Andrés Villajo y David Pérez. IVÁN ARLANDIS

Héroes de fuego

Dos de los cuatro bomberos heridos durante la tragedia de Bejís, todavía se preguntan si las llamas se podían haber evitado, pero de lo que no tienen duda es de que volverían a jugarse la vida otra vez

SARA BONILLO NAVARRO

Viernes, 7 de octubre 2022

Hay veces en las que una decisión puede cambiar irremediablemente el curso de la historia. Esa elección fue la que hizo que David Pérez y Andrés Villajos, dos de los cuatro bomberos heridos durante el incendio de Bejís el pasado mes de agosto, puedan seguir haciendo hoy lo que más les gusta, ayudar a la gente.

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Andrés, por el contrario, fue el más sereno de los cuatro. Era consciente de que se encontraban en una situación de riesgo, pero el instinto de supervivencia, ese afán por sobrevivir, fue lo que le dio fuerzas. «Sabía que no podíamos rendirnos ahí, teníamos que salir corriendo», asegura. En cuestión de segundos la cosa empeoró y Andrés fue el que avisó a sus compañeros de que tenían que subir al camión y salir inmediatamente de allí.

Una vez dentro del vehículo, David condujo a lo largo de unos 200 metros hasta que reventaron las ruedas por la temperatura, pero ahí ya se estaban abrasando. «La suerte es que explotaron las ruedas y salimos fuera. Si no, nos habríamos quemado dentro», asegura David.

Cuando salieron del camión no veían nada. Una inmensa nube de humo impedía distinguir una salida. «Corrimos, y la suerte que tuvimos fue que a unos cien metros cruzaba una carretera en la que no había fuego. Eso fue lo que nos salvó», detalla emocionado David.

Dentro de todo lo malo, pequeños golpes de suerte estuvieron a su favor. «Si hubiésemos salido corriendo en otra dirección habrían encontrado nuestros cuerpos calcinados», asegura uno de los bomberos.

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Según Andrés, esa suerte se debe también a las instrucciones de seguridad. «Si no hubiéramos seguido las normas no estaríamos hoy aquí«, asegura sin dudarlo.

Aquel día estos héroes volvieron a nacer. Una vez en casa, David no podía parar de llorar. Recuerda una sensación de mucho miedo y tensión. «Estuve dos días llorando. Necesitaba liberar la tensión y asimilar todo lo que habíamos vivido», cuenta, con las sensaciones y las imágenes todavía a flor de piel pese al tiempo transcurrido. Las llamas y el fuego han desaparecido, pero para ellos algunas pesadillas duran más allá del despertar. Ahora dicen vivir de otro modo y haber perdido el miedo a muchas cosas.

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