción de su cuerpo en contacto con el agua fría, de la arena colándose entre los dedos de los pies, del olor a sal, del rumor constante de las olas al llegar a la orilla. De la inmensidad del mar y del respeto ante algo que su vista no alcanza a abarcar. Su mente evocará un día de risas y juegos y mil sensaciones distintas que quedarán registradas en algún lugar entre el recuerdo nítido y el subconsciente.

Ahora intentemos que un niño que nunca ha estado en la playa, que solo la ha visto en la televisión, haga el mismo ejercicio, que deje volar su imaginación. Quizás solo pueda describirla como algo amarillo y azul y muy grande. Así de abismal es la diferencia entre la realidad y las pantallas.

Cada vez hay más estudios que alertan de los peligros de exponer a los niños a la tecnología a una edad temprana; aunque es cierto que vivimos en un mundo digital, los menores se enganchan cada vez más pronto a una tablet, a un móvil, a la televisión o a los videojuegos. Pero la neurociencia va concretando cada vez con mayor nitidez a base de estudios cuáles son los perjuicios que ocasionan en una mente en desarrollo, a edades donde no es tan fácil distinguir lo real de lo imaginario. Un ejemplo. Una investigadora de la Universidad de Calgary, Shery Madigan, hizo un estudio entre 2.400 niños canadienses de dos y tres años y comprobó que había una relación directa entre el tiempo que pasaban delante de las pantallas y los resultados en los test de desarrollo: hablaban peor, tenían menores habilidades motoras y sociales y menos herramientas a la hora de resolver problemas.

Un niño trabaja en casa con la tablet, durante el confinamiento. fotolia

La pandemia no ha ayudado. Al contrario, el confinamiento conectó a los niños a las pantallas todavía más porque iba su educación en ello. Con la vuelta a las clases ha habido adolescentes que han continuado conectados debido a la semipresencialidad. Y las consecuencias son tan nocivas que muchos padres han tenido que recurrir a un psicólogo porque sus hijos se habían convertido en adictos a las pantallas, con el mismo nivel de adicción que un drogadicto a la cocaína.

En el complejo mundo de la crianza, sin embargo, hay algo positivo, y es que siempre existe la posibilidad de enmienda. Berta Román es docente especializada en crianza respetuosa y promoción de la salud y prevención infantil, y explica que hay ciertas estrategias para poder alejar a los niños de las pantallas sin que sea una fuente de conflicto.

Reglas de funcionamiento

Primero, establecer unas reglas de funcionamiento. «A partir de los cuatro o cinco años ya se puede negociar, y poner un límite, por ejemplo, media hora al día». Los límites son necesarios en los niños, y tenemos que tomar esa decisión desde la conciencia de cómo las nuevas tecnologías les influyen de forma negativa. A partir de los seis años se puede aumentar el tiempo en el que están delante de las pantallas, siempre intentando que sea una negociación. La Organización Mundial de la Salud y la Asociación Americana de Pediatría recomiendan que antes de los dos años el tiempo de exposición delante de las pantallas sea cero.

Presencia real

Para que exista la posibilidad de negociar con el niño, debe de haber previamente, según Berta Román, una relación de amor y mucha presencia real. Con los niños más pequeños se puede comprobar cómo un juego en familia, un momento compartido, es para ellos mucho más interesante que cualquier tablet. «Si les damos la posibilidad de que tengan espacios de juego, tanto en familia como con iguales, van a olvidarse de la televisión».

Límites horarios y espaciales

Sacar las pantallas de las habitaciones y de las comidas. «Muchos padres me explican que si no le ponen a su hijo el móvil no comen. Con la boca abierta es mucho más fácil meter la cuchara, es cierto, pero ¿qué relación va a tener ese niño con la comida?». Sentarse alrededor de la mesa deberían ser momentos de compartir, de charlar en familia, porque ese es un regalo que le estamos dando a nuestros hijos para el futuro. Evitar que al menos una hora antes de irse a dormir no vean pantallas para preservar la calidad del sueño, y que los cargadores estén, por ejemplo, en el salón, para dejar allí los móviles por la noche.

Dar ejemplo

¿Qué sentido tiene que le digamos a nuestro hijo que apague la tablet si nosotros tenemos el móvil en la mano? «Los niños, sobre todo hasta los siete años, funcionan sobre todo por imitación, y son las personas de apego en quienes ellos se fijan para copiar modelos», explica la especialista en salud infantil. Si nosotros guardamos el móvil bajo la almohada es muy probable que cuando sean adolescentes ellos también lo hagan así. O si tenemos la televisión encendida todo el día.

Actividades al aire libre

«El verano es ideal para buscar espacios de naturaleza, momentos al aire libre donde puedan disfrutar sin el recurso de las pantallas, que sirvan para afianzar el vínculo». La piscina, la playa, la naturaleza… incluso, si son más mayores, espacios como campamentos de verano, donde están alejados de las pantallas, compartiendo tiempo con iguales, pueden ser un buen recurso para volver a conectar con el mundo real.

Compartir los momentos de pantallas

Aprovechar que en los próximos meses tenemos más tiempo libre para compartir con ellos puede ser el principio para establecer unas reglas de funcionamiento distintas y, en el caso de que haya un rato de televisión, que sea para compartir una película juntos. «Tenemos que ser los adultos quienes seleccionemos el contenido que pueden ver», explica Berta Román. Y eso pasa por apagar las noticias, porque aunque no lo creamos, ellos escuchan y ven muchos contenidos que no son aptos para ellos. En el último año la mayoría solo han escuchado hablar de pandemia.

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